domingo, 7 de junio de 2009

Destinado en el frente


Mi nombre es Alexei Ivanovich, fui obrero de San Petesburgo, y ahora, en este nuevo infierno, soldado del cuerpo 112 de artillería, que aguarda en las orillas del Daugava. Probablemente este texto no llegue nunca a ningún sitio, pero como la habilidad de escribir es de las únicas cosas en la que he demostrado cierta destreza y sagacidad a la hora de su aprendizaje, deseaba darle una última utilidad antes de que los curtidos soldados prusianos pongan fin a mi vida. Siento no haber podido despedirme de Yuliya y del pequeño Shasha, sólo espero que ellos puedan vivir en un mundo más próspero, sin estos caciques y poderosos que explotan, ya sea obligándote a disparar contra otros hermanos en igual situación, o a producir abundantes bienes que sólo ellos disfrutarán.

Desde que fui trasladado desde la fábrica a este destacamento para cumplir mi “deber” para con la patria he visto mucho, cosas que nunca pensé que mis ojos llegarían a soportar. También he conocido a muchos soldados, desgraciadamente no por mis grandes habilidades sociales, sino porque la mayoría de los camaradas que en un principio se encontraban junto a mi ya sólo son cuerpos mutilados, cuerpos mutilados y desaparecidos en el campo de batalla. Y sin embargo he de sentirme afortunado de que aún queden soldados a los que conozco en mi cuerpo, porque esos pobres campesinos del regimiento de infantería, creo que nunca he visto un rostro familiar allí. Siempre llegan, con esa expresión de desconcierto en la cara, agarrando los fusiles sin convicción, mas con razón para agarrarlos sin ella, he visto como más de uno ha muerto al dispararlos en el campo de pruebas, explotando en las manos del desgraciado y clavándose los mortíferos proyectiles resultantes en el rostro, en la yugular, en el hombro llegando hasta el duro omóplato. Luego, los que marchan, nunca vuelven, y si vuelven, sus rostros no son los mismos, pálidos como espectros, silenciosos como cadáveres se asemejan a una horda de muertos que camina sin rumbo.


Si esto servir a mi país y al zar, esos entes abstractos que no se pueden palpar y que jamás han hecho nada por nosotros, prefiero ser un derrotista y un traidor, porque traicionar a la patria y al zar sería favorecer a los camaradas que todavía están con vida, a los que trabajan para ellos recibiendo a cambio miseria ilimitada, la muerte, y un severo castigo ante cualquier comentario que no ensalce los valores impuestos.

No puedo extenderme más, parece que los germanos están a punto de llegar, creo que si se dan prisa en acabar conmigo podrán tomar mi rancho. Este es mi testamento, y si por casualidad alguien lo encontrase, quiero que tenga presente como nuestro gran zar y todo su séquito de propietarios han estado dispuestos a luchar hasta la última gota…de nuestra sangre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario