viernes, 17 de julio de 2009

Día 7: Viaje en el Topo de Hierro


Un sueño placentero, una ducha, podar algunos pelos de la barba, cuidar de la semilla del Támesis acordando provocar un cierto florecimiento al día siguiente en el pub. Rumores sobre la gripe A, swine flu, que no hacen sino provocar una sonrisa sarcástica al pensar en la cantidad de sucesos más alarmantes que la expansión de este virus, y sin embargo como la atención ha sido dirigida hacia este en concreto.

Viaje en carros de metal y también en topos férreos, el sabor de la cerveza en Green Park, y luego en el patio de una casa, saboreando un kebap, bebiendo cerveza para apagar el picante del chili, y escuchando de fondo al hijo de Bob Marley. Las nubes grises se posan sobre el patio, pacientes, pero certeras, a la vez que el manto azabache cubre la isla. Una vez obtenida la posición de ventaja, desde las altas nubes llega de nuevo la lluvia, para encontrar mi mano. Luego, durante la vuelta, se puede sentir su abrazo, por encima de la chaqueta, como una susurrante caricia, que con la humedad fresca aúna las percepciones del frío y el calor. Un abrazo tan insistente que llega incluso a través de las compuertas del topo de hierro, colándose en el interior del mismo y creando una superficie resbaladiza y mojada que no hace sino provocar una leve sonrisa en el rostro ante el irreducible aplomo que muestra.

Luego la llegada al campamento, tras un breve paseo, observando que el tiempo de permanencia en el mismo es escaso, tal vez representado en la medra de estas líneas, que no llegan a ser demasiado extensas y cuya estructura y forma la fragua la mente en las horas de descanso y actividad, acoplándose la reflexión a cada uno de los movimientos realizados en este impredecible tablero que es la vida.

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