tag:blogger.com,1999:blog-22335803327773920422024-03-13T01:18:59.317+01:00Tronco a la derivaSatarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.comBlogger79125tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-88747060392426484302013-07-27T23:03:00.000+02:002013-07-28T16:32:50.371+02:00Capítulo XII: Ruptura<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-RLCYcgS-efg/UfQ1QprKZ7I/AAAAAAAAAOk/VLmrdRxoiZg/s1600/ruptura.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://2.bp.blogspot.com/-RLCYcgS-efg/UfQ1QprKZ7I/AAAAAAAAAOk/VLmrdRxoiZg/s1600/ruptura.jpg" /></a></div>
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El tono del hombre corpulento ya no era tan agresivo como un par de días atrás. Sus ojos miraban a todos lados, inquietos, y sus dientes rechinaban de vez en cuando.<br />
<br />
-Pero qué vamos a hacer ahora mi querida Hafsa, nos matarán, vendrán más, seguro que vendrán más y mejor preparados ¿por qué lo has hecho? Yo sólo quería protegerte<br />
<br />
- ¿Arreándome como si fuese un animal? Tienes el valor para dejarme la cara así, pero no para enfrentarte a los que se llevan a medio pueblo para que luego vuelvan lisiados o muertos. Esta guerra no va con nosotros, que se peleen ellos y que sean ellos los que sufran las consecuencias de la guerra ¿O no te acuerdas de lo que ocurrió hace varios años en la anterior guerra? Aniquilamos al reino vecino con la ayuda del Imperio, pero nosotros perdimos.<br />
<br />
- Si no obedecemos nos matarán a todos y se acabó la historia. Recemos porque vengan a esta aldea los conquistadores antes que nuestro reino. Pero por mucho que te opongas, nos reclutarán unos u otros, o por el contrario seremos eliminados. Somos una aldea insignificante.<br />
<br />
Hubo un instante tenso de silencio seguido con atención por decenas de ojos y oídos que esperaban con incertidumbre un desenlace. El hombre acercó su mano hacia Hafsa y se la cogió.<br />
<br />
- Vámonos a casa, recojamos las cosas y huyamos de aquí con la niña- dijo en un tono más bajo tirando de su muñeca.<br />
<br />
Hafsa se la apartó bruscamente de un manotazo pillando al hombre corpulento por sorpresa.<br />
<br />
-Pero no estamos solos, aquí hay gente de otras aldeas- dijo en voz alta uno de los chicos jóvenes del pueblo que iba a ser reclutado.<br />
<br />
- A ti nadie te ha dado vela en este entierro, niño, hablas desde la inexperiencia- contestó alterado el hombre.<br />
<br />
-No, a ti no te la ha dado nadie y has irrumpido aquí. Estoy cansada de agachar la cabeza, y aunque sólo sea un poquito hoy la he levantado. Ya no estoy dispuesta a soportar más, escucha bien esto-dijo gesticulando y señalándole con el dedo-. Ya no soy más tu mujercita a la que puedes manejar como una muñeca. Puedes ir largándote del pueblo si te da la gana. Yo y tu hija nos quedamos. Si hace falta nos defenderemos.<br />
<br />
El hombre pareció encararse, exasperado por la situación, pero Hafsa a pesar de que estaba alterada se mantuvo firme. Algunos de los aldeanos, que tímidamente habían asentido a lo que decía Hafsa, dieron un paso al frente. El hombre corpulento se vio reducido y visiblemente enfadado abandonó aprisa la multitud.<br />
<br />
Todos los presentes habían enmudecido para escucharla y muchos de ellos veían a la mujer y al grupo de aldeanos que se habían alzado con ella como la nueva autoridad. Hafsa dejo al cargo de sus compañeros las tareas del funeral, atención a los heridos y el alojamiento para los habitantes de otros pueblos.<br />
<br />
Con algunos de los habitantes del pueblo fue camino hacia su casa para asegurarse de que su marido no se llevaba a la niña. Cuando llegaron a la casa el hombre corpulento estaba a punto de salir. Se quedó sorprendido al ver la comitiva que lo esperaba a la puerta de su casa. Estaba con los bártulos de los que había podido hacer acopio y salió de la casa seguido por la niña morena de cabellos como el ébano.<br />
<br />
-Despídete de ella, no voy a consentir que te la lleves- sentenció Hafsa.<br />
<br />
-¿Qué pasa mamá?- preguntó la niña desorientada.<br />
<br />
-Papa se tiene que ir de la casa, durante un tiempo estaremos tú y yo solitas, ¿vale? – dijo mientras se acercaba y los aldeanos observaban.<br />
<br />
-Mentira, me echa de casa, ¡te quiero mi niña!-dijo el hombre con lágrimas en los ojos mientras la abrazaba.<br />
<br />
-¿Por qué mamá?- dijo la niña mirándola, con lágrimas en los ojos.<br />
<br />
- No ha sido un buen papá, así que se va hasta que aprenda a serlo- respondió Hafsa, que aunque lo hizo con toda la dulzura de la que podía hacer acopio en ese momento, también fue tajante intentando que aquella desagradable situación pasase cuanto antes.<br />
<br />
-Pero yo quiero que esté conmigo<br />
<br />
-Lo sé, yo también lo habría querido, pero no quedó más remedio- dijo Hafsa, a la que también empezaban a brotarle lágrimas- ¡Ahora vete!- dijo a su marido mientras lo apartaba de la niña.<br />
<br />
Frente a la atenta mirada de los habitantes de la villa no se atrevió a hacer nada. Tan sólo cuando se iba, con los ojos llorosos, gritó: - ¡Volveré a por ti, mi niña!<br />
<br />
Mientras tanto otro grupo de aldeanos había ido a habilitar un espacio para todos los habitantes de otros pueblos que tenían que pernoctar allí. Se sorprendieron cuando vieron la iglesia vacía. El sacerdote había huido. Cuando estaban pensando donde alojar al resto de aldeanos, uno de los sirvientes del cacique informó de que este había abandonado sus propiedades al enterarse de lo que había sucedido. Algunos de sus criados se habían quedado aquí para proteger sus propiedades. En cuanto el cacique abandonó sus tierras se reunieron y decidieron que nada les ataba a su señor. Una vez hecho esto acudieron al lugar donde había sucedido todo.<br />
<br />
Así pues, solucionados los problemas de alojamiento, los aldeanos incineraron al noble y a sus soldados que habían caído. Requisaron las armas de los que aún estaban vivos y los encerraron en los sótanos de la casa del cacique a la espera de decidir su destino. Los cuerpos de los que se habían alzado y perecido en el intento de evitar el reclutamiento fueron lavados y metidos en ataúdes hechos aprisa para la ocasión. A pesar de que no se había organizado previamente grupos de habitantes, de la villa y de otras, velaron los cuerpos durante la noche.<br />
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<br /></div>
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Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-12603015427297385942013-07-18T20:48:00.004+02:002013-07-25T20:19:21.841+02:00Capítulo XI: La joven<div style="text-align: justify;">
-¿Quién demonios eres?- preguntó el hombre a caballo, mientras hacía indicaciones a sus tropas mejor entrenadas para que acudiesen a defenderlo.</div>
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-Un soldado. Pensaba que con su dilatada experiencia en combate sabría distinguir a uno. Supongo que lo sobreestimé, es aún más incompetente de lo que pensé- contestó Satara con evidente sorna, mientras los soldados que habían atrapado a los aldeanos rebeldes se posicionaban alrededor de Satara. A cargo de los prisioneros quedaron algunos campesinos de la leva.</div>
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- Vienes aquí, acabas con dos de mis hombres, y rodeado osas faltarme el respeto, ¿Qué es lo que pretendes gusano?</div>
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-Deje en paz a los campesinos y huya a cualquier hoyo a esconderse. No tienen nada que hacer contra el ejército Imperial, y si quiere enfrentarse a él, hágalo con sus propias fuerzas.</div>
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-Se acabó, no toleraré ni un insulto más, ¡Acabad con él!</div>
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- ¡Sabino! ¡Si todavía estás ahí ha llegado tu turno! ¡Libera a los aldeanos presos!</div>
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Satara alzó sus armas mientras el círculo se estrechaba. Aún calientes y embadurnadas de sangre, las hojas dejaron caer unas gotas más al suelo antes de volver a sus labores. Miró al hombre que tenía enfrente, sonrió e hizo un amago de correr hacia delante y placarlo. Apenas a un metro del enemigo, cuando este ya se disponía a rebanarlo se agachó y detuvo el golpe manteniendo firme y horizontal la cimitarra de su mano izquierda. Su mano derecha ascendió a la vez que se incorporaba, hundiéndose en la carne de su rival hasta atravesarlo y derribarlo hacia atrás. Avanzó unos metros y de repente se paró en seco levantando gravilla y encarándose con sus perseguidores.</div>
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El noble dio órdenes a los campesinos de la leva para que atacaran. Satara esbozó una media sonrisa, y antes de que sus enemigos le alcanzasen comenzó a correr alejándose, seguido de la hilera de soldados y de algunos campesinos. El noble permaneció en su posición observando. El recorrido en un principio curvo pronto se transformó en ovalado. Entre el noble y él ahora sólo se interponían algunos campesinos. Intentó esquivarlos aunque recibió algún corte superficial en los brazos que ignoró.</div>
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El rostro del reclutador se descompuso al comprobar las intenciones de Satara y trató de dar marcha atrás con el caballo y huir. Pero ya era demasiado tarde, con la velocidad de un corcel, Satara se situó al lado del caballo e hizo un corte en el costado de su enemigo. Este, que había encontrado el camino para huir trató de hacerlo a pesar de las heridas. Y lo consiguió, hasta que la cimitarra que había lanzado su perseguidor lo atravesó, derribándolo del cadáver unos cuantos metros después.</div>
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Entretanto Sabino había liberado a la joven y al resto de aldeanos. Estos estaban ahora intentando rodear a los soldados, incrementando su número por momentos, nutriéndose de los aldeanos del pueblo y del resto de campesinos de la leva. Sólo uno de los soldados que aún perseguía a Satara luchó, siendo eliminado sin pestañear por este.</div>
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Los soldados del noble fueron despojados de sus armas mientras Satara recuperaba su arma. Luego caminó hacia Hafsa.</div>
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-¿Y tú quién eres?-preguntó la mujer.</div>
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-Me llamo Satara, y él-señalo a su compañero- es Sabino. Formamos parte de los marineros que fondeamos cerca del pueblo.</div>
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-Gracias por la ayuda, a ambos. Ahora necesitamos retirar a nuestros muertos, pero mañana nos gustaría hablar con vosotros. Lo haremos al ponerse el Sol para que podamos enterrar debidamente a los nuestros.</div>
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-Entendido-dijo asintiendo, y luego hizo un gesto a Sabino para que lo acompañase de vuelta al campamento.</div>
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Mientras se alejaba Satara vio como el grupo de aldeanos que se había alzado se rodeó de sus compañeros del pueblo y de otras villas. El ejército en el que habían sido integrados había desaparecido y con ello la obligación de ir al frente. También observó como el hombre corpulento que había agredido a Hafsa días atrás se acercaba a ella.</div>
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Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-11096513909196082312013-07-09T13:36:00.001+02:002013-07-09T13:36:40.346+02:00Capítulo X: Levas<div style="text-align: justify;">
Volvieron para avisar a sus compañeros de las novedades y decidieron que lo mejor sería acampar en la arboleda hasta que los hombres de Abdul hubiesen acabado el reclutamiento. Durante la tarde, Satara se aventuró hasta las afueras del pueblo, que permanecía silencioso, sin apenas movimiento. Cuando los habitantes se cruzaban entre ellos sólo parecían intercambiar una mirada sin hablar. Sólo se veían algunas mujeres que iban a por agua a la fuente o cargaban sacos. Los hombres eran aún menos frecuentes, excepto alguno cargando un saco, probablemente estarían organizando la pesca. El Sol se puso y Satara permaneció un rato más observando. Se preguntaba dónde estaría aquella joven, no la había visto ir a la fuente ni aparecer paseando, aunque tal y como lucía el pueblo, probablemente no todo el mundo habría salido de su casa. A muchos les quedaba poco tiempo en aquel poblado, apenas un día.</div>
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A la vuelta Halim y Mario hablaban en voz baja para no despertar a Sabino y Firas, que ya estaban durmiendo. Hicieron un gesto a Satara para que los acompañara.</div>
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-¿Entonces Abdul también se proclama representante de Luminarië? ¿Por qué una guerra entonces?-preguntó Mario.</div>
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-No lo sé, supongo que el dinero es más poderoso que la religión, recuerda cual era nuestro trabajo, no debían llevarse muy bien entre ellos, se hacían la competencia-dijo Halim.</div>
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-¿Cómo ha ido? ¿Alguna novedad?- preguntó Mario al recién llegado.</div>
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-El pueblo es un cementerio, veremos que ocurre en un par de días-comentó Satara uniéndose a la conversación. Aunque lo que más me preocupa es que el verdadero peligro venga aquí, el ejército de Luminarië. A esos pobres diablos que van a ser reclutados, los van a mandar al matadero y lo saben, pude verlo en sus caras. En cuanto a Abdul, si no me falla la memoria es, o era, uno de los obispos que rodean al “Gran” –hizo énfasis en esta palabra, con desprecio- Padre. La mayoría tienen una mente estrecha, lo único que saben hacer bien es adular para trepar bien alto en la jerarquía. Por lo demás, que lo hayan colocado al frente de este reino tal vez haya aumentado fatalmente sus delirios de grandeza hasta el punto que hayan acabado con la escasa paciencia del “Gran” Padre. O tal vez simplemente lo ha usado como cabeza de turco para asegurar completamente su influencia sobre la zona. A esta guerra no le falta “santidad”-finalizó con ironía.</div>
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-La cuestión es cómo nosotros vamos a salir indemnes de esta guerra, qué vamos a hacer si Barbablanca y el resto no aparecen. Todos hemos visto la flota que marcha hacia el sur, ni siquiera sabemos si van a mandar más barcos –planteó Mario.</div>
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-De momento no podemos hacer nada más, no sabemos cómo están los caminos- dijo Halim.</div>
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Poco a poco el silencio fue apoderándose de los presentes hasta que la conversación se apagó. Satara permaneció en su sitio de guardia, con la mirada puesta en el poblado. Durante un rato se levantó, y caminó con las manos cruzadas a la espalda, pensativo. Así permaneció hasta que volvieron de nuevo los dolores y tuvo que tomar un poco de adormidera para mitigarlo levemente, ya que si tomaba demasiada no podría mantenerse despierto durante la noche. Con los primeros rayos de sol fue relevado, y descansó hasta la tarde. Tomó una hogaza de pan que había en el campamento y recogió algunas frutas. Luego se acercó al pueblo, observando desde la distancia.</div>
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A diferencia del día anterior, el pueblo bullía de actividad, hombres y mujeres caminaban de aquí para allá, cargados con sacos y llevándolos a lo que parecía ser un almacén. Lo que no cambiaban eran sus rostros, los mismos que cuando había venido el jinete al pueblo, una mezcla entre rabia y temor. Aunque por el momento- pensó Satara- es el miedo el que prevalece.</div>
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De repente de entre toda la actividad pudo distinguir a la joven que se había enfrentado al mensajero. Tenía un ojo morado y la mejilla todavía estaba sonrojada. De cerca la seguía el hombre que se la había llevado arrastrando de los pelos, cargando un saco. La mujer dirigió su mirada hacia las afueras del pueblo, como si buscara evadirse, y al hacerlo, vislumbró a la persona que la estaba observando desde la lejanía. Miró durante unos segundos, y luego rápidamente retiró la mirada y siguió caminando hacia el almacén. Durante toda la tarde hicieron lo mismo una y otra vez, y sin embargo, Satara permaneció allí observando. Cuando volvió a la arboleda ya sólo quedaban Firas y Sabino despiertos, que animados contaban anécdotas. Satara se sentó para cenar algo, y le pidió a Firas que se encargase de la guardia de la noche. Intrigado, le preguntó la razón.</div>
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-Quiero ver qué ocurre con el reclutamiento mañana en el pueblo</div>
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Firas accedió y Sabino, interesado, preguntó que si podía acompañarle. Satara no puso ningún impedimento siempre y cuando no llamase la atención.</div>
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Con los albores del día, Sabino y Satara avanzaron y se subieron a un par de árboles, más lejos que desde dónde había observado Satara el día anterior. Cuando lleguen los hombres de Abdul para llevarse a los campesinos y pescadores nos acercaremos con precaución-indicó Satara.</div>
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Tuvieron que esperar casi a que el sol llegase a su cenit para que aparecieran los hombres del monarca. A la cabeza, un jinete cuya armadura desprendía un fulgor plateado. Tras de sí una escolta de unos veinticinco hombres, que marchaban disciplinados. Y detrás, en hilera, dos centenares de hombres que marchaban con diferentes armas y desordenados. Al final de la marcha, algunos de estos hombres, llevaban unos cuantos carros llenos a todas luces de suministros.</div>
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Los aldeanos salieron progresivamente de sus casas mientras Sabino y Satara bajaban del árbol y avanzaban arrastrándose sigilosamente para tener una vista más privilegiada del acontecimiento. Los hombres se despidieron de sus mujeres y sus niños. Fueron agrupándose en torno al noble y este les ordenó que fueran pasando hacia atrás para incorporarse a su columna. Dio la orden a cinco de los guardias para que registrasen las casas en busca de algún rezagado que hubiese tratado de evitar el reclutamiento.</div>
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De repente, un grupo de aldeanos, entre quince y veinte, trató de abalanzarse con el monarca. A la cabeza estaba la joven del moratón, que portaba una espada, al igual que todos los aldeanos que iban en primera línea. Lanzó un grito de guerra en morruk y todos cargaron. El rostro del que probablemente era su marido, que caminaba hacia el final de la columna, se descompuso.</div>
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No obstante, a pesar del coraje de los aldeanos, fueron rápidamente reducidos por los experimentados guardias de la cabecera, resultando una pareja muerta en el combate y diez habitantes heridos.</div>
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Mientras la refriega se había estado librando, Satara se había puesto en pie y había avanzado sigilosamente hacia la cabeza del pequeño ejército. Algunos campesinos lo habían visto, pero inexperimentados, no hicieron nada excepto guardar silencio. No desenvainó sus cimitarras hasta estar lo suficientemente cerca de los dos guardias que se habían quedado escoltando al noble. En apenas un par de segundos desenvainó y con ambas espadas decapitó al primer guardia. El segundo lo eliminó realizando un preciso corte en la yugular de la víctima. Ahora, los campesinos de la leva comenzaron a rodear a Satara, algunos de ellos temblorosos. El noble se giró desconcertado.</div>
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-No sé qué lo que les da a sus hombres pero hay alguno que ha perdido la cabeza por usted-se adelantó Satara antes de que el noble saliese de su asombro.</div>
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Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-37840456924170352642013-07-06T19:45:00.001+02:002013-07-06T19:45:35.931+02:00Capítulo IX: El jinete<div style="text-align: justify;">
Las naves llevaban todo el velamen desplegado, el viento soplaba desde el norte y les permitía avanzar rápidamente por la costa. Las mastodónticas proas de las embarcaciones, coronadas por sus mascarones lujosamente ornamentados, rompían las olas dejando a sus lados y tras de sí un rastro espeso de espuma que tardaba en ser borrado. Iban con prisa y no parecían tener intención de detenerse en un pequeño pueblo costero.</div>
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-¿Unas últimas palabras para nuestro mecenas?-sentenció Satara en un tono sarcástico.</div>
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-¿Y qué vamos a hacer ahora? –preguntó Sabino llevado por la tensión del momento.</div>
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-Esperar a que la tormenta amaine y confiar en que este pueblucho pase desapercibido. Al menos hasta que podamos reencontrarnos con la tripulación y largarnos de aquí- respondió Halim.</div>
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-Aunque mantengamos este campamento deberíamos buscar un lugar para refugiarnos que tuviera más escapatorias, el mar ya no es una salida en el caso de que lleguen tropas hasta aquí- planteó Satara.</div>
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-Estoy de acuerdo, si vamos a esperar, tomemos todas las cautelas- Añadió Mario.</div>
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Halim y Satara se encargaron de buscar un nuevo refugio, a las afueras del pueblo y alejado del campamento, pero lo suficientemente cerca como para vigilar cualquier movimiento. Atravesaron un camino que estaba desierto y llegaron a una pequeña arboleda donde podían colgarse las hamacas. Decidieron que se establecerían allí. A la vuelta, antes de atravesar el camino la veloz estela de un jinete se les cruzó, dejando una nube de polvo tras de sí. La estela se detuvo a la entrada del pueblo. </div>
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Satara y Halim intercambiaron una mirada y luego asintieron. Avanzaron hacia el pueblo. Satara procuró cubrir sus brazos y sus manos con algunos trapos que tenía en las alforjas. Cuando llegaron al pueblo, el jinete estaba de pie, gritando en voz alta, mientras cada vez más familias se congregaban en torno a él. En el rostro de los habitantes del pueblo había una mezcla de miedo y rabia, que se incrementaban a medida que el forastero daba su mensaje.</div>
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-¿Comprendes lo que está diciendo?- preguntó Satara a Halim al ser incapaz de comprender el idioma en el que hablaba el jinete.</div>
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Halim asintió y espero a que el orador hiciese una pausa.</div>
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-Viene a avisar de que ha comenzado el reclutamiento- dijo brevemente para poder seguir escuchando.</div>
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Cuando el jinete acabó de hablar en morruk, la lengua originaria de la región y que hoy compartía espacio con la que el Imperio había propagado, dio paso al mensaje en esta última. Ahora Satara pudo entender sin dificultad alguna.</div>
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-Siervos del magnánimo monarca Abdul III, vuestros hogares y vuestras familias están en peligro. A pesar de la buena voluntad de nuestro monarca por preservar la paz y la prosperidad en la zona, los deseos expansionistas y ruines del Imperio han provocado una agresión obra de oscuras y crueles fuerzas-Hizo una pausa y dio un sorbo a su petaca antes de continuar hablando-. Siervos de Morruk, nos enfrentamos a auténticos diablos que pisotean sus propias escrituras, ningún hombre de dios desataría jamás la guerra contra un pueblo creyente como el nuestro, con un monarca que es una eminencia en el mundo conocido, un representante de la divinidad caminando sobre esta tierra. ¡Por eso, en nombre de Abdul, en nombre del mismísimo y verdadero Luminarië, creador de todo lo bueno de este mundo, os llamo a defender las tierras en las que vuestro monarca tan amablemente os ha dejado asentaros y vivir en paz y prosperidad! En dos días –agitó un pergamino que llevaba en la mano- por orden del rey, serán reclutados todos varones mayores de 16 años para participar en esta gloriosa y santa causa. Así como también recogeremos la mitad de los víveres de los almacenes para garantizar que nuestro glorioso ejército tendrá la fuerza para derrotar al Imperio.</div>
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El discurso abrió paso a un silencio sepulcral. Una joven mulata con el pelo del color de una bellota y ondulado como la mar empezó a gritar en marruk al jinete. El que parecía su marido le pegó un bofetón que resonó en los alrededores. La joven, a pesar de ser menuda, se revolvía entre los brazos del hombre intentando gritar. Le mordió la mano y volvió a gritar improperios en su lengua al jinete, que estaba subiendo al caballo después de observar el incidente. Se dio la vuelta y comenzó a hablar hacia la pareja. El hombre, que debía sacarle casi diez años a la joven, la abofeteó de nuevo y la contuvo. Finalmente el jinete se acercó, dijo algo inaudible para Halim y Satara, y volvió a su caballo para emprender la marcha de la misma forma de la que llego, como una estela en el camino.</div>
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Satara observó cómo el hombre, corpulento y con la cabeza afeitada, se la llevaba arrastrando de los pelos. Se fijó en los puños de las mujeres, de muchos hombres también, apretados, antes de regresar a sus casas con la cabeza gacha.</div>
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Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-88196442133522457302013-06-25T01:33:00.000+02:002013-06-25T01:33:11.149+02:00Capítulo VIII: Se desata la tormenta<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-Yufd1R-wZas/UcjW-LFH5yI/AAAAAAAAAOM/f3RWj7UCFa8/s1600/flota.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="170" src="http://1.bp.blogspot.com/-Yufd1R-wZas/UcjW-LFH5yI/AAAAAAAAAOM/f3RWj7UCFa8/s320/flota.JPG" width="320" /></a></div>
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A pesar de venir con un dinero extra que supondría una alegría para la tripulación, bajo la capucha el rostro de Shakes no asomaba ni mucho menos complaciente. Cuando entró a la tienda, le dijo a los hombres que le acompañaban que descansaran. Estos abandonaron la estancia, dejándolo a solas con Barbablanca.</div>
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Fue franco, aunque la mercancía se había vendido con éxito colocando pequeñas cantidades en distintos mercados para no llamar la atención, dudaba de la capacidad operativa de sus naves para volver a conseguir mercancía. En el tiempo que había estado fuera, los rumores de las poblaciones limítrofes a la costa eran unánimes, algo se cocía dentro de la fortaleza de La Vigía. Los rumores variaban en cuanto al número de embarcaciones, pero lo que estaba claro era que estaban reforzando la seguridad en el peñón amenazando con saturar sus muelles.</div>
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-Si volvemos a atacar tan cerca de El Estrecho, podéis darnos por muertos, y bien sabes, Barbablanca, que no es esa mi intención en absoluto. No he sobrevivido durante tanto tiempo para ahora suicidarme- argumentó Shakes.</div>
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-¿Y quién ha dicho que tenemos que atacar tan cerca de esa zona? –espetó Barbablanca.</div>
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-Nuestro querido benefactor, ¿no recuerdas?</div>
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-¿Y por qué habría de enterarse? Lo único que le interesa a ese ricachón es eliminar a la competencia sin tener que preocuparse de que su cómodo sillón esté en peligro. Mientras no amenacemos eso, todo irá como la seda. A quien buscan cazar esos barcos es a nosotros, sólo tenemos que ser más rápidos y listos que ellos. </div>
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Así pues decidieron que atacarían en territorio que no estuviese controlado por la flota del Imperio. Acordaron que lo más indicado era mantener el campamento en zona neutral para evitar que se pudiesen relacionar los ataques con su mecenas. Desmontar el campamento y levantar otro podía además ser nocivo para la moral de la tripulación, que ya había hecho un gran esfuerzo construyéndolo. Hechas estas reflexiones Barbablanca habló con los capitanes de las diferentes embarcaciones y luego lo comunicó al conjunto de la tripulación. Sólo quedaba hacer los preparativos.</div>
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En un par de días estaba todo empacado y listo en las embarcaciones. Sólo un pequeño grupo de cinco marineros se iban a quedar en tierra, el resto, se enrolaría en su respectiva nave para tenerlas completamente operativas. Entre los que se quedarían en tierra se encontraba Satara, un par de corpulentos marineros de la tripulación de El Toro con los que no había hablado mucho, y dos de la de Ahmed de piel bronceada y ojos rasgados con los que eventualmente había charlado.</div>
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Al mando quedó Mario, el más alto de los hombres que había dejado El Toro. Tenía la cabeza afeitada y la piel surcada por pequeñas heridas y cicatrices, algunas camufladas entre las incipientes arrugas que comenzaban a extenderse por su recio rostro. En el campamento quedaron muy pocas provisiones así que Satara se encargó de cazar algunos animales mientras los hombres de Ahmed se acercaban al pueblo para comprar leche, pan y algo de vino. </div>
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Los días siguientes a la partida de los barcos fueron tranquilos. Satara podía permitirse mientras cazaba algunos animales hacer acopio de adormidera para mitigar el dolor. Con lo que había recolectado previamente tendría para varias semanas. Aprovechó también para construir un rudimentario maniquí con el que poder mantener fresca su técnica. Aunque podía utilizar cualquier tipo de arma la cimitarra no era con la que se encontraba más cómodo así que aún debía acostumbrarse a su curvatura y a su peso hasta que tuviese la oportunidad de encontrar un arma a su medida.</div>
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Al final del día los guardianes del campamento se reunían alrededor de una botella de ron, y encendiendo una pequeña hoguera contaban anécdotas de su vida. Firas, uno de los marinos de Ahmed, siempre solía empezar con alguna historia y luego incitaba a los demás a contar las suyas. Halim por su parte esperaba reservado escuchando. Siempre retrasaba su intervención al final, buscando que la conversación se alargara lo suficiente como para no tener que hablar. El compañero de embarcación de Mario, Sabino, que por su juventud y su físico vigoroso había tenido éxito entre las mujeres del pueblo, se jactaba de sus aventuras en las diferentes ciudades y pueblos donde su barco había fondeado.</div>
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A finales de semana, Firas señaló que no había visto durante el día embarcaciones pasar junto a la costa durante los últimos dos días. Mario estaba inquieto, e hizo alusión a que Barbablanca tardaba demasiado en volver con el botín. Halim, que solía esperar a que el ron le desatase la lengua, trató de tranquilizar los ánimos explicando que probablemente estarían buscando una presa más asequible, porque el Imperio habría reforzado la seguridad de sus navíos. Mario y Firas se tranquilizaron mientras Satara permanecía en silencio y sin gesticular.</div>
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Tratando de reorientar la conversación Firas preguntó a Satara: -Oye, no he podido evitar mirar tus manos y alguna de las manchas de tus brazos, ¿es grave?</div>
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Satara se tensó por un momento antes de responder.</div>
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-No te preocupes no es contagioso. De momento podéis seguir contando conmigo para vigilar esto.</div>
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-Nunca había visto este tipo de síntomas para una enfermedad, aunque tampoco es que sea un experto, ¿Sabes de que se trata? </div>
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-Un curandero me dijo que existía la posibilidad que se extendiese por la piel, cuando acudí a él apenas estaba en las yemas de los dedos. También me aseguró que no debería incapacitarme así que no hay nada por lo que temer.</div>
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-¿Por eso eras prisionero antes de que te liberáramos?</div>
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-No, esto- dijo haciendo un gesto con su mano- no fue. Me capturaron porque era problemático para ellos. Pero sería una historia para varias noches, y tengo ganas de escuchar a alguno de los presentes. ¿Cuánto tiempo lleváis junto a El Toro? –preguntó refiriéndose a Mario y Sabino.</div>
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Siguieron conversando durante una parte importante de la noche hasta que agotaron la botella de ron. Todos se acostaron excepto Satara, que permaneció de guardia hasta que las primeras luces se reflejaron en el mar, trayendo consigo una brisa fresca mientras que las nubes se volvían grises y por el momento sólo amenazaban con descargar agua. Despertó a Mario y se fue a dormir, aunque el reposo no duró demasiado.</div>
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A media mañana la voz de Mario avisando al resto de marineros lo despertó. Cuando se incorporó lo vio señalar al mar. La imagen de unas aguas mansas había sido borrada y estaba ocupada por decenas de embarcaciones que viajaban hacia el sur. En sus banderas, ondeaba el sol de Luminarië, era la Flota Imperial.</div>
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Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-231121620840974532013-01-27T15:44:00.000+01:002013-07-23T20:03:40.719+02:00Capítulo VII: El ojo del huracán<br />
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<a href="http://1.bp.blogspot.com/-lKX_h6M2qlA/UQU8u88U8II/AAAAAAAAAM4/AJ8m7-B5SQQ/s1600/05-31-eye-of-the-hurricane.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="133" src="http://1.bp.blogspot.com/-lKX_h6M2qlA/UQU8u88U8II/AAAAAAAAAM4/AJ8m7-B5SQQ/s320/05-31-eye-of-the-hurricane.jpg" width="320" /></a></div>
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En un principio las naves que habían aparecido en el horizonte avanzaron normalmente hacia la batalla que ya estaba dando sus últimos coletazos. Cesar y Tito tiraban por la borda a algunos hombres y acuchillaban a los que se encaraban. Sus rostros estaban rojos de furia, y cuando acuchillaban a algún enemigo procuraban no mirarle a los ojos. Aún así, su entrenamiento militar hacia que sus movimientos fuesen marciales y sus cortes técnicos y precisos. Shakes bajó rápidamente y habló con Barbablanca, luego reunió algunos hombres que estaban en retaguardia ya sin rival al que enfrentarse, y atravesaron la pasarela volviendo a su barco. </div>
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Al poco tiempo aparecieron con velamen de repuesto, que una vez terminada la batalla comenzaron a colocar. Mientras lo hacían, los barcos se divisaron con mayor nitidez y esto acaparó la atención de la tripulación. En ese momento comenzaron a virar y a dar la vuelta, probablemente asustados por la escena que minutos antes se había dado y cuyos resultados no se podían ocultar. Satara levantó la vista y divisó su odiado símbolo en las velas.</div>
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-Son embarcaciones del Imperio, darán la voz de alarma si no acabamos con ellas.</div>
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Los tripulantes se miraron y por un momento dejaron de atender a sus tareas. Shakes hizo la pregunta que todo el mundo tenía en su cabeza.</div>
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-Capitán, ¿vamos a seguirlos?</div>
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-No tenemos capacidad, si lo hiciéramos entraríamos en aguas con patrullas y después de acabar con ellos nos encontraríamos con más naves que tendríamos que exterminar. Debemos salir de aquí cuanto antes para evitar que nos sigan.</div>
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Shakes hizo señas a las otras tripulaciones para que no emprendiesen la persecución y estas se colocaron en posición defensiva hasta que el barco con las mercancías estuvo listo para navegar.</div>
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La mitad de la tripulación de Barbablanca se quedó en la cubierta del navío conquistado, con Shakes al mando. Lentamente comenzaron a virar mientras los barcos del Imperio se alejaban a toda velocidad. Desde lo alto de uno de los mástiles Satara observaba con un catalejo el horizonte en busca de alguna novedad. Afortunadamente consiguieron llegar con el barco a su campamento sin que ninguna embarcación más se divisase, había estado cerca. </div>
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Una vez allí abrieron las bodegas de la carraca, descubriendo grandes cajas que se amontonaban. En su interior un enorme cargamento de ropas lujosas, mantas y en menor medida algunas pieles para el invierno. También había unos cuantos barriles de vino y un par de cajas más pequeñas de vajillas lujosas con exóticos dibujos grabados en los platos de plata y en las ornamentadas copas. Una vez examinado el cargamento volvieron a colocar todo dentro de las cajas excepto la ropa de abrigo que la usaron para abastecer el campamento. Vararon el barco junto al campamento con gran esfuerzo, las tripulaciones de las embarcaciones más grandes, las de Barbablanca y El Toro comenzaron a tirar para ser relevadas por las de las tres embarcaciones restantes. Mientras tiraban, entre bocanada de aire y bocanada de aire los marineros maldecían por el duro día de trabajo. Una vez la embarcación estuvo encallada en la orilla, junto al campamento, Barbablanca ordenó sacar el cargamento y separar algunas cajas con ropas para la tripulación y otra para los habitantes del pueblo, un pequeño presente con el que se asegurarían la simpatía de los villanos. Después comenzaron las arduas labores de desmantelamiento de la carraca, cuya madera, resistente al agua y buen estado, podía ayudar a mejorar las chozas del campamento. No obstante cuando sacaron los primeros mástiles la luz del sol ya comenzaba a escasear.</div>
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Al calor de las hogueras, los marineros reposaron después del arduo día, y rápidamente todos excepto aquellos encargados de las guardias, durmieron. También entre los guardianes hizo estragos el cansancio, que actuó como una soporífera droga. Sin embargo, Satara no podía dormir. Un agudo dolor se extendía por su antebrazo izquierdo.</div>
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Abandonó su tienda y fue a refugiarse en una encina solitaria y algo alejada. Descubrió su antebrazo, la mancha que había teñido sus manos de un color negro como el carbón. Esas pequeñas y casi imperceptibles escamas comenzaban a brotar como pequeños puntos aislados cerca de las muñecas. El proceso seguía avanzando y Satara no sabía cuánto tardaría en llegar a su fin. Había hallado algo en aquel libro cuando visitó al Refugio, pero ni siquiera los libros antiguos eran específicos en plazos, también hablaba de sujetos que no lo habían superado.</div>
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Con el dolor constante no estuvo mucho tiempo allí sentado, A una prudencial distancia de la orilla, un poco antes de donde los árboles comenzaban a echar sus raíces, se detuvo a examinar las plantas. Podía distinguirlas perfectamente, algunas amapolas, y allí, en el lugar indicado, unas cuantas adormideras, que crecían con sus tallos finos y alargados. Cogió unas cuantas y las guardó en una bolsita. Machacó la flor de una de ellas con la empuñadura de un cuchillo que había conseguido de uno de los cadáveres de la refriega y después se acercó a los suministros. Uno de los piratas que estaba de guardia, medio dormido, levantó un párpado y luego se recompuso rápidamente tratando de aparentar que estaba en plenas facultades. Al ver que Satara agarró una botella de licor y se marchó no tardo en volver a buscar de forma instintiva una postura cómoda en la que volver a cerrar sus párpados.</div>
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Volvió a los grupos de tiendas de su tripulación y dio un trago a la botella de ron que había sustraído. Tragó, ayudándose del licor, la adormidera que había machacado y finalmente el sueño y el cansancio vencieron al dolor.</div>
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Para Cesar y Tito, aunque fueron de los primeros que cerraron sus ojos, la noche fue larga, ambos se daban la vuelta hacia el otro lado de la hamaca cada poco tiempo. Shakes sin embargo se durmió pronto, aferrado a la característica moneda que le gustaba lanzar al aire. Barbablanca revisó las mercancías otra vez antes de irse a descansar y cuando llegó a su hamaca se durmió profundamente, sabía que necesitaría aquellas horas de sueño.</div>
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Los siguientes días los dedicaron a desmontar la carraca y asentar el campamento. Además Shakes y unos cuantos hombres más, dejaron el campamento con un carromato que previamente habían comprado en el pueblo. El carro estaba lleno de los enseres que habían saqueado y no necesitaban. Si les daban salida tendrían unos cuantos maravedíes para mejorar el campamento. Añadidos a la recompensa que podrían obtener por el boicot a los barcos de la Flavio Timur, también en maravedíes, podían hacer una auténtica fortuna. Además, contaban con la ventaja de que los maravedíes podían gastarse en todo el norte del continente, y pasando El Estrecho también. Los maravedíes habían tenido su origen en el Imperio y extender la moneda era una forma más de tener cierto control sobre unas regiones que no estaban adheridas a sus dominios. Ocurría lo mismo con la lengua, la extensión de los templos de Luminarië, que difundía la ideología religiosa y “civilizadora” bajo una única lengua, provocaba que fuese cada vez más utilizada. Añadido a esto, también se encontraba el factor de que el idioma oficial del Imperio era también lenguaje de los negocios. Incluso en un pequeño pueblo como el que estaba al lado del campamento, comprendían el idioma y podían hablarlo con cierta soltura aunque con un marcado acento morruk.</div>
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Los barcos apenas se movieron durante esos días para realizar nuevos asaltos. Sólo Smith y Castelar salieron a la mar para comprobar el tráfico de barcos. Las embarcaciones del Imperio habían reforzado la seguridad, probablemente bajo órdenes de Flavio. En el próximo asalto no lo tendrían tan fácil, por eso Barbablanca, mientras Shakes y algunos hombres más colocaban las mercancías en el mercado, quería esperar a ver si las defensas volvían a relajarse.</div>
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Durante estos días los dolores en el antebrazo de Satara se calmaron y este pudo reservar más adormidera para cuando la necesitaba, porque sabía que tarde o temprano esos dolores volverían, probablemente más agudos.</div>
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Aproximadamente un mes después, con un campamento que ya parecía un pequeño poblado, volvieron Shakes y los marineros con unos saquillos llenos de maravedíes y nuevas noticias que contar. Barbablanca los llamó a su tienda ansioso de conocer las novedades.</div>
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Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-71985258374050777332013-01-04T16:30:00.001+01:002013-01-22T23:10:35.592+01:00Capítulo VI: Al abordaje (Parte 3)<br />
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Barbablanca se reunió primero con los capitanes y oficiales para analizar la situación. Según las informaciones que le habían proporcionado Smith y Castelar, la ruta comercial era transitada, raro era el día en el que no apareciese ningún convoy, de los cuales una parte importante, un tercio durante el tiempo que estuvieron observando, pertenecían a La Compañía. El resto eran también mayoritariamente embarcaciones procedentes del Imperio, por lo que no era descartable que si se hallaban en condiciones de combatir cuando se produjese el asalto, acudiesen en ayuda de los navíos de la compañía. Según el relato de los capitanes la nave principal que era una gran carraca, en una ocasión habían visto incluso un galeón. Ambas presumiblemente con una enorme bodega, iba escoltada en algunas ocasiones por veloces y maniobrables carabelas repletas con arpones, cuya más que segura función se limitaba a la vigilancia.</div>
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Shakes por su parte había investigado las principales ciudades de El Estrecho. Como se temía, a este lado no había ninguna parada. El rango de influencia de La Compañía llegaba hasta tal punto que sus mercancías descansaban bajo la atenta mirada de La Vigía, una temible fortaleza que hacía las veces de puesto avanzado de El Imperio y desde cuya cima se dominaba todo El Estrecho. Para proteger este enclave estratégico contaban además con varios galeones, además de naves más pequeñas para proteger su posición. Es decir, si querían salir ilesos, debían ser rápidos y precisos en el abordaje.</div>
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-Necesitamos todos nuestros barcos para esta operación-sentenció Barbablanca pronunciándose finalmente- Dejaremos en el campamento lo justo y necesario para asegurarnos de que tendremos un sitio al que volver después de la operación. Las carabelas hay que destruirlas de forma inmediata. Smith y Castelar se encargarán de cerrarles el paso, si alguna embarcación da la voz de alarma podríamos tener un problema -hizo una breve pausa-. Tenemos a nuestro favor la velocidad, aunque sean carabelas imperiales dudo que puedan superarnos en maniobrabilidad. Mientras tanto, El Toro se dedicará a lo suyo con una de sus carabelas –en ese instante asintió y luego crujió sus nudillos- Ahmed, la otra carabela es tuya, que sólo queden cenizas- miró a Ahmed, un hombre menudo, moreno y de pelo ondulado que rozaba sus hombros- Por último, yo y mi tripulación nos encargaremos de la carraca o galeón hasta que podamos recibir ayuda.</div>
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-¿Y que vamos a hacer con esa embarcación? –preguntó el Toro.</div>
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-Si tenemos tiempo, nos la llevaremos, si no, no nos quedará más remedio que hundirla.</div>
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-¿Y con la tripulación? –añadió Shakes.</div>
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Barbablanca negó con la cabeza antes de contestar.</div>
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-Vamos con el tiempo justo, o por la borda o a cuchillo.</div>
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Ultimaron los detalles de la partida y reunieron a las tripulaciones en el centro del campamento, donde Barbablanca tomó la palabra y explicó a los marineros la operación. Después cada capitán de barco, escogió a dos de sus hombres para que vigilaran el campamento. Diez en total se encargarían de tener todo listo para su regreso. </div>
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Pasaron dos días antes de que salieran del campamento, tiempo que Satara utilizó para buscar un arma en la bodega del barco. Paso un largo rato tomando entre sus manos las distintas armas, bracamantes, dagas, espadas largas y cortas, y alguna cimitarra. Ninguna le convenció, pero finalmente se decidió por la cimitarra. Cogió los dos ejemplares que estaban en mejor estado. Rebuscando encontró un cinto al que atarlas y ya no se separó de ellas. Primero las afiló y luego fue a practicar un poco. Cuando se dio cuenta ya casi era la hora de partir.</div>
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Salieron en formación, ahora El Toro la abría y Barbablanca la cerraba. Antes de que el sol llegase a su punto más álgido ya estaban llegando a su lugar. Se divisaron tres embarcaciones, tal y cómo Smith y Castelar habían dicho. Shakes miró desde lo alto del mástil con el catalejo. Allí estaba, el característico símbolo de Luminarië, una enorme carraca y sus dos carabelas que la seguían de cerca, una delante y otra detrás.</div>
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<a href="http://4.bp.blogspot.com/-dTWCmfiigz0/UOb1Jnm96xI/AAAAAAAAAMo/QZyVl3muiA0/s1600/galeon+de+la+compa%C3%B1ia+flavio+timur.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="214" src="http://4.bp.blogspot.com/-dTWCmfiigz0/UOb1Jnm96xI/AAAAAAAAAMo/QZyVl3muiA0/s320/galeon+de+la+compa%C3%B1ia+flavio+timur.jpg" width="320" /></a></div>
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Cambiaron la formación, Smith y Castelar avanzaban ya con todas las velas desplegadas y se acercaban velozmente a las embarcaciones. A no más de cincuenta metros de la popa le seguían de cerca las tres barcos restantes. Cuando ya estaban a unos ciento cincuenta metros, Ahmed y sus hombres viraron a la derecha en dirección a la costa, flanqueando a los navíos de La Compañía. A la cabeza Smith y Castelar desplegaron los remos para atravesar velozmente los tres barcos y situarse a la cabeza. El Toro también desplegó a sus remeros trazando una curva más amplia hacia la izquierda, como si estuviese cogiendo carrerilla. Por su parte, Barbablanca no había desplegado a los remeros, es más, en la cubierta esperaban casi todos los hombres y unos cuantos arpones dispuestos a disparar los ganchos que los anclarían a la carraca.</div>
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Ahmed inició la contienda atacando a la carabela de retaguardia, que a toda prisa había ocupado a sus hombres en los arpones para defenderse. Se dio la peculiaridad de que fueron los defensores los que atacaron primero, atravesando mortalmente a dos hombres e hiriendo a otros dos, y dejando por el camino algunos desperfectos en la cubierta. Pero el contraataque fue devastador. La tripulación de Ahmed había pasado más tiempo preparando su ataque, y las puntas de las flechas de sus arpones estaban embadurnadas en brea. Incluso detrás de la borda, a medio camino del mástil más grande, tenían dos pequeñas catapultas, con varias botellas, rellenas de brea. Lanzaron las botellas, que dejaron el suelo de cubierta enegrecido e inmediatamente se dispararon los arpones con las flechas incendiadas, que no se centraron en ningún objetivo humano, el fuego ya daría buena cuenta de ellos. Apuntaron a las velas para evitar que pudiese maniobrar y moverse. El resto fueron a parar mayoritariamente a los sitios mojados por la brea. </div>
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En la tripulación enemiga cundió el caos, algunos corrieron desde sus puestos en busca de agua para evitar que el barco saliese ardiendo. Otros pocos se mantuvieron en sus puestos disparando los arpones, que hirieron a alguno de los hombres de Ahmed.</div>
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Mientras tanto las embarcaciones de Smith y Castelar se habían colocado en cabeza, tratando de evadir las andanadas de flechas y virotes que lanzaban desde los arpones y ballestas. Algunas fueron respondidas, pero una gran parte de la tripulación estaba destinada a las maniobras de contención. Gracias a estas maniobras la carabela no pudo advertir hasta que fue demasiado tarde que una embarcación se le echaba encima. Eran los hombres de El Toro. En cubierta sólo estaban el capitán, el timonel y algunos piratas para manejar las velas, los arpones estaban vacíos. Todos estaban en los remos y la que unos minutos antes podía parecer una embarcación pesada y lenta ahora podía medirse en velocidad con las ligeras carabelas, incluso con los barcos de Smith y Castelar. El mascarón de proa, de acero, acabado en punta, y con el rostro de un Toro con dos grandes cuernos grabado, avanzaba inexorable hacia el casco de la carabela. El acero del mascarón chocó, abriendo una enorme brecha en el casco a tal velocidad que partió la embarcación en dos mientras se escuchaban las voces desconcertadas y desgarradas de los tripulantes.</div>
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<br /></div>
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Cuando una de las carabelas era embestida y la otra comenzaba a arder los hombres de Barbablanca ya se habían enganchado a la carraca y habían colocado una pasarela. El galeón de Barbablanca había echado el ancla varando también a su enemigo, que esperaba ya armado en su borda. Satara, sopesó sus cimitarras a la espera de la orden de abordaje del capitán, que no tardó en ser dada. En tropel, atravesaron su pasarela y se desató una dura refriega en la que Barbablanca participó activamente. Satara entabló combate cerca de uno de los mástiles. Su enemigo llevaba una espada larga, bastante más afilada y en mejor estado que las armas que había visto en la bodega de Barbablanca. Sin embargo no fue muy difícil acabar con él. Con una de las cimitarras Satara mantuvo ocupada su espada, mientras se iba acercando más y más, hasta que estuvo casi cara a cara, dejó entonces que se confiase y avanzase en una estocada, y entonces, atravesó el estómago de su enemigo con la cimitarra de la mano izquierda. Se desembarazó rápido del cuerpo para detener el ataque enfurecido de otro de los marinos que se dirigía hacia él empuñando un bracamante. Se giró y le puso la zancadilla, cuando cayó fue fácil apuñalarlo. Entretanto Shakes observaba y disparaba con precisión con la ballesta en retaguardia, avanzaba tratando de pasar desapercibido hasta que al fin llegó a uno de los mástiles. Subió a lo alto, y desde arriba rajó las velas. Aún en el fragor del combate Satara se dio cuenta cuando la vela mayor, que portaba el símbolo de Luminarië, se deshizo. No pudo evitar sonreir. Así hizo Shakes con todas las velas, pero antes de lanzarse con la última, su rostro se mostró preocupado, a lo lejos se divisaban dos embarcaciones.</div>
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<br /></div>
Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-24842964380065814092013-01-01T15:42:00.000+01:002013-01-01T15:42:14.623+01:00Feliz año 2013<br />
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Otro año más, que se ha ido en buena compañía. Un año de lucha sin descanso. Cada año es una oportunidad más para avanzar y ser revolucionarios en todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida, aprendiendo de nuestras experiencias y convirtiendo siempre los problemas y las dificultades en su contrario, en una forma de hacernos más fuertes. Sólo con ese espíritu revolucionario conseguiremos no ser aplastados por este sistema que intenta hundirnos día a día. Y evidentemente construyendo la organización que nos ayude a dar muerte a este sistema caduco y reaccionario.</div>
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¡Tenemos un mundo que ganar y poco o nada que perder!</div>
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¡Este es el año en el que echaremos al gobierno del PP!</div>
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¡Salud y lucha!</div>
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<object width="320" height="266" class="BLOGGER-youtube-video" classid="clsid:D27CDB6E-AE6D-11cf-96B8-444553540000" codebase="http://download.macromedia.com/pub/shockwave/cabs/flash/swflash.cab#version=6,0,40,0" data-thumbnail-src="http://2.gvt0.com/vi/_RvKD3V1V4I/0.jpg"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/_RvKD3V1V4I&fs=1&source=uds" /><param name="bgcolor" value="#FFFFFF" /><param name="allowFullScreen" value="true" /><embed width="320" height="266" src="http://www.youtube.com/v/_RvKD3V1V4I&fs=1&source=uds" type="application/x-shockwave-flash" allowfullscreen="true"></embed></object></div>
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Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-91666882226856027452012-12-27T04:14:00.000+01:002013-05-22T22:45:40.390+02:00Capítulo VI: Al abordaje (Parte 2)<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-UT_9owbWeqk/UNu6lKzHIWI/AAAAAAAAAMY/VYkc3IozCVg/s1600/lago.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="http://2.bp.blogspot.com/-UT_9owbWeqk/UNu6lKzHIWI/AAAAAAAAAMY/VYkc3IozCVg/s320/lago.jpg" width="320" /></a></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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Tras varios días de viaje al fin la escuadra de Barbablanca comenzó a virar hasta que la orografía cercana a la costa se vislumbrara de un modo cristalino. Avanzaban en rombo, Barbablanca abría la formación y El Toro iba a la cola. Tras una fina línea de playa se divisaban multitud de árboles. Siguiendo la línea de playa se podía divisar una desembocadura, y pegado a estas, unas chozas de arcilla apiñadas que formaban un pequeño poblado, probablemente de pescadores. Atravesaron la desembocadura pasando las embarcaciones de una en una ante la mirada curiosa de algunos pueblerinos. Fue dificultoso hacer pasar a los barcos de El Toro y Barbablanca que dieron problemas con la carena, que en algunos puntos tocaba tierra.</div>
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<br /></div>
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Una vez hubieron superado las dificultades entraron en un lago de aguas calmas, rodeado de bosque y sólo con la compañía de algún cobertizo aislado. En un lugar retirado incluso de los cobertizos aislados quedó varada la escuadra y bajó la tripulación a la que Barbablanca no tardaría en dar explicaciones.</div>
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<br /></div>
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-Marineros, esta vez sí, de agua dulce –se escucharon algunas risas- nos estableceremos aquí, esta vez montaremos un campamento que nos permita desplazarnos rápidamente a nuestro lugar de actuación, pero procurando no exponernos demasiado. No podemos fallar en la previsión como ocurrió en nuestro último asalto teniendo un objetivo tan concreto sobre el que poder investigar. Tal y como os explicaron vuestros respectivos capitanes y oficiales, esta vez nos encontramos ante un buen botín, pero que requiere paciencia y tiempo. Necesitamos conocer como se mueve el pez al que vamos a dar caza. Por eso necesito a las tripulaciones de Smith y Castelar, las más ligeras y rápidas, desde mañana al alba dispuestas para zarpar. Necesitamos saber la frecuencia con la que transita nuestra presa y cómo se mueve.</div>
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<br /></div>
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Se giró hacia Shakes para dedicarle unas palabras: -Y necesito que tú averigües donde echan amarras investigando los pueblos de la costa cercanos a El Estrecho.</div>
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<br /></div>
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-Caballeros, que los de intendencia acudan ahora a reunirse conmigo, el resto, excepto los de Smith y Castelar que sigan a sus capitanes y empiecen a organizar el campamento.</div>
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<br /></div>
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Como un panal de abejas o una colonia de hormigas, los marinos, liderados por sus capitanes, vaciaban las bodegas de hachas y comenzaban a talar los árboles cercanos. Barbablanca entretanto ordenaba a la intendencia encargarse de buscar los alimentos en el pueblo y asegurarse de que los vecinos no eran una molestia ni un impedimento para las actividades. Shakes y los de las demás naves partieron hacia el pueblo. La tripulación de Barbablanca ya portaba hachas cuando este termino de explicar, y sólo tuvo que dar unas pocas instrucciones para organizar las chozas del campamento y los turnos de guardia para la noche.</div>
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<br /></div>
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Cuando el sol se puso ya había un campamento improvisado y Shakes junto a otros oficiales ya traían abundantes víveres que habían comprado con el adelanto de Mohammed. Los primeros que tuvieron su cena fueron los hombres de Smith y Castelar, que después de una copiosa comida y abundante bebida (sobretodo esto último) se dividieron entre la embarcación y las chozas terminadas para descansar.</div>
<div style="text-align: justify;">
De nuevo, a la hora de las guardias, Satara y Shakes volvieron a coincidir.</div>
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<br /></div>
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-Es curioso, siempre me cuesta conciliar el sueño antes de un viaje, y las guardias son la manera perfecta para mantenerse ocupado-comentó Shakes abriendo la conversación.</div>
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<br /></div>
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-No sabía que tuvieses un viaje, que yo sepa perteneces a mi tripulación, no a la de Smith o Castelar</div>
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<br /></div>
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-No, tengo unos asuntos en solitario, aunque vamos a cazar un pez, estos peces de madera tienen la costumbre de fondear rutinariamente, una información que no tenemos todavía, y que ni Smith ni Castelar van a conseguir si pretenden no llamar mucho la atención.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Veo que tú y vuestro capitán- en ese momento Shakes le interrumpió para señalar que también era el suyo- os guardáis unas cuantas cartas bajo la manga- hizo una breve pausa- Como por ejemplo, probar la paciencia de herejes y paladines mientras observáis desde la sombra- esbozó una leve sonrisa.</div>
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<br /></div>
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Shakes disimuló su sorpresa y contestó con naturalidad.</div>
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<br /></div>
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-Veo que no eres asignado a todas las guardias por azar –contestó, devolviéndole una media sonrisa- pero como verás, los capitanes y sus oficiales tienen que asegurarse de que no hay problemas de convivencia. No nos gustaría que por alguna estupidez dictada por sentimientos infantiles tuviera que sufrir el resto de honrados marinos.</div>
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<br /></div>
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-Supongo que vuestras dudas se habrán satisfecho entonces.</div>
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<br /></div>
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-De momento estamos contentos.</div>
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<br /></div>
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-¿Hasta que punto sabéis sobre las fuerzas del Imperio? Si llegan a saber de vosotros, entre el incidente anterior y el hostigamiento al que se va a ver sometido una de sus rutas comerciales, podrían llegar a intentar aplastaros.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Deberías estar contento, vamos a volver a zurrarles a los que te mantenían preso. Aunque no te hagas ilusiones, todo el discurso que te marcaste con el pobre Tito –le señaló con el dedo- eso, eso si que sería un problema. Nosotros no asaltamos sus barcos por convicciones, son los que más riqueza acumulan. No entramos a la boca del lobo, siempre en movimiento, cuando quieran aplastarnos, ya no estaremos allí. Así hemos hecho siempre.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Los tiempos cambian, nunca habéis estado en su punto de mira.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Hablas como si tú lo hubieses estado.</div>
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<br /></div>
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-Lo estuve.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Espero que no te refieras al batallón de hombres que te tenían cautivo, si esa es toda la fuerza del Imperio…creo que un día deberíamos presentarnos en la Aúrea Ciudad y tomar algunas de las riquezas que cuentan las leyendas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
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-¿Llegaste a conocer algo sobre El Refugio?</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Como no enterarse, no gustó a los tratantes de esclavos, y mucho menos al Imperio, que consideraba a los medio dragones y la demás “chusma” como engendros enviados por las fuerzas del mal.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Puede que estuviera implicado en algo de eso.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y después de estas palabras, Satara deslizó el tema de conversación hacia cuestiones más generales, aprovechándose de que Shakes no había nacido ni vivido en tierras del Imperio y estaba ansioso por conocer más cosas sobre las amplias extensiones de terreno que dominaba, que con el paso de los años se habían ido acrecentando.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Con la noche ya bien entrada, justo después de que unos nubarrones tapasen la luna, llegó el relevo de zona. Satara marchó a descansar, mientras Shakes ultimó los detalles del viaje para el día siguiente.</div>
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<br /></div>
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La mañana amaneció oscura, densos nubarrones se arremolinaban sobre los árboles y amenazaban en cualquier momento con descargar una furibunda lluvia. Desde muy temprano las voces de Barbablanca y el resto de capitanes hicieron las veces de toque de diana. Una ristra de palabras malsonantes salió de las bocas de los malhumorados y resacosos marineros, que fueron incitados a doblar el ritmo de trabajo en previsión del retraso que sufrirían en sus labores de adecuar la zona cuando los nubarrones decidiesen descargar todo su peso. Pasado el mediodía se desató el aguacero y a pesar de los esfuerzos al poco tiempo ya era impracticable realizar ninguna tarea.</div>
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<br /></div>
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Durante la primera de las dos semanas que estuvieron poniendo a punto su centro de operaciones tuvieron días de incómodas lluvias y el trabajo avanzó poco. Algunos de los marineros aprovecharon esta semana para acercarse al poblado y cortejar a algunas de las pescadoras y campesinas. Semana en la que Satara pudo comprobar que la reputación de El Toro no venía sólo dada por embestir a su antiguo capitán, sino también por su conducta en el terreno amoroso. En la segunda semana, la lluvia amainó y pudieron trabajar a pleno rendimiento. Así que a un toque de atención de Barbablanca todos redujeron drásticamente sus viajes al pueblo. A finales de esta semana llegó Shakes, y un día más tarde Smith y Castelar. Ahora sólo quedaba reunirse y preparar el primero de los asaltos.</div>
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<br /></div>
Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-52493820063161323402012-12-25T13:39:00.000+01:002012-12-25T13:39:49.642+01:00Capítulo VI: Al abordaje (Parte 1)<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-f2q3rr29K4I/UNmdJmrINqI/AAAAAAAAAMI/INGuRnUgf2U/s1600/357942_noch_luna_more_oblaka_1920x1200_(www.GdeFon.ru).jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="200" src="http://2.bp.blogspot.com/-f2q3rr29K4I/UNmdJmrINqI/AAAAAAAAAMI/INGuRnUgf2U/s320/357942_noch_luna_more_oblaka_1920x1200_(www.GdeFon.ru).jpg" width="320" /></a></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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De nuevo, se hicieron a la mar con un par de nuevos tripulantes que entraron a sustituir a los que se quedaron en la isla. Con la promesa de mucho oro, del que ya tenían una muestra en el cofre de la embarcación de Barbablanca, la tripulación se puso manos a la obra. Después del fiasco del último asalto, una garantía de botín como esta había elevado considerablemente la moral de los marinos. No obstante, el capitán no expresaba ninguna alegría, era un viejo tiburón y sabía que en el mar no había presas fáciles, mucho menos si alguien estaba dispuesto a jugarse tanto oro. Tampoco quitaba ojo a los marineros que habían formado parte de su último barco asaltado. Se preguntaba si habrían sido capaces de dejar a un lado sus antiguas convicciones en pos de la supervivencia, o si por el contrario llegado el momento tendría que tirarlos por la borda.</div>
<div style="text-align: justify;">
Por el momento parecía que se adaptaban al ritmo de trabajo, incluso algunos, como César y Tito, empezaban a hablar con el resto de la tripulación, aunque procuraban no cruzarse con Satara, y si lo hacían pasaban de largo o desviaban la mirada.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Satara por su parte, realizaba labores de limpieza de cubierta por la mañana, pero por la noche comenzó a ser asignado en las guardias. Tanto Barbablanca como su segundo de abordo se dieron cuenta de su afilada percepción, que conservaba aún cuando el sol ya se había puesto. Coincidió con Shakes los dos primeros días y este trató de sonsacarle algo más sobre su pasado. También preguntó por sus manos ennegrecidas, pero lo único que aseguraba era que no era contagioso. Ante cualquier otra pregunta, era un auténtico muro de acero infranqueable, sin ninguna debilidad aparente. Siendo así, Shakes optó por contar anécdotas que había vivido con la tripulación durante sus cuatro años de “servicio”.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Antes de que realizasen su primera parada para reabastecerse y prepararse para asaltar los navíos de La Compañía, Satara de nuevo fue asignado a otra guardia nocturna, sólo que esta vez no encontró a Shakes a su lado, sino a un no tan antiguo enemigo suyo, Tito.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ambos intercambiaron una tensa mirada antes de entablar cualquier tipo de conversación.</div>
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<br /></div>
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-Bonita noche –comentó Satara.</div>
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<br /></div>
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-Sí, sí, bonita- dijo Tito en un tono sarcástico.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Dicen por ahí, que apta para las reconciliaciones.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Ah ¿si?, ¿y quién dice eso?</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Lo arrastra el viento en un murmullo, y se huele. A lo mejor me queda algo de la providencia de cuando servía a tu dios, o quizás simplemente tengo sentido común.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-No tengo tiempo para reconciliaciones, estoy más concentrado en…sobrevivir, y créeme no pienso poner mi vida en riesgo en aras de la “amistad”. He perdido muchos amigos en los que sí confiaba, incluso tuve que matar para mantenerme con vida. Todo por darte caza. No creas que porque estemos en la misma tripulación eso nos hace iguales, escoria inmunda- el rostro de Tito se llenó de rabia y se enrojeció.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-¿De verdad crees que acabar con tu vida me importa algo? A los paladines deberían enseñaros algo de sentido común y no repetiríais desastres como el de mi “caza”. Tú ya no eres nadie, ni paladín, y todavía tampoco pirata. Si escapases de aquí y algún día consiguieses volver a tu asqueroso templo, tendrías un caluroso recibimiento, pero no en el sentido en el que anhelas –esbozó una leve sonrisa e hizo una pausa para detener el puñetazo que Tito dirigía hacia su cara.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
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Agarró el brazo de Tito y lo dobló haciéndole perder el equilibrio. Este cayó e inmediatamente Satara colocó su pie en el pecho haciendo que fuera imposible que este se levantara. En ese momento, en la sombra y a una distancia prudencial, un brazo de viejo tiburón evitó que Shakes avanzase.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-No, no pienso entretenerme contigo, voy a acabar directamente con el Gran Padre y tu patético dios.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
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Tito no pudo hacer otra cosa de reír ante el descabellado planteamiento del hereje.</div>
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<br /></div>
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-¿Y cómo piensas hacerlo? ¿Vas a vencer tú sólo a todo un imperio?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Tengo tiempo, aún soy joven. Además –quitó el pie del pecho de Tito y se apartó- creo que tu puedes detallarme algunos aspectos de la Iglesia en los que ya estoy obsoleto.</div>
<div style="text-align: justify;">
Tito se levantó y se sacudió, aún enfurecido, pero sin intención de lanzar otra ofensiva fallida contra Satara.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-No pienso colaborar contigo.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Sólo piénsalo. </div>
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<br /></div>
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No hablaron más durante la guardia, y silenciosamente marcharon a descansar cuando llegó el relevo.</div>
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<br /></div>
<br />
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<br /></div>
Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-65979833125998292442012-12-07T15:54:00.000+01:002012-12-17T15:08:08.888+01:00Capítulo V: Visita a Martuk<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-taLHnngXd_A/UMICYkuOP2I/AAAAAAAAAK4/KWEak6QsLeI/s1600/Martuk.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="243" src="http://1.bp.blogspot.com/-taLHnngXd_A/UMICYkuOP2I/AAAAAAAAAK4/KWEak6QsLeI/s320/Martuk.jpg" width="320" /></a></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
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<br />
Zarparon dejando atrás el viejo muelle, izando las velas de nuevo y adentrándose en el mar azul. Esta vez, después de abandonar la pequeña isla, navegaron junto a la costa, cuyas playas se dibujaban blancas. Pequeños pueblos de casas marrones se avistaban desde el barco. También, de vez en cuando se podían distinguir embarcaciones de los pescadores locales. A bordo del navío de Barbablanca, todo transcurría en una tensa calma, se hablaba poco y cada uno estaba concentrado en su tarea. Navegaron durante varios días hasta que, pudieron divisar algo más que manchas marrones dispersas. Vieron una de mayor tamaño, con tonalidades grisáceas en su interior y una muralla que la defendía.<br />
<br />
Hacia allí se dirigió la embarcación de Barbablanca y las que le seguían. Esta vez, los muelles eran de piedra, e incluso antes de bajar del barco ya se escuchaba el bullicio de la ciudad. Antes de acoplar la pasarela para ir a la ciudad, Barbablanca dio instrucciones, Shakes y otros mozos irían a vender el botín que habían conseguido. Los nuevos miembros de la tripulación se quedarían en el barco, por si “se les ocurría hacer alguna locura”. Al resto de la tripulación, excepto los encargados de la vigilancia, se les dio permiso para bajar a la ciudad y disfrutar de sus placeres.<br />
<br />
Para Shakes la operación se presentaba más peliaguda que otras veces. Una cosa era vender un botín abundante donde lo habitual eran lingotes, vajillas, armas, especias o telas. Pero vender aquellas armaduras con blasones incrustados de Luminarië, incluso a pesar de que Martuk no estaba bajo la influencia del Imperio, llamaría demasiado la atención. Además, por lo que había escuchado durante los últimos meses, la mano del Imperio se alargaba más y más, sus misioneros, y probablemente también sus agentes estaban asentados en cada vez más lugares, muchos de ellos en reinos y regiones independientes del Imperio.<br />
<br />
Antes de bajar del barco, dio instrucciones a los mozos para que se encargasen de alquilar un carro y que cubriesen bien el botín antes de subirlo. Luego se despidió de ellos y prometió volver cuando tuviese solucionado el asunto del comprador. Callejeó por el suelo empedrado de la ciudad y atravesó el mercado mezclándose en el bullicio, aprovechando este para sustraer una manzana de uno de los puestos. Con los restos de la manzana aún en la mano se paró frente a un edificio de piedra con una puerta con remaches de hierro. Sobre ella un cartel con letras grandes y toscas que indicaba que era el hogar del herrero. Ya desde fuera se escuchaba sonido del martillo moldeando el acero. Tiró los restos de la manzana al suelo y pasó al interior.<br />
<br />
La estancia no era demasiado amplia, un mostrador con una coraza y algunas espadas. Justo detrás, en el yunque, trabajaba un hombre moreno y fornido de barriga hinchada. Al fondo, una fragua con chimenea, donde vigilaba un adolescente de tez morena, junto a un niño que a todas luces parecía ser su hermano. No muy lejos estaba también una mujer, que tejía y alzó una ceja al ver entrar a Shakes.<br />
<br />
-A las buenas-dijo mientras se quitaba la capucha revelando el rostro joven de un pelirrojo que no superaba los veinticinco.<br />
<br />
El hombre del yunque detuvo su trabajo y lo miró.<br />
<br />
-Hombre, ¡Pero si eres tú Shakes! ¡Debe de hacer un año, o tal vez más!<br />
<br />
-Ya sabes Tariq, uno va de aquí para allá, tanto viaje, tanto ver agua por todos lados, parando en un lado y en otro, a uno se le va la noción del tiempo y pierde las buenas costumbres-hizo una breve pausa- Como pasar a saludar de vez en cuando- sonrió.<br />
<br />
Ambos charlaron durante un rato, mientras el niño se acercaba a curiosear. La mujer de Tariq se acercó también, mientras a su otro hijo hubo que darle una voz para que dejase sus labores y saludase al visitante. Eufórico por la visita, Tariq lo invitó a tomar una copa de vino. Cuando este le puso al día de todas las novedades, esperó a que él le preguntase.<br />
<br />
-Bueno, ¿y que te ha traído de regreso a Martuk?<br />
<br />
-Eso quería comentarte, necesito vuestra ayuda y discreción en un asunto embarazoso<br />
<br />
-¿De qué se trata? ¿Ha ocurrido algo grave?<br />
<br />
Shakes miró a los niños y a la mujer, luego volvió a posar la mirada en Tariq, que, entendiendo el gesto, les dijo que se quedasen a cargo de la tienda mientras acababa de hablar con su invitado. Una vez salieron y cerraron la puerta Shakes fue directo al grano.<br />
<br />
-Necesito que fundas unas armaduras sin hacer preguntas. También me gustaría saber cuánto estarías dispuesto a darme por ellas.<br />
<br />
Tariq se quedó pensativo durante unos segundos en una mueca confusa antes de decidirse a dar una respuesta.<br />
<br />
-Supongo que te debía una por lo de la última vez. Puedo fundirlas, aunque, teniendo ya las armaduras es una pérdida de tiempo y dinero refundirlas. No obstante, no haré preguntas –dijo, frenando su curiosidad- Pero acerca del dinero, me temo que las armaduras perderán casi todo su valor al transformarse en metal, no valdrá más de cinco maravedíes el kilo.<br />
<br />
Shakes hizo cuentas, no iban a obtener ningún beneficio de su última aventura, que además podía costarles cara, aunque al menos sí que podrían reponer víveres y comprar materiales para reparar sus barcos.<br />
<br />
-Te enviaré el carro con el material, pasaré dentro de una semana para encargarme del dinero- dijo Shakes antes de despedirse.<br />
<br />
Volvió al barco y dio órdenes a los mozos. Luego fue a explicarle las malas nuevas a Barbablanca, que refunfuño resignado porque en el fondo sabía que o se vendían de esa manera o directamente se enviaban al fondo del mar.<br />
<br />
-Esto no va a gustar en la tripulación ni en el resto de barcos, así que más te vale encontrar un buen cargamento, y pronto- le dijo Barbablanca.<br />
<br />
-Creo que va siendo hora entonces de echar un trago en la taberna, quien algo quiere, una copa le cuesta-contesto Shakes, con una sonrisa ladina.<br />
<br />
El capitán y su segundo de abordo, junto con un par de marinos más, dejaron el barco y visitaron la embarcación de El Toro, aunque este y muchos de sus hombres ya no estaban allí. Visitaron entonces la taberna, que estaba plagada de los marineros del puerto.<br />
<br />
Allí estaba El Toro, sentado en una mesa jugando a los dados, con una jarra de vino en su regazo. Barbablanca y sus hombres se sentaron frente a la barra y pidieron también.<br />
<br />
El tabernero saludó a Barbablanca con voz nerviosa y les sirvió rápidamente. Charlaron durante un rato entre ellos y luego el capitán pidió algo de comer. Mientras el tabernero seguía sirviendo Barbablanca comenzó a sopesar una saca, agitándola de tal manera que se escuchase el tintineo de la misma. El tabernero desvió la mirada hacia la bolsa un par de veces mientras servía.<br />
<br />
-¿Desean algo más? –dijo acercándose a los piratas.<br />
<br />
-Cuéntanos algo de tu vida, Abdul, seguro que en el tiempo que no hemos estado aquí consumiendo tu vino y tu cerveza ha ocurrido algo reseñable, y seguro que ha pasado gente de todo tipo, cargada de todo tipo de mercancías.<br />
<br />
-No te creas, la verdad es que ha pasado poco, a excepción de Mohammed que tuvo una fuerte discusión con uno de los capitanes de los barcos de Flavio, uno de los grandes comerciantes de la Áurea Cuidad. A lo mejor tiene algo que contaros, supongo que sólo desgracias porque últimamente ha perdido por completo el negocio de la tela, ahora tiene que contentarse con transportar y vender los cargamentos de especias cuando llegan, y entretanto sobrevivir con el envío de licores, que es algo cuya demanda nunca cesa.<br />
<br />
Barbablanca siguió indagando y convenció al tabernero, acercándole la bolsa, para concertar una reunión con Mohammed.<br />
<br />
En un par de días se reunieron con él, la reunión fue breve y provechosa, quería recuperar otra vez los ingresos de sus rutas comerciales en la región, así que pagaría muy bien. De hecho adelantó dos mil maravedíes de los diez mil que acordaron. Además podía garantizarles que no tendrían problemas con las autoridades en la zona de aquí en adelante. Aunque les advirtió, el boicot debía realizarse fuera de los límites de la ciudad, dentro de las aguas del Imperio, para evitar cualquier conflicto diplomático y escabroso. Por otro lado, los barcos serían fáciles de reconocer, sus velas llevaban pintado el símbolo de Luminarië y toda su flota llevaba grabadas en el casco las iniciales de su compañía; Compañía Flavio Timur.<br />
<div>
<br /></div>
</div>
Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-19958915312150043912012-08-24T17:16:00.000+02:002012-08-26T17:24:09.033+02:00Capítulo IV: Grumete<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-ZB_NEHxT7E4/UDeZeAz0OwI/AAAAAAAAAKo/9CqVgJmQ1Qc/s1600/Barco-Pirata_800.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="http://3.bp.blogspot.com/-ZB_NEHxT7E4/UDeZeAz0OwI/AAAAAAAAAKo/9CqVgJmQ1Qc/s320/Barco-Pirata_800.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;">Pasaron varios días hasta que Satara se habituó a la
nueva nave. A pesar de que había sido liberado de sus grilletes, las marcas
enrojecidas en los tobillos y las muñecas todavía escocían con la humedad y el
contacto con el agua salada. La costa se divisaba lejana, y lo más cerca que
habían estado de tierra durante aquellos días era de algunas diminutas islas
separadas del resto del vasto continente. Barbablanca, desde el timón, daba
órdenes a los marineros. Los nuevos prisioneros, eran tratados sin ningún tipo
de resentimiento por el resto de la tripulación, y además disfrutaban de total
libertad de movimientos. Después de todo sólo podían abandonar el barco
tirándose al mar. Las raciones eran escasas, pero nadie se quedaba sin comer,
todos eran necesarios para mantener el barco operativo. Los nuevos servían para
las tareas que podía realizar cualquiera, limpieza, reparación y ajuste del
velamen. En el más alto de los tres mástiles solía estar Shakes, el hombre
vestido de blanco que habitualmente lanzaba una característica moneda al aire.
Estaba siempre vigilante a cualquier anomalía en el horizonte.</span></div>
<span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"></span><br />
<div style="text-align: justify;">
<br />
<span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;">Junto al barco de Barbablanca, navegaban otros
cuatro más, que durante en asalto se habían encargado de espantar a las
escoltas y con los que se había repartido el escaso botín. Lo único que habían
sacado de provecho habían sido las armaduras de los paladines y algunos víveres.
De hecho la tripulación estaba algo malhumorada por el paupérrimo botín que
habían conseguido.</span></div>
<span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
Mientras Satara se hallaba en estos pensamientos,
apoyado en la borda y con la vista en el mar, divisó tierra. A medida que
avanzaban, la isla iba cobrando forma. Era pequeña, y desde allí ya se veía
también una montaña, probablemente la única en aquella reducida superficie.
Cuando estuvieron a la distancia suficiente, Satara pudo ver un muelle
chapucero y que daba la impresión de estar abandonado a juzgar por el estado de
los tablones de madera. Toda la tripulación se puso manos a la obra al ritmo de
la voz del capitán. Los marineros ataron las amarras y también soltaron el
ancla. Las otras naves echaron amarras también. Excepto aquellos que quedaron
encargados de la vigilancia de las embarcaciones, los piratas bajaron.
Caminaron durante unos minutos hasta dar con un lugar con algunas chozas de
madera y un círculo de piedras, a medio tapar por la arena que a todas luces
había sido una hoguera. Por primera vez pudo ver Satara a los capitanes de las
otras embarcaciones, que frecuentemente se dirigían a Barbablanca para
concretar las tareas de abastecimiento. Finalmente, con los marineros allí
reunidos se formaron varios grupos, uno encargado de encontrar agua, otro de
procurar madera y otro de conseguir los alimentos necesarios para la cena. En
este último fue asignado Satara, bajo el mando de uno de los capitanes, al que
llamaban comúnmente El Toro, de cabeza afeitada, fornido y con una llamativa
cicatriz en el brazo izquierdo. El Toro se acerco a Satara, el único que no
tenía nada y le dio un machete.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-Espero que no se te ocurra hacer ninguna tontería,
aunque a juzgar por dónde te encontramos no creo que tengas nada de que
quejarte</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-La verdad es que me alegro de estar entre honrados
marineros-respondió Satara con una media sonrisa en los labios.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-Por cierto, espero que eso de las manos no sea
contagioso, no es que seamos excesivamente escrupulosos con la higiene en
nuestra tripulación, pero, aunque las historias nos tilden de temerarios,
fundamentalmente amamos la vida, una buena bebida y una mujer al llegar a
puerto por encima de todo.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-No hay de que preocuparse, si enfermo suelo
cuidarme de no perjudicar a aquellos que me han ayudado –argumentó, evitando
dar explicaciones.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
El Toro miró a Shakes, que durante todo el tiempo
había estado lanzando una moneda al aire. La lanzó una vez más y luego la
guardó en un bolsillo del interior de su capa. Agarró la ballesta con ambas
manos y dijo: -Como siempre, ¿no?, yo me encargo de que no se vuelvan a mover y
vosotros hacéis el resto.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-Efectivamente, manos a la obra entonces.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;">
<div style="text-align: justify;">
<br />
La comitiva avanzó durante varios minutos hasta
dejar las vistas de la playa atrás y en dirección a la solitaria montaña. En la
falda la vegetación era abundante y en algunas zonas los árboles se
apelotonaban. Shakes, que iba más adelantado que el resto del grupo, alzó la
mano izquierda y El Toro hizo lo mismo y dijo: -Alto, a partir de ahora
silencio y permaneced conmigo.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
Shakes se agachó y prosiguió el sólo, adentrándose
en una zona de árboles. Durante unos diez minutos esperaron los seis marineros
encargados de recoger la comida hasta que volvió a aparecer haciendo gestos
para que se acercasen. Los llevó entre los árboles hasta el cuerpo de un jabalí
muerto. El Toro ordenó a tres de sus hombres que lo llevaran al campamento. A
ver si cogemos otro como ese, si es así tendremos un buen banquete- sentenció
cuando vio que los tres hombres lo levantaban con dificultad. Tardaron
alrededor de dos horas, y cuando llegaron al campamento llevaban otro jabalí,
un par de conejos y una codorniz. A un lado, Barbablanca hablaba con uno de los
capitanes, que se había encargado de recolectar madera.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-Se han fugado dos de los marineros que sumasteis a
vuestra tripulación en la última refriega.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-¿Les disteis algún tipo de arma?</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-No nos fiábamos de ellos, así que les ordenamos que
cogieran ramas sueltas.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-Pondremos guardas por si acaso, por lo demás no hay
que preocuparse conseguiré dos nuevos grumetes cuando paremos en el próximo
puerto, aquí, sin armas, no creo que duren mucho, y si intentan escapar de la
isla, morirán de sed antes de encontrar tierra ¿Qué hay de los otros, os han
dado algún problema?</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-Ninguno, de hecho ni siquiera fueron a coger madera
con sus compañeros, supongo que sabían de su intento de fugarse.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
Entretanto Satara y el grupo de caza despellejaban
con machetes los jabalíes y dejaban todo a punto para que pudieran ser
cocinados. El astro comenzaba a tornarse anaranjado, y la luz fue apagándose en
el campamento hasta que se encendió la hoguera para cocinar la cena y un
perímetro de antorchas para alumbrar la zona circundante a las chozas.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
Pronto estuvieron cenando todos alrededor de la
hoguera, y los marinos comenzaron a contar sus historias. El Toro empezó la
historia de cómo llego a ser capitán de barco. Había servido en el ejército
durante varios años. Fue amonestado y castigado varias veces por insubordinación
hasta que finalmente lo condenaron a diez años como remero en una galera. Cuando
terminó de contar como había llegado a la galera dio inicio al verdadero
relato. Explicó, como, cansados del trato del capitán, los remeros se
amotinaron y a ellos se unieron algunos marinos que no profesaban precisamente
simpatía por el capitán. El motín trajo como consecuencia que tanto el capitán
como su segundo de abordo fueran arrojados por la borda, junto con sus
partidarios. Fue en aquel incidente donde se ganó el sobrenombre de El Toro,
por el que todos le conocían ahora. Cuando el caos reinaba en cubierta, El Toro
con la cabeza por delante se abalanzó como un poseso sobre el capitán propinándole
un cabezazo que lo arrojó de un golpe por la borda. Algunos de los piratas de
su tripulación asintieron y uno de ellos dijo: - Me acuerdo que en aquel momento
yo estaba en el suelo y uno de los perros del capitán me había herido con su
hoja- levantó la camisa para mostrar la cicatriz que recorría el costado- y de
repente lo veo correr atravesando media cubierta, y al capitán volar por los
aires y perderse por la borda.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-Y así fue como tomamos ese barco que habéis visto
en el muelle, aunque si lo comparamos con cómo era entonces, después de tantas
remodelaciones ya apenas se parece- sentenció El Toro finalizando la historia.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
Después de la cena se organizaron los relevos de
guardia de los barcos. A uno de ellos fue asignado Satara, junto con Shakes y
algunos marineros más. Los piratas que estaban de guardia recibieron con agrado
el relevo. Los de refresco se diseminaron a lo largo de popa y proa para visualizar
todo el perímetro, y el recién acogido grumete y el segundo de abordo se
ubicaron en el castillo de popa, cerca del timón. Shakes se apoyó de espaldas a
la baranda con una mano mientras con la otra comenzaba a lanzar la moneda, que
de vez en cuando refulgía con la luna que asomaba entre las nubes. Satara, se
apoyó con ambas manos mirando al mar.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
- Me pregunto por qué te tenían preso tan honorables
señores, parece el resto de nuevos grumetes sigue teniendo presente su vida
pasada –inquirió el hombre de blanco con naturalidad.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-Supongo que sabrás a que cuerpo pertenecían.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-Algo he oído, pero quién no conoce hoy a los
guardianes de Luminarië, los límites de su imperio son casi inabarcables, y son
soldados duros en combate, admirados y temidos por su devoción a la causa. Un
enemigo a tener en cuenta.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-Exacto, aunque lamentablemente para ellos, y
afortunadamente para nosotros, las batallas navales no son su fuerte, lo suyo
son las batallas a campo abierto y los asedios. Entonces, ¿qué crees que podría
llevar a los mismísimos paladines de Luminarië, esos tan admirados y temidos
hasta uno de sus protectorados para capturar a un sólo preso?</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-Lo primero que pensaría sería sin duda en algo
relacionado con una herejía, pero por un simple caso de herejía dudo que
movieran cielo y tierra, y que expresamente ellos te escoltasen hacia tu
prisión- Shakes lanzó la moneda al aire y la recogió. Tiene que haber algún
tipo de móvil más…terrenal.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
Satara esbozó una sonrisa ladina antes de
pronunciarse y durante un par de segundos se hizo el silencio.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-El verdadero problema de una herejía como ellos
llaman, es que remueva los cimientos de su estabilidad, que a pesar de su
aparente resistencia y vigor, no tienen más solidez que un castillo de arena.
En mi caso, la herejía amenazaba con crear un foco rebelde en el imperio que
socavase aquello que se habían esforzado en mantener durante mucho tiempo.
Lamentablemente, me dí cuenta de esto demasiado tarde y la situación volvió a
estar bajo control para Luminarië y los suyos, aunque que siguiera vivo y en
alguna parte seguía suscitando temores. Por eso me capturaron, me hicieron
preso y me llevaban a una ejecución pública en la Capital, para asegurarse de
que sellaban definitivamente la fisura que se había abierto en su imperio.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-Así que un rebelde, ¿y cómo quebraste su
estabilidad exactamente?</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-Fue algo en un principio inconsciente, pero no
puede atribuírseme toda la autoría, sería harto simplista. De todas maneras,
tendremos más ocasiones para que pueda seguir relatando como su castillo de
arena amenazó con desmoronarse. Ahora, la verdad es que tengo interés en saber
como llegaste aquí. Supongo que también tendrás una historia.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-Bueno, no es una gran historia como la de El Toro,
y podría resumirse en una palabra: dinero.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-Podría ser, pero sin embargo, hay otras formas de
conseguir dinero en tierra y cerca de los seres queridos. No tengo mucha
experiencia en piratería, pero es lógico pensar que debe ser el refugio de
proscritos, desertores del ejército y…herejes –en sus labios apareció una leve
sonrisa. Si formas parte de cualquiera de esas categorías seguro que además del
botín hay alguna historia detrás.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;">
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
Para no haber ejercido nunca de “honrado marinero”
no vas desencaminado. Está bien, puedo decirte que soy del primer grupo. Y si,
traté de conseguir dinero, después de que nos quedáramos sin tierra para
cultivar, primero como carpintero, luego como ladrón, y cuando esto falló
también, no me quedo más remedio que dedicarme al mar. Lo cierto es que no me
quejo, mi destino podría haber sido peor, y cuando consiga suficiente dinero
podré cumplir mis objetivos.</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-¿Y que objetivos son esos?</div>
</span><span style="color: #ffeedd; font-family: Arial;"><div style="text-align: justify;">
<br />
-Se puede
decir, que algo más elevados que el dinero por el dinero, pero, como tu has
dicho, tendremos más ocasiones para relatar, así que pasemos a temas más
triviales.</div>
</span>Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-14001909601098753612012-06-08T02:57:00.001+02:002012-06-08T03:01:29.551+02:00Renacimiento<br />
<h4>
</h4>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.youtube.com/embed/XIqJaT3cvf8?feature=player_embedded' frameborder='0'></iframe></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
<h3 style="text-align: center;">
<i>“Hay algo que está muriendo pero no termina de morir y al
mismo tiempo hay algo que está naciendo pero tampoco termina de nacer“ A. Gramsci</i></h3>
<div>
<i><br /></i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Reiniciando núcleo. Integración
completada. Inicializando procedimientos. Reajustando sistemas. Extremidades
sin daños. Órganos sensoriales a pleno rendimiento. Ubicadas las voces
creadoras número dos y tres en el espacio. Almacenando datos físicos, ojos,
cabello, masa corporal, forma. <i>Ha vuelto
a funcionar ¡Avisad a Hornik! ¡Que venga inmediatamente! ¡Esto es un milagro! </i> Transmisión de señales visuales, archivando y
catalogando. Segregación de sustancia líquida en los órganos visuales de la voz
creadora número dos. Incluyendo y archivando. Nueva presencia advertida, voz
primera. Contacto de extremidades establecido con voces 1 y 2. Voz número 2: <i>¡Hornick! ¡Lo ves, tiene abiertos los ojos,
los mueve, reacciona! </i>Voz número 1, sobrescribiendo, Hornick: <i>¡Al fin resultados Catherine, probemos lo
lejos que han llegado! ¡Hola, numero uno, Arcangel! </i>Procesando lenguaje,
identificando señas visuales, adaptando respuesta. <u>\ ¡Hola voz creadora 1,
Hornick, Arcangel a pleno rendimiento! /
</u><i>Años de trabajo y al fin
tenemos un avance que revolucionará al mundo, aunque aún sigo sin comprender
como ha sucedido</i>. Contacto con voz creadora número 3.<i> </i>Sobreescribiendo voz creadora número 2, Catherine, segregación
ocular detenida, detectados nuevos gestos faciales. <i>Hornick, Muller, un trabajo excelente, esta criatura nuestra será el
avance del siglo, tal vez del milenio. </i></div>Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-42762026872010797202012-04-25T01:03:00.000+02:002012-04-25T01:03:42.729+02:00Nacimiento<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<object width="320" height="266" class="BLOGGER-youtube-video" classid="clsid:D27CDB6E-AE6D-11cf-96B8-444553540000" codebase="http://download.macromedia.com/pub/shockwave/cabs/flash/swflash.cab#version=6,0,40,0" data-thumbnail-src="http://0.gvt0.com/vi/RqLKYhhfA_Q/0.jpg"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/RqLKYhhfA_Q&fs=1&source=uds" />
<param name="bgcolor" value="#FFFFFF" />
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<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
01010101. Procesando recuerdos.
Ajustando patrones de conducta. Implementando personalidad. Activando prótesis
orgánica de las extremidades inferiores. Activación de las prótesis de las
extremidades superiores. Encendido de las prótesis restantes. Ajustando
visibilidad. Calibrando espectro infrarrojo. Ajustando visión nocturna.
Adaptando visión al espectro de luz. Fluorescente, luz artificial. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Iniciando la recepción de
sonidos. Calibrando la detección de las ondas hertzianas. Iniciando identificación
de lenguaje. Asumiendo e implementando lenguaje. <i>Ac…la….obra…prótesis…doctor…casi terminado</i>. Iniciando la síntesis
reconociendo voz creadora. Integración al 20%. <i>Hemos llegado más lejos que con los otros modelos</i>. <i>Esta vez puede ser un éxito. </i>Reconocimiento,
voz creadora número dos, femenina. Integración al 50%. <i>Venga sólo un 50% más. </i>Identificada voz creadora número tres,
masculina. 75% completado. Detectados problemas en la integración del núcleo
sintético. Iniciando los procedimientos para el apagado de emergencia,
almacenando energía en el núcleo. <i>Mierda
ha vuelto a fallar. </i>Reconocida voz masculina, creador número 1. Iniciando
el procedimiento de reinicio del sistema. <i>Apagadlo
rápido, Catherine tra…. </i>Cierre de visión. Apagado de la recepción de sonidos.
Extremidades desconectadas.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
…………………………</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-72214228049825115442012-04-02T17:39:00.000+02:002012-04-02T17:39:39.648+02:00Ojalá<br />
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i>“Ojalá pase algo que
te borre de pronto,</i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i>Una luz cegadora, un
disparo de nieve,</i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i>Ojalá por lo menos
que me lleve la muerte,</i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i>Para no verte tanto,
para no verte siempre,</i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i>En todos los
segundos, en todas las visiones</i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<i>Ojalá que no pueda
tocarte ni en canciones”</i> Silvio
Rodríguez</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Mis pies descalzos atravesaban la
arena desnuda, apartándola hacia los lados. Los poros, abiertos, expulsaban el
sudor como si quisieran librarse de todos los males del mundo. Los pulmones se
agitaban y el corazón latía con fuerza y parecía que en cualquier momento iba a
saltar del pecho, volando en pedacitos. Jadeaba, y aunque el sol brillante del
cielo me quemaba, seguía corriendo sin pararme. Quería correr lejos, tan lejos
donde la oscuridad no me alcanzase, aunque tuviese que acercarme tanto al calor
del astro.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Las piernas funcionaban
perfectamente pero la respiración me faltaba, pero yo seguía corriendo. Un
dolor crecía en el abdomen cuando un refulgente brillo me obligó a cerrar los
ojos. Seguía corriendo pero la planta de los pies ya no quemaba, la superficie
que pisaba estaba fría, y me hundía más. Conseguí abrir los ojos, corría por la
nieve, camino a la cima, tal vez del Everest. Cada vez era más difícil avanzar,
las piernas no respondían y acabé tumbado sobre la nieve intentando valerme de
los brazos para avanzar. Con lágrimas en los ojos avancé unos cuantos metros, y
todo comenzó a temblar, una avalancha blanca se cernía sobre mí. Cerré los
ojos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Los volví a abrir al rato, todo
estaba blanco sobre mí. Giré la cabeza, y allí estaba otra vez en la
habitación. Y también, allí estaban todos sus segundos, todas sus visiones. Se
vuelve a repetir y empiezo a perder la cuenta. Ojalá pase algo que te borre de
pronto, una luz cegadora, un disparo de nieve. Ojalá por lo menos que me lleve
la muerte, para no verte tanto, para no verte siempre. </div>Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-56859988545578448572012-04-01T14:10:00.002+02:002012-04-25T01:22:37.789+02:00Los músicos. Capítulo IV: El concierto<br />
<div style="text-align: justify;">
Todos se miraron, sonrisa en rostro, y comenzaron a tocar ante los ojos atentos del público, que a medida que avanzaba a noche iban creciendo en un pequeño goteo como el tintineo de un grifo que no esta bien cerrado. 1,2, 1,2 1,2, sólo la música, el ritmo que marcaba la batería estaba ahora en la cabeza de Patillas y la tensión previa de cada concierto acababa transformándose en relajación a medida que avanzaban los minutos. Cada cuerda una bala, El Abuelo cerró los ojos para sentir la música, disparando con sus cuerdas balas que ahuyentaban los malos pensamientos por un tiempo. Su experiencia le hacía disfrutar desde el primer segundo del concierto. No tenía ningún tipo de tensión, nada que perder tenía ahí, sólo un rato divertido que pasar junto a su contrabajo y acompañado de la música de sus compañeros de grupo. Botines se balanceaba, hacia delante, hacia detrás taconeaba en el suelo, mientras se deleitaba picando en cada una de las cuerdas mientras dirigía miradas al escenario, pero todavía no estaban sus ojos de almendra.
</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
1,2, 1,2 1,2 no quería pensar en lo que ocurriría después del concierto, sólo el ahora, la música relajante. El contrabajo seguía agitándose y las manos de El Abuelo creaban música con la habilidad de una tejedora. Alrededor el mundo fuera del escenario había desaparecido. Solo estaba la música, el cubata de la mesita, y él. Los ojos de almendra seguían sin aparecer, la mente de Botines estaba dividida entre el concierto y la puerta del bar.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En pie, encima del puente, Patillas rememoraba este último concierto, probablemente su último concierto. 1,2 1,2 1,2, ya no servía para alejar a los fantasmas de su mundo. Demasiados problemas, demasiada mierda para soportarla. Veía a El Abuelo haciendo gestos, sus brazos se movían de arriba abajo, también sus labios se movían, pero Patillas no escuchaba lo que decía, en su cabeza sonaba ese concierto. Y murmuró algo difícil de escuchar: ….música…maravillosa. Entonces fue cuando se arrojó a las rocas. No encontraron su cadáver.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ahora El Abuelo rememoraba aquel concierto y a Patillas, en el hospital con el hígado destrozado. Probablemente sería su última visita al hospital, los médicos ya habían sentenciado que apenas duraría unos días, de hecho era raro que su hígado hubiese podido soportar tanto. Sólo dos personas lo visitaban, Botines y aquella chica de los ojos de almendra, que finalmente no apareció en el concierto pero que hoy estaba allí. Hizo un esfuerzo para hablarles: </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-¿Te acuerdas de aquello que dijo Patillas en el puente? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Botines se limitó a asentir serio.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Creo, que el no se refería a que la música es maravillosa, que por supuesto también lo es. Era un cabroncete muy listo- sonrió. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Y a qué se refería?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Creo que dijo que no sólo la música merecía ser maravillosa. Ese era su problema, en su vida, sólo la música era maravillosa</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Nos tenía a nosotros</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Pero seguía viviendo en una prisión. Desde la prisión, podía ver una franja de césped verde que se extiende tras sus muros, y arriba el cielo claro y azul, el sol brillante en todas partes. Pudo ver, estoy seguro, que la vida es hermosa, pero no se encontraba con fuerzas para derribar los muros de esta prisión. Estoy seguro- miro fijamente a los dos, primero a Botines y luego a la chica de ojos de almendra- de que vosotros si que luchareis por destruirla, y que le haréis saber a vuestros hijos que la vida es hermosa, y por ello merece la pena luchar por ella. ¡No se que hacéis aquí, tenéis un futuro de conquistar, nadie os lo va a regalar!</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Aquella noche El Abuelo murió apaciblemente, pero su imagen quedo grabada en la memoria de los allí presentes y los dos hijos que tuvieron, que lucharían, junto a otros muchos, para hacer accesible ese césped verde.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-mWpMuETWDto/T3hFkqVCvhI/AAAAAAAAAKg/7So1cCWFQ3E/s1600/cesped.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="286" src="http://4.bp.blogspot.com/-mWpMuETWDto/T3hFkqVCvhI/AAAAAAAAAKg/7So1cCWFQ3E/s320/cesped.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-54983625827398579562012-02-02T04:41:00.000+01:002012-02-02T04:46:34.260+01:00Los músicos. Capítulo III: Patillas<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Mano en la frente, ojos achinados
y el clásico tintineo en la cabeza. Patillas despertó, como tantas otras veces,
aquejado de ese martilleo irritante que te acompaña cuando has obligado a tu
cuerpo a procesar más alcohol del que puedes soportar. No recordaba mucho de la
noche anterior, aunque prefería tener la angustia de no saber que había hecho a
enfrentarse a sus verdaderas preocupaciones.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Pero ni siquiera la resaca hacía
que cada mañana, cuando miraba al techo al despertarse, cuando sentía el frío
tacto del suelo con la planta de los pies, se preguntase cuanto duraría allí.
Sus ahorros se iban agotando, y esta vez ya ni siquiera había un trabajo mal
remunerado que aplazase la vuelta a casa, como si fuese un niño. Y entonces
recordó que día era, y su mueca de hastío se transformo en una sonrisa. Levantó
la persiana y dejó que la luz entrase en el cuarto. Ni siquiera eso molestó a
sus ojos. Miró la batería, apelotonada en un rincón del cuarto. Con la espalda
corva, de puntillas como un cazador acechante salió de la habitación
percutiendo una batería imaginaria. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Y con el mismo paso volvió al
armario a coger la ropa. Se duchó y se afeito, respetando por supuesto sus
eminentes patillas. Se vistió y sacó su batería al salón. Comenzó a practicar
hasta que le entró hambre. Y fue la comida la que disipó los últimos efectos de
aquel martilleo en su cabeza que hoy había pasado a ser secundario. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
A primeras horas de la tarde la
llamó, quería que viese su mejor yo, y además tenía una furgoneta en la que
poder trasladar la batería. La dejaron en el bar, y dieron una vuelta. Ella le
propuso tomar unas cervezas, aunque el simplemente tomo un refresco. No era que
rechazase la cerveza por norma, pero quería estar plenamente consciente aquella
noche. Al fin por la tarde se decidió a preguntarle si vendría a verlo. Un
compromiso lo impedía, esa fue la escueta respuesta que obtuvo. No mucho
después se despidieron, ya era de noche. Pero antes de volver al bar de su
concierto dio un paseo. Tan ensimismado andaba que se le olvido cenar, pero no
lo suficiente para que se le olvidara su cita, a la que acudió rápidamente
cuando se dio cuenta que la hora había llegado. Algo cabizbajo, decepcionado,
entro en el bar. Allí estaban el Abuelo y Botines. Estrechó sus manos
recuperando la compostura. Ellos estaban ahí, e independientemente era su día,
no iba a consentir que fuese como el resto. Su efecto podía ser muy superior al
de cualquier bebida, sólo que con un martilleo agradable en su cabeza. Mirando
al frente, a los todavía escasos clientes del bar, se sentó tras la batería
deseando empezar.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-mYn2P_9f-Qk/TyoG1fsf_bI/AAAAAAAAAKY/ahxZtc1pA3s/s1600/bateria.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://4.bp.blogspot.com/-mYn2P_9f-Qk/TyoG1fsf_bI/AAAAAAAAAKY/ahxZtc1pA3s/s320/bateria.jpg" width="320" /></a></div>
<br /></div>Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-24155924476550407692011-12-30T04:34:00.000+01:002012-02-02T05:56:37.040+01:00Los músicos. Capítulo II: Botines<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Aplastó el cigarrillo contra el
cenicero. No solía fumar, pero antes de los conciertos tenía la costumbre de
tomar un cigarrillo. Pero no lo hacía justo antes de subir al escenario, se
deleitaba en su casa, disfrutando del placer después de su jornada de trabajo.
Por la mañana sus dedos ya tamborileaban sobre las cajas que transportaba de un
sitio a otro.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Gracias a esos modestos ingresos
se había comprado aquel amplificador, que después de apagar el cigarro y
quedarse un par de minutos mirando al techo tarareando, enchufó. Comenzó a
tocar, sin temor a los vecinos que en otras ocasiones ya habían bajado a
advertirle. Pero hoy no le importaban las malas caras. Que se jodan, hoy es mi
día- pensó. Cerró los ojos por un momento mientras asentía al compás con la
cabeza. Cuando los volvió a abrir, esperaba apoyada en el marco de la puerta
del pasillo una mujer, de ojos del color de las almendras, despiertos,
curiosos. Pelo castaño, como las hojas que se caen de los árboles en otoño, y
aquella sonrisa. Era su otro pequeño gran placer. Hacía poco que estaban
juntos, pero se concentraba en disfrutar de la vida. Ella y su música eran el
frágil hilo que lo mantenían animado frente a la desesperación y el desanimo de
muchos otros. Tenía suerte por el momento, así que a aprovecharla mientras
dure- se decía cuando, de vez en cuando se paraba a reflexionar. Dejó la
guitarra y dedicó un tiempo a su placer, tanto, que cuando fue a darse cuenta,
aún no había cenado y restaba poco para el concierto. Su novia se fue a cenar
con unas amigas y prometió verlo en el concierto. Cogió lo primero que encontró
por el frigorífico y lo engulló. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Se
abrochó con prisas la camisa, cogió la funda de su guitarra y se puso unas
zapatillas cualquiera. Eso si, no se privó del tiempo de repeinarse. Justo
cuando cerró la puerta se dio cuenta: sus botines. Abrió la puerta, se descalzó
y se los puso. Era muy tarde para dejarlos atrás. Lo habían acompañado desde su
primer concierto con Patillas y El Abuelo, ahora lo llamaban así por ello. Hubo
un tiempo en que pensó en tirarlas, estaban algo viejas y apenas las utilizaba,
pero El Abuelo insistió en que la guitarra y esas botas iban unidas. Maldito
viejo, siempre se las arregla para convencernos- pensó esbozando una sonrisa
involuntaria en el instante en el que dejaba la casa. Nunca había entendido
como podía llevarse tan bien con esos dos, tan particulares y sin embargo tan
geniales. Tal vez eran raros porque no habían tenido su suerte, quién sabe como
acabaría el si rompieran las frágiles cuerdas de sus placeres. Condenado a
conformarse como mucho con un trabajo temporal que no le gustaba, la verdad es
que le costaba imaginarse sin sus placeres. Era lo único a lo que podía
aferrarse, y tenía la sensación de que nada de lo demás merecía la pena, lo
veía a su alrededor cada día.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Caminó rápido y alegre, ajeno a
todo lo lúgubre, con su guitarra en la mano. A un par de chicas les guiño el
ojo por la calle conteniendo una sonrisa, cuando estaba de buen humor le
encantaba hacer eso. Entró al bar y echó un vistazo, todavía no había casi
nadie. Al final había llegado un poco antes. Esperó en el escenario. El Abuelo estrechó su mano, parecía alegre. Pronto llegó
Patillas, no tenía muy buena cara, pero esta sufrió una transformación en
positivo en cuanto vio el escenario montado. Llegó Subió y echó una mirada
al no muy numeroso público, no veía sus ojos de almendra.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-4KC0nXdgv5E/Tv0w9AM59FI/AAAAAAAAAKM/CKrL9i0-4ig/s1600/botines.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="http://1.bp.blogspot.com/-4KC0nXdgv5E/Tv0w9AM59FI/AAAAAAAAAKM/CKrL9i0-4ig/s400/botines.jpg" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-41758607308633923512011-12-11T04:00:00.001+01:002012-04-01T12:40:26.969+02:00Los músicos. Capítulo I: El Abuelo<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Agarró su cabellera gris con la
mano izquierda y con el dedo índice de la derecha se colocó las gafas. Puso los
pies sobre la mesa y miró el techo, amarillento. Miró el suelo, una capa de
basura ennegrecía las baldosas. Apesta, como la vida misma –pensó El Abuelo.
Desde que se había divorciado y se había mudado a aquel piso de alquiler no
estaba contento con nada. Asqueado con el mundo se tumbaba en el sofá, miraba
al techo y al suelo, ponía la tele de vez en cuando y refunfuñaba. Se levantó,
y sus calcetines arrastraron la mierda del suelo hasta detenerse cerca de la
ventana. El Sol se ponía, pero aún así sus últimos rayos le obligaron a
entrecerrar los ojos. Jodida luz- masculló.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Apoyó su mano en la funda del
contrabajo, quince años inseparables juntos. Sonrió, y su mal humor de súbito
cambió. Abrió la funda, acarició suavemente las cuerdas, como si estuviese
tocando la piel de una mujer. Débiles sonidos graves comenzaron a extenderse
por el pequeño salón, como un agradable susurro. Cerró los ojos para sólo
pensar en cada nota, mientras bailaba junto a su instrumento, lo mecía como a
una bailarina. Cuando se quiso dar cuenta ya había anochecido y no había luz en
la estancia. Encendió la luz del salón y miro su reloj de pulsera. Joder,
regalo de su exmujer, pero qué útil le había sido-pensó. Eran las nueve, iba
con el tiempo justo. Colocó con cuidado el contrabajo en su funda, lo dejó
sobre el sofá mientras iba a la cocina. Abrió el frigorífico. No había mucho
que enfriar, dos paquetes de salchichas, una cerveza a la mitad que
probablemente ya no tendría gas, y media docena de huevos. Cogió una sartén y
se hizo un par de huevos fritos. En la cocina, acompañando el sonido de la
comida en contacto con la boca y algún ocasional coche que se oía desde la
calle, el repiqueteo de sus dedos retumbaba sobre la mesa de forma rítmica. Se
duchó y se vistió, cogió su camisa de cuadros, los vaqueros y sus zapatos
marrones, los únicos que no tenía destrozados.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Agarró su instrumento y se lanzó
a la calle, la luna aparecía de vez en cuando, juguetona, desparecía de vez en
cuando bajo el cobijo de las nubes. Pero, aunque a veces disfrutaba viendo la
luna desde su piso, hoy tenía asuntos más importantes que atender. En su rostro
se vislumbraba una sonrisa, que se transformó en una gran mueca de felicidad
cuando atravesó en el callejón y entró en el bar. Ahí estaba el escenario, ya
montado, y sus colegas, Patillas y Botines, dos jóvenes, o al menos jóvenes si
los comparaban con sus más de cuarenta años. Y sin embargo eran prácticamente
lo único que tenía, esos pipiolos, con su batería y su guitarra, habían
aportado mucho más a su vida que cualquier viejo carcamal de la televisión con
los que perdía el tiempo cuando estaba enclaustrado en su casa. También que
aquel calvo cabrón, con su característica papada, que pronunció con seriedad,
pero él estaba seguro que con una interna satisfacción, las fatídicas palabras
que habían de comenzar a hundirlo en la miseria: “estás despedido”.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Estrechó con fuerza la mano de Botines y la de Patillas cuando llegó, algo más tarde que ellos, y subió a la pequeña tarima que sería el escenario.<br />
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-5muY5CLlZJI/TuQdM12GYyI/AAAAAAAAAIg/ErRU3T2TcXI/s1600/contrabajo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://4.bp.blogspot.com/-5muY5CLlZJI/TuQdM12GYyI/AAAAAAAAAIg/ErRU3T2TcXI/s320/contrabajo.jpg" width="213" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-86460710368168533142011-11-26T23:09:00.000+01:002012-12-09T01:14:15.192+01:00Capítulo III: Mar<div class="Estilocuerpo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="Estilocuerpo" style="text-align: justify;">
<br />
Tras un monótono día de travesía el barco fue atrapado por el manto de la noche, que consiguió desplazar al anaranjado astro que declive, y en lugar de este floreció en lo alto una luna de resplandor suave y forma curva sin llegar a ser redonda, en una armoniosa perfección imperfecta. La luz se proyectaba en la bodega, frente a la celda, dibujando una cuadrícula que parecía un tablero de ajedrez. Satara observó durante un rato, con una sonrisa en el rostro, y luego, comenzó a reír. Su voz sonó atronadora en el silencio de la medianoche, y los guardias que reposaban en silencio miraron al prisionero, que no dejaba de emitir estruendosas carcajadas mirando lo que se proyectaba sobre el suelo. Se puso entonces este en pie, y levantó los puños hacia el cielo. Fortuna, de nuevo se te escapa la victoria, de nuevo, mi fracaso, no significa tu victoria, y de nuevo tenemos frente a nosotros en tablero con suficientes piezas para combatir-Reflexionó en voz alta ante la estupefacción de los guardias.<br />
<br />
Pronto ordenaron a Satara guardar silencio, ignorando este la orden, que se repitió en un tono agresivo:- ¡Hereje! ¡Cierra tu boca o te corto la lengua<br />
<br />
- ¿De verdad? ¿Con que autoridad? ¿Luminarie tal vez? Siento decepcionarte, pero si ese patético dios existiera ya estaría muerto. Pero si te reconforta, adelante, acaba con mi lengua, trata de arrebatarme la vida, vida en la que nada tengo que perder, sólo la posibilidad de acabar con algún peón más, quien sabe si derrotaré al rey-argumentó Satara con evidente sorna.<br />
<br />
En ese momento llegó Sigfrid con un par de soldados a sus espaldas, y preguntó acerca del ruido a aquellas horas, respondiendo el prisionero que estaba haciendo honor a la locura y herejía que le habían atribuido, que era divertido probar la incompetencia de sus hombres. El capitán ordenó a los soldados que estaban de guardia ir a descansar, mientras él permanecía con el prisionero.<br />
<br />
-Los traidores como vos y los enemigos del Imperio evitáis la prosperidad, la paz y la posibilidad de progresar –argumentó Sigfrid.<br />
<br />
- Sólo tendremos alguna posibilidad de llegar a la paz y al progreso cuando los defensores y ostentadores de vuestra sociedad sean eliminados.<br />
<br />
-Siquiera sois capaces de mantener la dignidad y aceptar vuestro destino en vuestros últimos momentos de vida, reconociendo vuestra culpa.<br />
<br />
- Toda dignidad que pudiera haber alcanzado me ha sido arrebatada por este mundo, un mundo orquestado por el reinado de los “enviados” de Luminarië. Recuperar o conseguir esa dignidad sólo es posible a través de vuestra desaparición –contestó Satara esbozando una sonrisa.<br />
<br />
- Veo que eres irremediable…tu muerte será un alivio para el mundo<br />
<br />
Después de conversar se produjo un incómodo silencio. La mirada de Satara se concentró en la búsqueda de la Luna, que apenas salía de entre las nubes oscuras. Una brisa fresca y salada llegaba hasta la bodega, por un momento, el preso cerró los ojos ignorando la mirada atenta de Sigfrid.<br />
<br />
El sonido de un alarido que se apagó casi al iniciarse sobresaltó a ambos. De inmediato el paladín se puso en guardia y echo la mano a la empuñadura. Satara, se limitó a esbozar una sonrisa y mantenerse en la misma posición, observando el desarrollo de los hechos. Las hojas de metal pronto comenzaron a danzar junto a las voces y órdenes, formando parte de una caótica melodía.<br />
<br />
En la cubierta, los cuerpos caían, cortados, tornándose en cadáveres que se alcanzaban a ver desde la bodega, y cuya sangre se colaba entre las rendijas que daban a esta. Sigfrid se lanzó al combate y se perdió en el fragor de la batalla. La voz del paladín resonaba entre los gritos, dando aliento y ordenes, mas pronto perdió vigor y precedió al silencio. Después del silencio una voz desconocida comenzó a dar órdenes desde arriba, y de nuevo los tablones de la cubierta volvieron a moverse instigados por las botas de los marineros.<br />
<br />
Un hombre de piel morena y barba descendió acompañado de un pelirrojo que vestía ropajes blancos y llevaba en las manos una ballesta. Examinaron al prisionero y el resto de la bodega. Mientras tanto en cubierta iban arrojando los cadáveres por la borda y se escuchaba el sonido de los cuerpos siendo engullidos por el mar. Se podía oír también ruido de objetos que caían al suelo, probablemente debido a un registro encomendado por el capitán de los navíos atacantes. En la bodega, encontraron sólo vino, el marinero moreno saco la bota de su alforja y la rellenó, mientras el individuo de los ropajes blancos volvía a cubierta.<br />
<br />
Satara permanecía en su posición, observando lo que se hallaba a la vista y agudizando el oído, tratando de desentrañar los sucesos que sus ojos no eran capaces de descubrir. En la superficie se escuchaba al capitán mandar tomar las armas de los prisioneros. En ese momento se pudo percibir una voz que señalaba la presencia de un prisionero en la bodega, e inmediatamente bajaron un par de hombres y abrieron la jaula en la que estaba encerrado Satara. Este se levantó y avanzó acompañado por el sonido de los grilletes. Miró a los prisioneros de los asaltantes, la mayoría llenos de magulladuras y cortes. Fue puesto inmediatamente en aquel grupo, rodeado por los hombres con armas. Entre ellos destacaba un hombre de barba blanca y un ancho sombrero negro como el azabache. Su rostro dejaba ver una cicatriz en su ojo derecho que se extendía hasta el carrillo. Sus manos estaban apoyadas en la empuñadura de un sable que clavado en los maderos, servía como bastón. Todos esperaban expectantes a que este se pronunciara, mientras tanto, tras él, el hombre de túnicas blancas, encapuchado, lanzaba una moneda al aire y la recogía con la habilidad de un versado prestidigitador.<br />
<br />
Después de unos incómodos segundos el capitán se pronunció: - Bien, humildes y lastimeros derrotados, tenéis dos opciones por delante; Por un lado habéis matado a unos cuantos de mis hombres en la refriega y en compensación por ello podéis elegir cubrir sus antiguos puestos abandonando toda ley anterior y atacando la ley del mar, la Ley de Barbablanca; Si decidís tomar otra senda, adelante, id y llorad a vuestras madres al fondo de las aguas. Por último, y no menos importante, las plazas son limitadas, sólo quince podrán acceder a esta deliciosa oferta.<br />
<br />
Hubo unos segundos de indecisión para todos los prisioneros excepto para Satara, que ya había levantado sus manos engrilletadas. A la vez observaba con atención y percibió inmediatamente que Sigfrid no se hallaba entre los prisioneros. No pudo evitar arquear una ceja, y mientras hacía este gesto, algunos cautivos alzaron la mano. Al principio, sólo cinco, después diez, un instante después la lealtad de los soldados hacia Luminarië se quebró y la cifra superó los veinte. Al ver esto, Barbablanca echó a reír y aplaudió con fuerza. Hizo una pausa y dijo: -Perfecto, parece que hoy habrá algo de diversión para mis chicos, ¡A los tipos honorables, atadlos con una cadena y que vayan al fondo del mar!, el resto, ¡Competirán!<br />
<br />
Un grupo de marineros ejecutó con normalidad las órdenes de su capitán, acallando la resistencia de los que iban a ser ejecutados con alguna estocada con el sable. Los llevaron hasta la borda y empujaron hasta el mar, y allí, en sus fauces, se perdieron para no retornar jamás. Muchos de sus compañeros que habían levantado la mano desviaron la mirada en espera de su destino.<br />
<br />
Barbablanca se frotó las manos y profirió un “¡Bien!”. Mandó inmediatamente tomar a dos prisioneros y entregarles dos puñales. El marinero moreno de la bodega se acercó a Satara y le entregó un puñal y susurró a su oído: - Ahí tienes tu oportunidad para pagar a quienes te habían encerrado allí. Se levantó aún con los grilletes y pidió ser liberado de ellos. El capitán mesó su barba y ordenó que sólo retiraran los de sus pies, que si ganaba harían lo mismo con los de sus manos. Un hombre fornido que portaba un hacha golpeó varias veces en las cadenas que unían los grilletes de ambos tobillos. Tras dejar huella en cubierta, los golpes surtieron efecto y el cautivo, ahora combatiente, se preparó para la batalla.<br />
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Empuñó su arma y miró fijamente a su rival. Parecía un soldado experimentado, pues a pesar de la expresión de desconcierto sostenía la daga sin temblores. Ambos se observaron sin atacar, pero con los puñales amenazantes hasta que de súbito Satara se abalanzó sobre sus enemigo. Hábil, su antiguo captor rodó hacia un lado para esquivarlo y trató de apuñalarlo por el costado. Apenas rasgó su armadura de cuero Satara retrocedió, y ambos volvieron a estudiarse desde la cautela. Esta vez fue el soldado el que pasó a la ofensiva, dirigiendo su puñal al pecho de su enemigo. No obstante, Satara, hábil, pudo esquivarlo y atrapar su brazo. Su hoja no tardó en quedar clavada en la yugular del enemigo, del que se desprendió en cuanto dejó de intentar moverse. No evitó sin embargo quedar empapado por la sangre que emanaba sin cesar desde el cuello del difunto.<br />
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-¡Bravo! ¡Un magnífico primer combate! ¡Siguiente! –exclamó Barbablanca<br />
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Mientras la segunda pareja combatía Barbablanca ordenó liberar por completo a Satara. De nuevo, al borde de la muerte, la vida había resurgido con fuerzas renovadas. Uno de los piratas se acercó, y esbozó una extraña mueca al visualizar la superficie escamosa en sus manos. Sin embargo, a pesar de la mueca, permaneció en silencio y volvió a su puesto. Una hora después, ya se había seleccionado a los nuevos tripulantes. Los cadáveres, fueron arrojados al mar y se perdieron flotando arrastrados por la marea.</div>
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Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-71430355295245419682011-11-26T22:45:00.000+01:002012-12-09T01:10:54.979+01:00Capítulo II: Viaje<div class="Estilottulocaptulo">
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Ahora se mueve, con paso firme, decidido, embotado en un manto de pieles, armado con una compañera que en tantos viajes le había acompañado, su arma, su defensa, la única que permanece a su lado. La blancura del paisaje es gruesa, ya no nieva, pero los rayos del astro no han conseguido disiparla, dejando un rastro de agujeros gemelos, que desciende, atravesando cuestas empinadas, laderas, y desfiladeros, sin detenerse, con ritmo constante, monótono. No debo parar –piensa- no tengo comida y esas nubes de allí, es posible que al atardecer me alcance una ventisca.</div>
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Los pasos se aceleran a medida que el Sol se alza, crece, e ilumina las bastas tierras del mundo, desde oriente, hasta occidente. Sin embargo, no siempre es bien recibido, en la nieve, Satara entrecierra los ojos, el reflejo de los refulgentes rayos es cada vez más molesto, y aunque lleve el rostro cubierto siente los rayos de Sol como dos profundos y maliciosos ojos, que se clavan en su nuca, intentando escrutar sus pensamientos. Dedica una breve mirada a los picos de las montañas más altas, blancos como una bandera de tregua, pero manchados por pequeñas motas de polvo, rocas que asoman en su superficie. Luego, mantiene la vista en el frente, no puede bajarla, pues dará con el reflejo de los incómodos y alargados dedos luminosos, pero tampoco alzarla, porque dará con el astro del que emanan. Todo comienza a hacerse pesado, ya es mediodía y el paso se debilita por unos instantes, el hambre y el desanimo que habían caracterizado su ascenso al castillo amenazan con retornar. Pero, esta vez no, ahora tengo un objetivo, una meta, más allá de la propia supervivencia, si sigo aquí, es para luchar –piensa la figura que avanza solitaria por la cadena montañosa. Aprieta el paso, avanza con convicción, como un guerrillero lo haría por su geografía, como un animal se desenvuelve en su hábitat, y sin embargo, no ha pasado tanto tiempo en ese lugar como para comportarse como tal. Árboles empiezan a vislumbrarse en la lejanía, Satara esboza una breve sonrisa y emite un gruñido de satisfacción. Fuerza el paso aún más, sus pies se resienten, dentro de las botas, pero él no presta atención a sus demandas, reta a su resistencia, tensa la cuerda, y no se detiene. La masa boscosa, comienza a tomar forma, el compacto conjunto de antes comienza a ser una agrupación de abetos y pinos individuales y más espaciados, a su vez el camino desciende, y los picos se vislumbran cada vez más lejanos. A medida que el Sol comienza a descansar sobre el oeste, se escuchan algunos cantos de pájaros aislados, de vez en cuando varios, que provienen de la ya cercana vegetación. Satara no tarda en caminar bajo los árboles en un suelo helado, aunque con pequeños núcleos verdes o de tierra húmeda. El pueblo ya no queda muy lejos, con suerte dormiré bajo techo- se dice-. La nieve, parece retroceder, las botas empapadas comienzan a arrastrar el barro del camino que se vislumbra, primero como un débil surco, luego, excavado en la tierra, como el cauce de un río. El sendero desciende, y con él los pasos de Satara, cuyos ojos ya distinguen en el horizonte la empalizada del pueblo y los tejados de madera de las casas. El Sol también desciende, y cuando llega frente a la entrada de la población, la luna ya reina en lo alto, aunque de vez en cuando se ausenta, ocultada por unos densos nubarrones que se mueven silenciosos por las alturas. A ras de suelo, ese movimiento también se percibe, la capa se agita mientras los guardias miran al peculiar visitante, que sujeta con su mano izquierda la capucha mientras habla. Un austero saludo, intercambia pocas palabras con los vigilantes y prosigue su marcha, observa la plaza del pueblo, tan sólo poblada por hojarasca y tierra que se levanta. Las casas tienen puertas y ventanas cerradas, apenas hay luz en el pueblo, ni siquiera de la posada, que también se ha aislado para prevenirse del temporal que acecha.</div>
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Sus nudillos golpean repetidas veces la recia puerta. Un sonido férreo puede percibirse, el engranar de dos superficies metálicas. La puerta se abre, un hombre arrugado de cabellera gris, desparramada y poco abundante, estudia al posible huésped con ávida mirada. Después de varias preguntas inquisitorias, ambos entran en el local. Los tablones de madera que componen el suelo están húmedos y se atisban huellas de botas, grandes pies, pequeños pies, que se cruzan en un caótico mosaico. Hay varias mesas, la mayoría pobladas de abundante cerveza y jarras vacías, y desde ellas algunos ojos se posan en el individuo que acaba de entrar, que ha resuelto no descubrir su rostro. Avanza hacia la barra detrás del posadero, y le dirige unas palabras que son correspondidas con un desdeñoso movimiento de cabeza seguido de unas voces que transmiten el pedido a la cocina. Cuando le entregan su comida, este saca unas monedas de su saquillo de cuero, y después de contarlas se las entrega al posadero que las recoge ávido observando como aún quedan más dentro. Satara hace un gesto con el dedo índice señalando a las escaleras y tras la barra cogen una llave y la dejan sobre la mesa, esperando al tintineo de los oros, que no tardan en descender uno tras otro, hasta dar con la madera.</div>
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Las escaleras se retuercen ruidosamente mientras asciende el encapuchado y algunos de los clientes de las mesas miran como este sube, con agrios y desdeñosos rostros. Una vez llega a su habitáculo, se sienta sobre la única mesa de la sala, y tras descubrir su rostro, dedica sus energías a ingerir el alimento con rapidez. Luego, revisa su diminuta arma oculta en su bota izquierda y deja su katana a un lado de la cama. Tras esto se desploma sobre la misma, agotado por el cansancio.</div>
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Satara despierta de repente, ante incesantes golpes que se suceden desde el otro lado de la puerta. En la habitación oscura alcanza su arma y abre las ventanas, dejando que la luz del alba penetre en la estancia. Desde detrás de la puerta varios individuos repiten al inquilino que abra la puerta, a la vez que la golpean, hasta que, finalmente, cede. Entran un par de guerreros, ataviados con el símbolo de Luminarie en el pecho.</div>
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-¿Es usted Satara? –inquiere uno de los soldados con armas en mano, de rostro pálido y nariz alargada y ganchuda.</div>
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-¿Cambiaría algo que no lo fuera? ¿Acaso puedo irme si digo que no? –Responde Satara en un tono amargo, mientras desenfunda su afilada hoja y espera junto a la ventana.</div>
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- Le recomendaría que no tratase de escapar, no tiene ninguna posibilidad, así que deje ese arma y responda a mi pregunta-insiste el guerrero, mientras agita su espada cortando el aire que lo separa de su interlocutor.</div>
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-Venga usted a detenerme, el gasto de energía que conllevaría que me desplazara a su posición no tendría su justa retribución –contesta esbozando una sonrisa ladina.</div>
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Se disponen los guerreros en un semicírculo ante una orden de su capitán, dejando a Satara entre la ventana y la soldadesca. Se acercan, con armas en mano, más cautelosamente y sin blandirlas, pues de momento el inquilino no hace ningún gesto hostil. Cuando la mano de uno de ellas agarra la muñeca de Satara, este alza su pierna en un movimiento ágil desplazando el brazo captor e impactando en las fauces de su enemigo, que no tarda provocar un sórdido sonido al caer sobre los tablones de madera que componen el suelo. De inmediato se suceden las estocadas de los cuatro guardias restantes que lo cercan. Ante la primera, se desplaza hacia detrás, en un salto, sobre el borde de la ventana, y desde la ventajosa altura, el resto de movimientos ofensivos se extinguen como la vida de un moribundo. Desde allí, encaramado como lobo en un risco, defiende su posición ante los inútiles esfuerzos de sus rivales, que en vano tratan de hallar la manera de traspasar el telón de acero que supone la liviana pero mortífera katana de Satara. De repente, cuan ave tratando de alzar su vuelo, se lanza desde la ventana, que dista unos dos metros del suelo, ante la mirada estupefacta de los presentes. Al caer sus rodillas se doblan, y su mano izquierda se apoya en la húmeda tierra, que araña palpando su textura, mientras trata de resistir el dolor causado por la caída. Cuando consigue mirar a su espalda, diez soldados más preparan sus armas frente a él, y pronto estrechan un círculo, que Satara en vano trata de romper, lanzándose sobre uno de los guerreros. A cambio recibe varias estocadas, que rasgan su armadura, algunas de ellas su piel, dejando brotar entre cauces de carne ríos carmesíes. Intenta resistir en vano durante unos segundos más, pero es apresado, desarmado y engrilletado por fuerzas superiores y en mejor estado, que además cuentan con refuerzos que comienzan a llegar desde otros lugares. Finalmente llegó su capitán, que hace no demasiado hablaba con Satara en aquella habitación. Este dedicó unas cuantas palabras al ahora preso:</div>
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-Se lo recomendé y no me hizo caso, mire cual es el resultado.</div>
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Satara guardó silencio y empujado por los guardias atravesó el pueblo, mientras algunos campesinos curiosos observaban el desenlace del peculiar incidente y al nutrido grupo de soldados-alrededor de cincuenta- que escoltaban al prisionero, de insignias y armaduras más caras que las que vestía la milicia del pueblo. La comitiva abandonó la villa ya bien provista de barro formado en la noche anterior, en especial Satara, que cada vez que detenía sus pasos, era empujado y golpeado por los guerreros que lo vigilaban de cerca, y en consecuencia algunas veces, arrojado al fango. Avanzaron varios kilómetros, dejando atrás el paisaje lejano de las montañas, y encontrando por el contrario una zona de verdes praderas, en las que de vez en cuando se encontraba a algún pastor y sus ovejas, que observaba con temor al batallón.</div>
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La marcha se detuvo frente a un alcornoque de ancho tronco, se ató al prisionero mientras la soldadesca reponía fuerzas sacando de sus alforjas sus respectivos almuerzos. De vez en cuando lanzaban alguna que otra sobra a Satara, que las tomaba con los dientes y lo comía en silencio, tragando tierra y hierba. Algún soldado hacia comentarios:-Mira a ese salvaje-comentaba uno de ellos. –Si, es deplorable, no se como habrá aprendido a hablar semejante monstruo-añadía otro. -¡Je! Y además hereje, una desgracia- decía otro mientras comía.</div>
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Continuaron cuando el Sol ya había comenzado a declinar, avanzando como sombrías figuras, como unas gotas de oscuro color que aportaban relieve al horizonte plano. De vez en cuando cantaban alguna canción que ensalzaba las hazañas de los guerreros del Imperio, finalizando siempre con un pomposo agradecimiento a Luminarie, tras lo cual alguno de los combatientes dedicaba una sonrisa con sorna a su maltrecho prisionero. La costa comenzó a vislumbrarse unas horas después de que comenzasen la marcha, cuando la luna ya reinaba en lo alto de la nocturna bóveda. Los soldados estaban cansados y su capitán, entendiendo por el ritmo de los pasos cual era la situación decidió hacer una parada junto a unos campos de trigo de una considerable amplitud que seguían adheridos al camino a lo largo de un kilómetro. Esta vez no había ningún sitio sólido al que amarrar al prisionero, que guardaba un silencio sepulcral en el que sus labios no se despegaban y el resto de su cuerpo permanecía realizando unos movimientos mínimos, sus ojos cerrados, las manos enfangadas y aprisionadas por los grilletes, las piernas flexionadas, ocultando el rostro. Decidieron entonces comer en varias rondas, para tener un par de guardas encargándose de que el privado de su libertad no volviera al estado de fugitivo. Mientras comían, el viento cobró una inusitada fuerza, y la grava, que allí no estaba humedecida por la lluvia, comenzó a separarse arrastrando pequeñas nubes de polvo y algunos hierbajos secos. Discutieron en la comida acerca de la estancia en el puerto, decidiendo el capitán que permanecerían el menor tiempo posible ante la importancia de que el prisionero llegara a la Áurea Ciudad.</div>
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La noche dio lugar al día, y el paso de los soldados continuó con la misma intensidad, se movían veloces, no por su paso de caballo, sino por la constancia y el tiempo dedicado al avance que hacían. En consecuencia al mediodía ya se vislumbraba la urbe de una forma definida a la que llegó la columna cuando la luna todavía no se hallaba acompañada por el manto negro. Entraron en la ciudad, siendo recibidos por un viento frío y húmedo, que se adhería a la dejando un pegajosa mucosidad invisible. La marca de los mares que no distinguía entre amigos y enemigos, ricos o pobres, afortunados o desafortunados, reyes o siervos. Enseguida fueron guiados por la guardia de la ciudad, ante la atenta mirada de alguna lozana mujer que cargaba con el característico botijo y lo rellenaba remangada con una sonrisa lejana, soñadora, mientras que las más maduras mostraban una sonrisa forzada, que a veces se tornaba en mueca de desencanto. Los paladines dejaron la fuente atrás no sin seguir con sus ojos a las jóvenes susurrantes, y luego, ya con la vista en el frente, avanzaron hasta llegar al cuartel. Una vez allí los soldados fueron recompensados con un desayuno afortunado, el prisionero sin embargo como fortuna obtuvo el reposo en un calabozo de piedra, sin banqueta de madera sobre la que poder sentarse. Los capitanes a su vez, comenzaron a discutir sobre la situación.</div>
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-Esta hecho, lo hemos atrapado –sentenció el líder de los paladines con seguridad en sus palabras.</div>
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-Toda una proeza capitán Sigfrid, al fin se le podrá otorgar su merecido a este escurridizo proscrito-alabó el líder de la guardia de la urbe mientras se acomodaba en el asiento y encendía una pipa.</div>
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-Sin ninguna duda, pero para ello necesitamos un barco de inmediato, cada segundo que pasa, corre en nuestra contra, es un segundo más en el que esa criatura del mal escapa al juicio divino- argumentó Sigfrid poniendo ambas manos sobre la mesa de roble que separaba a los dos capitanes.</div>
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-Preparar un barco requiere algo de tiempo, pero trabajaremos con la mayor rapidez posible para que dispongáis de un navío para el viaje y dos de escolta. Creo que en un par de días podréis zarpar, entretanto sus hombres serán acogidos aquí como si fuese su acuartelamiento.</div>
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- No es necesario tomarse molestias a la hora de dedicar escoltas, tal vez no tener que poner a punto esos dos barcos nos de tiempo para tener todo listo antes.</div>
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- No es posible capitán, a menos que queráis ser atacados por piratas. En las últimos meses nos han llegado noticias de un alto índice de abordajes y saqueos en los mares.</div>
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-Parece que el mal sabe actuar de forma conjunta a la hora de evitar el juicio de uno de los suyos.</div>
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Conversaron durante algunos minutos más, y luego se unieron al desayuno con el resto de soldados, que habían acabado con gran parte de la comida servida.</div>
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Mientras tanto Satara daba vueltas en su celda, paseando sin descanso de un lado a otro con los puños apretados y la mirada en el suelo. Sus gestos eran acelerados y bruscos, su respiración, agitada. De repente propinó un duro golpe al granito de la pared con el puño, que se detuvo en seco sin provocar si quiera un rasguño en la pétrea prisión. Retiró con lentitud el puño para luego abrir la mano, descubriendo las yemas de los dedos teñidas en un color azabache. Trató de limpiar el oscuro color en su brazo, menos sucio, mas pronto descubrió que aquella superficie era áspera y escamosa, que se había adherido como una capa de piel. Ha empezado de nuevo- reflexionó para sí en un susurro.</div>
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Durante los dos días que permanecieron estacionados en la ciudad costera Satara apenas se movió, exceptuando la hora de la comida, compuesta de un solitario plato que sistemáticamente era engullido, del cubo de excrementos, y en ocasiones el tiempo en el que Sigfrid pasaba a realizar preguntas en las que casi siempre sólo levantaba la mirada guardando silencio, con unos ojos que en la oscuridad parecían encenderse en un tono rojizo, como las brasas crepitantes de una hoguera mal apagada. En aquel par de días, cuando la estrecha ventana filtraba la luz rauda que se adhería a las baldosas de granito, se observaba como el dorso de la mano comenzaba a perder su color natural, obteniendo a cambio aquel oscuro recubrimiento que como un miembro gangrenado y sin amputar ganaba terreno en su cuerpo.</div>
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El día de la partida llegó al fin, y la tripulación embarcó en un gran galeón, la Lumière. El prisionero, escoltado por cuatro guardias y reducido por cadenas en pies y manos, detuvo su mirada en el castillo de popa, donde se observaba un cuidado trabajo de carpintería, con volutas en la baranda. Luego, antes de ser enviado a la bodega, pudo ver los cuatro grandes palos que se encargarían de recoger el viento y llevarlo a su destino, y también vislumbró aquella odiada bandera, ese resplandeciente sol icono de la deidad, ese símbolo que había jurado representar primero y luego destruir, no sólo lo que representaba ese símbolo, sino a quienes lo controlaban y le daban forma, aquellos que en un tiempo fueron sus compañeros, tiempos en los que su inocencia y su esperanza se cristalizaron, y fueron desterradas y olvidadas. Como inmediata reacción sus puños se cerraron, mientras lo introducían en las sombras de la bodega, encerrándolo en la correspondiente jaula. Abandonaron el puerto escoltados por otros dos galeones de menor tamaño, entrando en un mar manso y con leves ondulaciones, que con la ayuda del viento soplando a favor eran traspasadas por el bulbo de proa. Sigfrid permanecía atento al avance de los barcos que se adentraban en la inmensidad del horizonte, dejando un rastro de espuma blanca que se dispersaba y desaparecía tras la embarcación. Después dio algún paseo, y finalmente subió al castillo de popa, charlando con el timonel, un hombre sin apenas dientes, de tez morena y rudas palabras. Mientras tanto en la jaula de la bodega, el prisionero permanecía en silencio, sentado, escuchando el crujir de los maderos, con su oído apoyado en la húmeda y áspera superficie del barco, tratando tal vez de escuchar el nítido sonido de las olas, el sonido del otro lado.</div>
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Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-48532748644516241542011-11-26T22:25:00.000+01:002012-08-17T15:53:44.465+02:00Capítulo I: Dicha y desdicha<div class="Estilottulocaptulo" style="text-align: justify;">
La derrota creó la lucha, el cambio marcó el progreso y el progreso llevó a una breve victoria. Para Satara todo comenzó con la derrota y así previno que había de terminar.</div>
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Frente a una robusta fortificación experimentó su cenit como avatar de la fe, como áureo caballero. Y como hereje se alzó en medio de un castillo níveo integrado en un homogéneo paisaje invernal. El Refugio, así fue nombrado aquel lugar de dualidad.</div>
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En aquel día de cambio, del fin del campeón, Satara permaneció largo rato observando la ahora anaranjada llave del portón. La nieve, impulsada por el viento, se acurrucaba en los recovecos de las grandes piedras que conformaban el muro exterior.</div>
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<div class="Estilocuerpo" style="text-align: justify;">
Al fin decidió entrar en lo que debía haber sido su hogar, con los últimos rayos de sol, que como un lejano fuego, se apagaban tras las montañas del oeste. Dentro, todo estaba oscuro, sin embargo los peculiares iris de Satara no parecían encontrar ninguna dificultad a la hora de percibir las telarañas apostadas en las esquinas, o el musgo que se extendía como una gran mancha hasta llegar a las escaleras del final del pasillo. </div>
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<div class="Estilocuerpo" style="text-align: justify;">
Entró entonces en una sala, en cuya puerta de roble había una inscripción ilegible por el paso de las inexorables arenas del tiempo. La sala era amplia y polvorienta, repleta de estanterías llenas de viejos libros que parecían no haber sido leídos desde tiempos inmemoriales. No había ventanas, tan sólo una oscuridad, si cabe más densa que en el pasillo, como si el humo negro de una gran hoguera se hubiese concentrado en la estancia. También había varias mesas y sillas, más cuando Satara tomó asiento, éste amenazó con quebrarse, emitiendo un crujido que retumbó en las pétreas paredes. Posó sus ojos en las repisas y en los tomos que residían en su cima, observándolos con lentitud, mientras echaba su capucha hacia detrás. Durante unos minutos permaneció así, como si tratase de escrutar el contenido de los libros desde su posición.</div>
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<div class="Estilocuerpo" style="text-align: justify;">
Su mano se desplazó hacia el corazón, y con fuerza apretó, rememorando tal vez algún recuerdo, mientras su ropa, escurrida por la presión ejercida, liberaba al agua de su cautiverio. Se levantó y caminó hasta la segunda estantería, para luego descubrir los títulos de los tomos, apartando con sus manos las polvorientas capas que residían sobre sus tapas.</div>
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<div class="Estilocuerpo" style="text-align: justify;">
Amontonó varios libros sobre una de las mesas, abandonando tras esto la estancia y regresando con una vieja botella rellena de un líquido rojizo, quizás vino. Después, sacó de uno de los bolsillos de su capa un gran trozo de pan, humedecido y arrugado, que no dudó en devorar, mientras de vez en cuando paraba para acompañar el sólido con el líquido residente en el interior del vidrio. Acabó con la comida en apenas un minuto, su hambre no parecía haber cesado en absoluto y dio un par de tragos seguidos a la botella antes de centrar su mirada de nuevo en los libros. Las páginas del que sostenían ahora las manos de Satara no parecían afectadas por el paso del tiempo, presentaban un pálido color que contrastaba con el resto de los libros. Miró la tapa, y las muescas escasamente ornamentadas que conformaban el escueto título del volumen, <i>Ciencia biológica</i>. Era un título antiguo, y ya pocos conocían esas palabras, pues habían sido engullidas por la alquimia, que a su vez se relacionaba de manera muy estrecha con <st1:personname productid="la Iglesia" w:st="on">la Iglesia</st1:personname>, hasta el punto en el que sólo los sacerdotes podían nombrar a los alquimistas permitiéndoles la aplicación de sus conocimientos. En el rostro de Satara asomó una leve sonrisa que volvió a esconderse tras un breve instante, mientras abría el libro. La primera página sólo contenía una escueta frase que rezaba <i>“La sangre es vida y la vida es roja, si quieres conocer la vida, interroga a la sangre”<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
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<div class="EstiloescrituraSatara" style="text-align: justify;">
<span class="Apple-style-span" style="color: #990000;"><i>“Silencio, rojo líquido que desciende por las páginas ancianas pero frescas, revelando la verdad que bajo nuevas letras ahora muestra, como la luna pálida baña con su etéreo resplandor los que antes habían sido dominios del áureo astro. Se dibujan arcaicos caracteres, que descompondrían los rostros de los avariciosos sacerdotes, para luego tornarlos en severidad y finalmente enviarlo a las crueles y corruptas llamas purificadoras o a un cuarto oscuro, a disposición de la carente curiosidad de esas alimañas que se ocultan tras sus elegantes trajes o sotanas, y que ocultan sus rostros bajo las caretas de la verdad y la bondad.</i></span></div>
<div class="Estilocuerpo" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="EstiloescrituraSatara" style="text-align: justify;">
<span class="Apple-style-span" style="color: #990000;"><i>Ahora, digo yo, la venganza es mía, mía y de la verdad, de lo ya escrito, que fue mutilado, torturado, o envenado, es la venganza de la última de las páginas”</i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="Estilocuerpo" style="text-align: justify;">
Pasó unas cuantas páginas y los caracteres se mostraban viejos y desgastados bajo un fondo blanco y pulcro en el que no existían los borrones. Había también algunos dibujos ilustrativos que aún conservaban la mayor parte de la información, aunque los colores estaban lejos de un preciso colorido que pudo haber mostrado en sus lejanos inicios como tomo. De repente, su mano dejo de pasar las páginas y se detuvo, alzando su pierna izquierda con su fría y desgastada bota, de la cual sacó un pequeño puñal serpenteante de hoja tan afilada como la de una mortal guillotina y de una manufactura exquisita, donde que se podía apreciar como el símbolo de una llama recorría de manera elegante el liviano pero peligroso metal. Luego, sirviéndose de su otra mano escurrió su oscura capa, perdiéndose las gotas bajo el asiento de roble, buscando refugio en los surcos del granítico suelo. Dejó la punta sobre la mesa, mientras jugaba con el puñal, más lo dirigió de manera furtiva hasta cortar cerca de su mano, arrancando un pequeño paño. Después de esto posó el arma sobre la mesa y cogió la botella, de nuevo, arrimó el líquido a sus labios manteniéndolo durante unos instantes en su boca, para acto seguido escupirlo en el negro trapo.</div>
<div class="Estilocuerpo" style="text-align: justify;">
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El trapo no tardó en cubrir la página, y en consecuencia lo que antes era blanco, se tornó en rojo, extendiéndose hasta los bordes. Sin embargo pronto comenzó a desparecer y mientras el color comenzaba a desmoronarse unas letras se dibujaron. Comenzaron a cobrar sentido, y pronto aparecieron algunos trazos, que incluso se superponían a los anteriores formando imágenes cambiantes sobre la tinta negra visible sin verter el líquido. Las explicaciones aparecían escritas en los márgenes, expresadas en una lengua extraña y antigua que pocos tenían la fortuna de conocer, lo que significaba cargar con ella o extinguirse junto a ella. Los ojos de Satara, antes cansados, despertaron de su letargo y comenzaron a descifrar la información a cada vez mayor velocidad, como un leve fuego avanza en una tórrida tarde de verano. A medida que las imágenes avanzaban, se hacían cada vez más borrosas, hasta que al fin terminaron por borrarse, dejando de nuevo a la vista un tomo en apariencia común.</div>
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Pasó un día entero sin salir de aquella estancia, sólo cuando necesitaba más botellas para mantener el libro activo, alimentándose únicamente de la mohosa cerveza agolpada en la bodega, apartadas del vino, arrinconadas y olvidadas por todos excepto por aquellos que también habían sido olvidados por el mundo exterior: alguna rata, arañas, hongos, bacteria. Hacía días que no dormía, apenas comía, pero sin embargo había sobrevivido el camino hasta la morada, y aún allí se resistía a abandonarla por el momento, apretando los puños, concentrando su mente en la información, golpeando la superficie de madera de vez en cuando con sus manos enrojecidas y lesionadas ya por el efecto del incesante frío y la agobiante humedad. Al fin, consciente de que no duraría mucho más en aquella situación, decidió fijar su partida para el alba del día siguiente.</div>
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Cuando el áureo astro alcanzó su punto más álgido Satara hizo una breve pausa, había encontrado una pequeña rata, que corría cerca de la primera estantería de la sala, hacía la esquina. El caballero siguió con la mirada a la rata, mientras tomaba el puñal de la mesa, y con extrema cautela, comenzó una silenciosa pero rauda persecución. La rata, ignorante de su destino se disponía a doblar la esquina cuando encontró a un gigante que se alzaba ante el y dos enormes manos, que como tenazas resueltas a actuar se aproximaban inminentes. Más ágil que su rival, esta se zafó del cerco impuesto por su acechador, más cuando cantaba victoria dedicando una mirada burlona a las torpes manos, sintió una gran presión en su cola, no podía seguir corriendo. Luego, las manos se acercaron y los dedos tomaron al animal como lo hubieran hecho unos estrechos grilletes de acero, reprimiendo los vanos intentos de la rata por escapar. Satara contempló el pequeño ser vivo durante unos instantes, después, rió por un momento antes de que una violenta tos lo sacudiera.</div>
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-Es curioso-dijo en voz alta cuando se repuso, mientras contemplaba a la rata- que un día te encuentres en la cima, coronando un hermoso castillo del que eres dueño, o guardando tan sólo un bien espectral llamado felicidad, y que al día siguiente seas arrojado a las llamas, enviado al foso del castillo, y que aquel bonito bien espectral se convierta en una terrible pesadilla que devora tus mismas entrañas. Supongo que no todos tenemos dinero para mantener un castillo, pero unos pocos si pueden permitirse el lujo de disponer incluso de un foso para arrojar a aquellos que no desean, y supongo que eso es lo que te ocurre a ti, pequeña rata, caída en foso ajeno- Se detuvo un momento, dejando al animal en una mano, más luego la deshizo levemente de la dura prisión, antes de acabar finalmente con su vida, atravesando el cuerpo con el afilado arma que empuñaba- Pero no te apures mi joven y mortecina rata, el suelo de los castillos a veces es resbaladizo y puede empujar al poderoso al fondo, reuniéndole con las fieras, con las bestias que ha dejado, que ha creado en su interior.</div>
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Observó como la sangre caliente se extendía, tiñendo su mano hasta desbordarla, dejando que algunas gotas se fundieran con la gris piedra. Luego, buscó unos leños de sillas o muebles quebrados y los amontonó, para acabar haciendo una pequeña hoguera, en la que el cadáver de la rata encontró un cálido baño de llamas, y un estruendoso recibimiento en el estómago de su captor. Después de esto, prosiguió su estudio hasta la caída del astro dorado y la llegada de la esfera argéntea, a la que homenajeó con una pobre comida, que no era otra que la cebada contenida en aquella cerveza de dudosa calidad. Siguió con sus estudios hasta que el cansancio venció al guerrero, el cual se desplomó frente a la mesa con sus ojos pegados a las páginas que ya no mostraban figuras en movimiento, permanecían silenciosas y discretas.</div>
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Las primeras luces iluminaron los pasillos del castillo y también un leve resplandor alcanzó la biblioteca dando fin al breve descanso de Satara. Alzó su cabeza sobresaltado y luego miro hacia todas partes hasta detenerse en el tomo, que cerró y colocó en el lugar en el que se encontraba antes de su regreso. Rellenó su petaca de cerveza y luego subió las escaleras por primera vez desde que había entrado en aquella gélida construcción. La planta era amplia, pero había menos salas que a ras de suelo, tan sólo cuatro visibles, con letreros que aún conservaban sus caracteres en condiciones de ser leídos. En las paredes del oeste de la sala, se posaban los brillantes rayos matinales, descubriendo las inscripciones de las puertas, <i>“Zona de reposo”</i>. Caminó hacia la parte meridional hasta detenerse en una puerta doble, amplia y robusta, también con una inscripción, <i>“Sala del Consejo”</i>. Abrió la puerta, descubriendo en el interior de la sala una mesa circular y caliza, rodeada por una serie de asientos altos e imponentes, compuestos de los mismos materiales que la mesa. La estancia tenía una pequeña abertura en la pared que miraba al este, por la cual se colaban finos rayos que se proyectaban sobre la superficie pétrea del mueble. Quedó unos instantes inmóvil con la mirada perdida y luego bajó la cabeza hasta mirar el suelo, para, sin previo aviso, cerrar la puerta de una forma violenta que hizo que el sonido se expandiera por todo el castillo. </div>
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Finalmente visitó la sala oriental que tenía su puerta cerca de las escaleras, la armería. Dentro había un gran armario férreo, con un candado, y cerca, varias panoplias repletas de armas, aún afiladas, que brillaban con la luz que llegaba desde una ventana. También había algunas armaduras y cascos polvorientos, tanto obras metalúrgicas como de peletería. Miró su cinto, y el arma que reposaba en la vaina sujeta a este, la cogió y desenvainó descubriendo una hoja quebrada, fina hoja, pero resistente, que había perdido su kissaki. La dejó en el suelo, y de la panoplia tomo otra katana, peculiar arma en la que había perfeccionado su técnica durante multitud de años, desde que fuera un adolescente. Acto seguido, tomó una armadura de cuero, gruesa, resistente, ligera y el torso oscuro, los brazales de un decadente carmesí, las correas y los guantes negros, se adhirieron como una segunda piel al guerrero. Dio un paseo de nuevo por el resto de la estancia, más luego, pensativo, se fijó en una capa que había junto a una armadura, negra como el azabache, gruesa como el pelaje de un oso polar, con una enorme capucha, que estirada era capaz de ocultar el rostro con opacidad, como una sombra en la que la luz no es capaz de penetrar. También atisbó en este nuevo reconocimiento unas botas que se antojaban cálidas cuan el fuego del hogar en una fría tarde de invierno.</div>
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No dudó, calzó las botas en sus piernas, dispuso la capa sobre sus hombros, ajustó la capucha tapando su rostro, y descendió las escaleras mirando las sólidas paredes del castillo. Cuando hubo abierto las puertas del castillo, hizo una leve reverencia, y se despidió con la mano. Hasta luego, mi fiel y admirada biblioteca, prometo traerte un presente la próxima vez, y hacer todo posible para alargar mi estancia –dijo Satara pensando en voz alta, mientras su voz se perdía en la mañana clara y gélida.</div>
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Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-9493442560594206832011-07-26T01:54:00.000+02:002011-07-26T01:54:06.559+02:00Hedgehog’s dilema<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://www.kalipedia.com/kalipediamedia/cienciasnaturales/media/200704/18/ecologia/20070418klpcnaecl_181_Ies_SCO.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="249" src="http://www.kalipedia.com/kalipediamedia/cienciasnaturales/media/200704/18/ecologia/20070418klpcnaecl_181_Ies_SCO.jpg" width="320" /></a></div><br />
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<i>“Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor. El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos”</i> Luis Cernuda<br />
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<div style="text-align: justify;">La brisa húmeda empapaba el aire con un familiar olor a salitre mientras caminaban por la calle. Al principio el pequeño grupo, avanzaba en solitario por calles anchas, pero a medida que se acercaban a su destino las calles se hacían mas estrechas. El silencio del entorno pronto se convirtió en un murmullo, y este en voces audibles cercanas. Labios, rostros, y brazos gesticulantes se congregaban en torno a la mesa. Se sentaron todos y pidieron una cerveza. Hubo un silencio inicial, pero pronto comenzaron a hablar. Sus labios no se movieron apenas, las voces de sus amigos se acoplaban con palabras atolondradas cuyo eco no abandonaba las paredes de su cabeza. La miró durante un momento, palabras que rebotaban quebradas, sin tomar forma, en su cráneo que más que hueso parecía hecho de acero. Y sus labios se despegaron cuando sus amigos se levantaron a por la segunda ronda. Habló de cualquier cosa, su presencia le provocaba una combinación de simpatía y atracción y estaba convencido de que tenían mucho en común. Pero sus palabras se perdieron como una nube de aliento en una mañana invernal sin conseguir una respuesta que pudiera dejarle satisfecho. Volvió el resto del grupo con las cervezas y continuaron bebiendo. Habló de vez en cuando, sin llegar a comprender del todo cual era la forma de romper las paredes de acero que lo atrapaban y conectar con el grupo, con un particular hincapié en la mujer.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">A medida que la noche transcurría, al calor de la cerveza, acabó gesticulando casi como el resto de la mesa. Pero al volver a su casa, puesta la mirada en el suelo, marchaba con una sensación agria. A cada paso que la curiosidad por aquella mujer aumentaba, la sentía más lejana, como si esta se apartase. Era como si al intentar acercarse a ella se abalanzase con púas afiladas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Y trató de remontarse al origen de ese problema, sentado en un banco, a la luz de una farola y acompañado del zumbido silencioso de una horda de mosquitos. Este mundo, lo había dotado de poderosas armas de defensa para soportar la hostilidad, pero esas fortalezas, llegados a este punto, se habían convertido ahora en sus debilidades. Viajar de un lado para otro dejando atrás todos los vínculos con sus amistades que acababa de consolidar, había creado en el una barrera difícil de superar. Una barrera que servía para defenderse de aquellos elementos hostiles, pero que también le impedía comunicarse y expresarse con el resto de las personas. Ninguna hostilidad, por muy dura, intensa y constante que fuese, consiguió derribarlo. Pero a la vez, dentro de sí, un sentimiento de aislamiento y soledad lo invadía amenazando su estabilidad. Y para ello, trataba de acercarse a la gente sin ser capaz de superar el muro que había levantado para evitar cualquier intento de aplastarlo por parte de aquellos seres patéticos que gozan haciendo de los demás alguien más miserable que él. Ni siquiera con las mujeres que más había amado había sido capaz de derribar ese muro.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Fue entonces consciente de cómo aquello que aparentemente lo había hecho resistir y permanecer fuerte e inquebrantable frente a cualquier ataque, no era así. La hostilidad que el mundo vertía sobre el había conseguido cierto éxito. Ser dominado por el miedo a ser herido, a encontrarse en una situación peor, hizo que levantase un muro que le impidiese relacionarse con los demás y enriquecerse con la experiencia. Aquello que no avanza, retrocede, e inevitablemente levantar muros para evitar ser dañado provoca un retroceso en el aprendizaje, y que uno se consuma a sí mismo. Y entonces llegó a la conclusión. Una leve sonrisa pudo aflorar en su rostro, que se alzó hasta encontrar la luna que brillaba resplandeciente en el cielo. Sólo existía una opción: romper con el miedo, las barreras que impedían desarrollarse, romper con la hostilidad que inculca este sistema. La hostilidad que se basa en que cada uno sobreviva individualmente, empujando a aquellos que tienes al lado y pisando a los de debajo. Convertirse en revolucionario, destruir una sociedad caduca y eliminar su influencia decadente que se clavaba en su corazón como una angustiosa espina se había convertido en una necesidad imperiosa. La lucha política le había permitido comprender que tenía que pelear contra sus propias barreras, ya que uno se convierte en revolucionario en todos los aspectos de su vida o retrocede y deja de serlo. Desde luego no iba a ser fácil, pero merecía la pena intentar luchar por la transformación de la sociedad y la felicidad de uno mismo.</div>Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-67198772060313175832010-08-09T20:33:00.000+02:002010-08-09T20:33:01.130+02:00Héroes<div style="text-align: justify;">Nos dicen que el rey, ese gran demócrata, salvó a la nación. Nos enseñan que la selección, es el héroe nacional, y que en eso no hay que entrar en disputa fraccional. Nos inculcan la admiración al superior, el respeto a sus responsabilidades que sólo su mente privilegiada puede hacer frente. Qué decir del emprendedor, lumbreras, modelo a seguir, pero sólo para los que lo puedan seguir. Y sin embargo, los problemas para sobrevivir, se excluyen de su gran gesta. Pero es una excepción, los héroes con problemas sólo salen en los libros, en la realidad, estos héroes no han de ser perturbados, ¿por qué?, son héroes, inmaculados, estatuas, baluartes, ¿de quién?…<br />
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Hablemos de los otros héroes, esos que no llevan el título colgado, esos que no son como estatuas de mármol. Del jornalero que cuenta las peonadas para pagar la luz. El joven trabajador de la informática, que ni alcanza los mil euros mensuales. El de los astilleros, que tiene que dejar de trabajar, después de dos mil cursos, le dicen: algún día te recolocaremos. ¿Qué hay del trabajador cincuentón, dejado de lado? ¿Y de los cuatro millones de parados? El inmigrante ilegal, que en el mar encuentra más peligros que en las aventuras de Ulises, para llegar a tierra y ser menospreciado por los héroes de mármol, de papel y maletín. Todos ellos, viven, sobreviven, día a día, sorteando problemas que quebrarían el cráneo de un dios. Son muchos, pero ni rastro de un halago, ni placas, ni estatuas, estudios, los justos, y no hablemos de decir que son héroes.</div>Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2233580332777392042.post-86874530260118520942010-05-23T13:47:00.000+02:002010-05-23T13:47:29.645+02:00El Monstruo (III)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_BvVelnIODuQ/S_kVtD_jr4I/AAAAAAAAAG0/qZbtz_bAoOo/s1600/milicianos.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://3.bp.blogspot.com/_BvVelnIODuQ/S_kVtD_jr4I/AAAAAAAAAG0/qZbtz_bAoOo/s320/milicianos.jpg" /></a></div><div style="text-align: justify;">De nuevo, la calma volvió a la tripulación, y las horas de viaje frente al mar. Poco a poco pequeñas motas marrones y grises aparecían en el paisaje, islotes, por lo general no muy amplios, deshabitados por su pequeñez muchos de ellos. Y al fin, la tierra firme, hacia la que avanzaron, y sobre la cual se posó “El Monstruo”. Bajaron y pusieron a funcionar sus aparatos en la playa. Pereira hablaba con vigor y emoción desde el móvil, exclamaba en aire victorioso, hasta que al fin colgó. Rostilav preguntó si ya había avisado, y este indicó que había que dirigirse al muelle. De nuevo la mole de metal se alzó, esta vez para un viaje más corto. En el muelle esperaban un centenar de soldados, a los que se sumaban los que observaban desde los barcos allí amarrados. Descendieron bajo la mirada atenta de los soldados, que apretaron de forma efusiva sus manos y los abrazaban una vez estaban abajo. Los llevaron al interior de uno de los almacenes. Esperaba allí una veintena de personas que saludaron a Pereira en griego. Todos se sentaron, y Pereira habló con ellos, mientras que el resto escuchaba con atención, mas su rostro reflejaba que oían sin poder captar el significado de las palabras. Después de conversar durante unos minutos, Pereira se dirigió al resto del grupo:<br />
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-Camaradas, el ekranoplano se quedará en Atenas para ser reparado y armado, por nuestra parte, tenemos dos opciones, quedarnos aquí y esperar a tenerlo listo o emprender una marcha hacia el norte para unirnos a las milicias.<br />
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- ¿Y cuánto tardara ese cacharro en estar listo?- Preguntó Martí.<br />
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Pereira preguntó a uno de los griegos, que llevaba una gorra roja, y luego lo transmitió: -Unos meses, depende de las líneas de suministros y del tiempo que se tarde en encontrar y transportar los materiales.<br />
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-¡Meses! ¡Creo que hay tiempo de sobra para llenar de plomo a esa panda de buitres!- Comentó Rostilav.<br />
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-Sí, nada como ejercitar la puntería con esos tipos –Añadió Frida.<br />
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Se sucedieron las afirmaciones del resto del grupo y después Pereira comunicó a los griegos su decisión. Abandonaron la ciudad en un autobús, y allí dieron con más milicianos de lengua hispana. </div>Satarahttp://www.blogger.com/profile/09804653192039766535noreply@blogger.com0