viernes, 26 de junio de 2009

“Quizás podamos escoger nuestra derrota”


Escribía, sentado en el sofá, mientras pensaba en como acabar con el mundo, en transformarlo, pero más que eso, pensaba en cambiar la situación propia, cambiando todo lo demás, deconstruir la macroestructura y reconstruirla para permitir una microestructura nueva. También combatía sin descanso contra la fortuna, aquel enemigo que tantas veces había derrotado a quien osaba atentar contra el destino designado y prefijado, herido sin piedad provocando cicatrices aún visibles, recordadas, impregnadas como una quemadura en la piel. Esas heridas crearon destrucción y cambio, pero sin embargo nunca llegaron a tornar la determinación de lucha sin descanso contra la fortuna, es más, la afianzaron en base a la experiencia que dieron esas batallas perdidas. Y este refuerzo ganó la calificación de locura, otorgada y ligada a la derrota, al ímpetu de luchas que difícilmente pueden ganarse, diferenciada de la cordura aceptada en la victoria, o de la genialidad que ganó al morir en el fracaso.

La decisión del enfrentamiento directo con la fortuna no es un camino llano que lleve al triunfo, mas es probable que lleve a la derrota, pero en el caso de perder, la determinación tomada ya es una forma de truncar el destino, de romper con la victoria absoluta con la que la fortuna se quiere galardonar. Aún no obteniendo la victoria cabe la posibilidad de que podamos escoger nuestra derrota, eligiendo como vamos a combatir, a vivir.

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