miércoles, 25 de abril de 2012

Nacimiento




01010101. Procesando recuerdos. Ajustando patrones de conducta. Implementando personalidad. Activando prótesis orgánica de las extremidades inferiores. Activación de las prótesis de las extremidades superiores. Encendido de las prótesis restantes. Ajustando visibilidad. Calibrando espectro infrarrojo. Ajustando visión nocturna. Adaptando visión al espectro de luz. Fluorescente, luz artificial.

Iniciando la recepción de sonidos. Calibrando la detección de las ondas hertzianas. Iniciando identificación de lenguaje. Asumiendo e implementando lenguaje. Ac…la….obra…prótesis…doctor…casi terminado. Iniciando la síntesis reconociendo voz creadora. Integración al 20%. Hemos llegado más lejos que con los otros modelos. Esta vez puede ser un éxito. Reconocimiento, voz creadora número dos, femenina. Integración al 50%. Venga sólo un 50% más. Identificada voz creadora número tres, masculina. 75% completado. Detectados problemas en la integración del núcleo sintético. Iniciando los procedimientos para el apagado de emergencia, almacenando energía en el núcleo. Mierda ha vuelto a fallar. Reconocida voz masculina, creador número 1. Iniciando el procedimiento de reinicio del sistema. Apagadlo rápido, Catherine tra…. Cierre de visión. Apagado de la recepción de sonidos. Extremidades desconectadas.

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lunes, 2 de abril de 2012

Ojalá



“Ojalá pase algo que te borre de pronto,
Una luz cegadora, un disparo de nieve,
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte,
Para no verte tanto, para no verte siempre,
En todos los segundos, en todas las visiones
Ojalá que no pueda tocarte ni en canciones”   Silvio Rodríguez

Mis pies descalzos atravesaban la arena desnuda, apartándola hacia los lados. Los poros, abiertos, expulsaban el sudor como si quisieran librarse de todos los males del mundo. Los pulmones se agitaban y el corazón latía con fuerza y parecía que en cualquier momento iba a saltar del pecho, volando en pedacitos. Jadeaba, y aunque el sol brillante del cielo me quemaba, seguía corriendo sin pararme. Quería correr lejos, tan lejos donde la oscuridad no me alcanzase, aunque tuviese que acercarme tanto al calor del astro.

Las piernas funcionaban perfectamente pero la respiración me faltaba, pero yo seguía corriendo. Un dolor crecía en el abdomen cuando un refulgente brillo me obligó a cerrar los ojos. Seguía corriendo pero la planta de los pies ya no quemaba, la superficie que pisaba estaba fría, y me hundía más. Conseguí abrir los ojos, corría por la nieve, camino a la cima, tal vez del Everest. Cada vez era más difícil avanzar, las piernas no respondían y acabé tumbado sobre la nieve intentando valerme de los brazos para avanzar. Con lágrimas en los ojos avancé unos cuantos metros, y todo comenzó a temblar, una avalancha blanca se cernía sobre mí. Cerré los ojos.

Los volví a abrir al rato, todo estaba blanco sobre mí. Giré la cabeza, y allí estaba otra vez en la habitación. Y también, allí estaban todos sus segundos, todas sus visiones. Se vuelve a repetir y empiezo a perder la cuenta. Ojalá pase algo que te borre de pronto, una luz cegadora, un disparo de nieve. Ojalá por lo menos que me lleve la muerte, para no verte tanto, para no verte siempre. 

domingo, 1 de abril de 2012

Los músicos. Capítulo IV: El concierto


Todos se miraron, sonrisa en rostro, y comenzaron a tocar ante los ojos  atentos del público, que a medida que avanzaba a noche iban creciendo en un pequeño goteo como el tintineo de un grifo que no esta bien cerrado. 1,2, 1,2 1,2, sólo la música, el ritmo que marcaba la batería estaba ahora en la cabeza de Patillas y la tensión previa de cada concierto acababa transformándose en relajación a medida que avanzaban los minutos. Cada cuerda una bala, El Abuelo cerró los ojos para sentir la música, disparando con sus cuerdas balas que ahuyentaban los malos pensamientos por un tiempo. Su experiencia le hacía disfrutar desde el primer segundo del concierto. No tenía ningún tipo de tensión, nada que perder tenía ahí, sólo un rato divertido que pasar junto a su contrabajo y acompañado de la música de sus compañeros de grupo. Botines se balanceaba, hacia delante, hacia detrás taconeaba en el suelo, mientras se deleitaba picando en cada una de las cuerdas mientras dirigía miradas al escenario, pero todavía no estaban sus ojos de almendra.

1,2, 1,2 1,2 no quería pensar en lo que ocurriría después del concierto, sólo el ahora, la música relajante. El contrabajo seguía agitándose y las manos de El Abuelo creaban música con la habilidad de una tejedora. Alrededor el mundo fuera del escenario había desaparecido. Solo estaba la música, el cubata de la mesita, y él. Los ojos de almendra seguían sin aparecer, la mente de Botines estaba dividida entre el concierto y la puerta del bar.

En pie, encima del puente, Patillas rememoraba este último concierto, probablemente su último concierto. 1,2 1,2 1,2, ya no servía para alejar a los fantasmas de su mundo. Demasiados problemas, demasiada mierda para soportarla. Veía a El Abuelo haciendo gestos, sus brazos se movían de arriba abajo, también sus labios se movían, pero Patillas no escuchaba lo que decía, en su cabeza sonaba ese concierto. Y murmuró algo difícil de escuchar: ….música…maravillosa. Entonces fue cuando se arrojó a las rocas. No encontraron su cadáver.

Ahora El Abuelo rememoraba aquel concierto y a Patillas, en el hospital con el hígado destrozado. Probablemente sería su última visita al hospital, los médicos ya habían sentenciado que apenas duraría unos días, de hecho era raro que su hígado hubiese podido soportar tanto. Sólo dos personas lo visitaban, Botines y aquella chica de los ojos de almendra, que finalmente no apareció en el concierto pero que hoy estaba allí. Hizo un esfuerzo para hablarles: 

-¿Te acuerdas de aquello que dijo Patillas en el puente? 

Botines se limitó a asentir serio.

-Creo, que el no se refería a que la música es maravillosa, que por supuesto también lo es. Era un cabroncete muy listo- sonrió. 

- ¿Y a qué se refería?

-Creo que dijo que no sólo la música merecía ser maravillosa. Ese era su problema, en su vida, sólo la música era maravillosa

-Nos tenía a nosotros

-Pero seguía viviendo en una prisión. Desde la prisión, podía ver una franja de césped verde que se extiende tras sus muros, y arriba el cielo claro y azul, el sol brillante en todas partes. Pudo ver, estoy seguro, que la vida es hermosa, pero no se encontraba con fuerzas para derribar los muros de esta prisión. Estoy seguro- miro fijamente a los dos, primero a Botines y luego a la chica de ojos de almendra- de que vosotros si que luchareis por destruirla, y que le haréis saber a vuestros hijos que la vida es hermosa, y por ello merece la pena luchar por ella. ¡No se que hacéis aquí, tenéis un futuro de conquistar, nadie os lo va a regalar!

Aquella noche El Abuelo murió apaciblemente, pero su imagen quedo grabada en la memoria de los allí presentes y los dos hijos que tuvieron, que lucharían, junto a otros muchos, para hacer accesible ese césped verde.