viernes, 12 de junio de 2009

Hospital Severo Ochoa


Poco es el eco que ahora recibe este hospital madrileño, cuyos médicos tiempo atrás fueron atacados de una forma peculiar e intensiva. Para estudiar las causas de las acusaciones que hoy se han demostrado falsas es necesario analizar los efectos que se han producido con este ataque.

En primer lugar podemos hablar de la destitución de muchos de los miembros de la plantilla que fueron acusados, a los que después hay que añadir aquellos que han buscado una oportunidad para abandonar el hospital ante la situación vivida.


Como segunda consecuencia se puede destacar el efecto que esto ha tenido sobre la opinión de los usuarios de la sanidad pública, la ruptura de la relación médico-paciente como han argumentado algunos de los que en su día fueron acusados.


La tercera consecuencia, que se deriva de la primera, es la sustitución de los elementos antes presentes en el hospital, y la aparición de otros nuevos nombrados por la consejería, del Partido Popular, que gobierna en la Comunidad del Madrid.


Así pues, tenemos estos tres hechos objetivos, pero como es obvio, remitirse a estos hechos objetivos sería dejar inconcluso el posicionamiento del autor, que de no expresarse de forma clara y concisa en estas líneas que seguirán se hubiera introducido de forma soterrada en un análisis aparentemente objetivo. Aún así cabe destacar que además de estas tres consecuencias se pueden sumar más que no se han contemplado por aquello de que el camino a la omnisciencia es un camino eterno. En ese proceso de selección la objetividad es inalcanzable (el objeto es infinito y cambiante), pero de este modo, dejando claros los hechos que se han producido y el posicionamiento es más fácil interpretar esta información y analizar desde el prisma del lector.

Sin mayor dilación, me ceñiré a los objetivos que han motivado las acusaciones sobre el Severo Ochoa. Es obvio que detrás de este ataque perpetrado por la derecha, representante de esos propietarios que acaparan la mayoría de la riqueza del país y del mundo, se encuentra el deseo del desprestigio de la sanidad pública, para una posterior dilapidación de las conquistas alcanzadas en la misma (que por supuesto son mejorables). Para que este ataque pudiera producirse con la eficiencia esperada era necesario acabar con los elementos que defendían de una forma decidida la apuesta por lo público, por una atención en la que no se otorgan privilegios a los pacientes según la renta. Y así se ha hecho, pero no sólo en el aspecto de la sanidad, ya hemos podido observar el proceso de privatización que se está dando en la Comunidad de Madrid. En definitiva, la derecha desea el total desprestigio de lo público tratando de minar desde dentro, de sembrar el desasosiego entre los trabajadores e infundir el odio a los usuarios, con el objetivo de que pase oficialmente a las manos privadas.

Para evitar esto es necesario que el caso de este hospital no quede en el olvido, es necesario que quede grabado en nuestra memoria, que recordemos cada uno de los ataques, para elaborar una respuesta contundente y masiva. Algunos podrán decir que luchar contra la oligarquía, la burgocracia que impone, es una batalla perdida, que la única posibilidad es llegar a un cierto acuerdo con ellos, a lo que se puede contestar que son una minoría, y que la batalla está perdida sólo si no se golpea al unísono por parte de todos los perjudicados, que no sólo incluye a los médicos, los que han favorecido estos intereses de privatización son los mismos que despiden a los trabajadores de las fábricas, son personas con intereses similares que no dudan en atacar juntos, ¿Por qué no hemos de golpear nosotros a una misma vez entonces?


Aún siendo una batalla perdida como estimarían aquellos que tratan de desalentar, yo respondería que tras una derrota hay también una lección, una experiencia, como la que han vivido los médicos del Severo Ochoa, y que lejos de suponer el fin, lo que hace, que tras un análisis de la misma, se prepare una ofensiva de mayor envergadura. Merece la pena entonces combatir por aquellos, que ahora de una forma más sutil, estamos siendo oprimidos por la libertad de circulación de capital, por supuesto, de los bolsillos que poseen los medios de producción, ya que el resto de la población del planeta no puede permitirse tales lujos. Es necesario combatir entonces hasta la victoria siempre, porque aunque esta fuera imposible en la imposibilidad se engendra la semilla de lo posible, de lo tangible.

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