domingo, 23 de mayo de 2010

El Monstruo (III)

De nuevo, la calma volvió a la tripulación, y las horas de viaje frente al mar. Poco a poco pequeñas motas marrones y grises aparecían en el paisaje, islotes, por lo general no muy amplios, deshabitados por su pequeñez muchos de ellos. Y al fin, la tierra firme, hacia la que avanzaron, y sobre la cual se posó “El Monstruo”. Bajaron y pusieron a funcionar sus aparatos en la playa. Pereira hablaba con vigor y emoción desde el móvil, exclamaba en aire victorioso, hasta que al fin colgó. Rostilav preguntó si ya había avisado, y este indicó que había que dirigirse al muelle. De nuevo la mole de metal se alzó, esta vez para un viaje más corto. En el muelle esperaban un centenar de soldados, a los que se sumaban los que observaban desde los barcos allí amarrados. Descendieron bajo la mirada atenta de los soldados, que apretaron de forma efusiva sus manos y los abrazaban una vez estaban abajo. Los llevaron al interior de uno de los almacenes. Esperaba allí una veintena de personas que saludaron a Pereira en griego. Todos se sentaron, y Pereira habló con ellos, mientras que el resto escuchaba con atención, mas su rostro reflejaba que oían sin poder captar el significado de las palabras. Después de conversar durante unos minutos, Pereira se dirigió al resto del grupo:

-Camaradas, el ekranoplano se quedará en Atenas para ser reparado y armado, por nuestra parte, tenemos dos opciones, quedarnos aquí y esperar a tenerlo listo o emprender una marcha hacia el norte para unirnos a las milicias.

- ¿Y cuánto tardara ese cacharro en estar listo?- Preguntó Martí.

Pereira preguntó a uno de los griegos, que llevaba una gorra roja, y luego lo transmitió: -Unos meses, depende de las líneas de suministros y del tiempo que se tarde en encontrar y transportar los materiales.

-¡Meses! ¡Creo que hay tiempo de sobra para llenar de plomo a esa panda de buitres!- Comentó Rostilav.

-Sí, nada como ejercitar la puntería con esos tipos –Añadió Frida.

Se sucedieron las afirmaciones del resto del grupo y después Pereira comunicó a los griegos su decisión. Abandonaron la ciudad en un autobús, y allí dieron con más milicianos de lengua hispana.