Entre cuadros de Van Gogh sonaban las campanadas, y con cada campanada, una obra de Vernet, con aquellas pinturas en que cada persona retratada buscaba con desesperación un atisbo de vida, una oportunidad para sobrevivir. De aquella desolación sin embargo emanó una alegre canción que cobró fuerza como una creciente ola, acompañada de las imágenes mentales de la multitud de calles transitadas. Como una ola, se desplomó con rapidez una vez hubo alcanzado su culmen, para que, tras la caída, el cercano Big Beng señalara las seis de la tarde.
Solemnidad de nuevo, en una armoniosa melodía, que recuerda la importancia del camino, que permite ver pasado, presente y futuro como uno, como todo, sin eliminar su carácter fragmentado y voluble. Entre canciones, alguna alusión musical a las tierras a las que pertenece el Volga, y entonces la cuestión planteada en el recuerdo reciente del Palacio de Buckingham, ¿Se convertirá algún día en el Palacio de Invierno?
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