martes, 26 de mayo de 2009

Ser en cada momento uno mismo y otro diferente



Somos en cada momento nosotros mismos, pero a la vez cambiamos en el instante, ¿Quién puede decir que unos segundos antes éramos nosotros mismos? En cada reflexión, en cada acción, en cada pensamiento somos aquél río que fluye, somos el tronco que navega a la deriva buscando la propia búsqueda. Irremediable, estamos expuestos al cambio, el tiempo no se detiene, el tiempo es movimiento y tal vez aquello que permanece es el cambio, siquiera eso podemos asegurar, pues no podemos averiguar si algo dura eternamente. Para ello sería necesario ser eterno y entonces negaríamos el devenir. Si no podemos detener el cambio entonces ¿Qué deberíamos hacer? ¿Gritar? ¿Llorar tal vez hasta que nosotros y el mundo que nos rodea cambie y podamos dejar de verter lágrimas? Tal vez debiéramos potenciar ese cambio, desarrollar constantemente de una forma consciente nuestro propio camino, lejos de negarnos, participar del continuo cambio, integrarnos en él con actitud decidida, porque, si no te desplazas con el río, este se moverá de todas formas. Es más útil ser el propio río, porque para cambiar el cauce del río es necesario saber que eres parte de la corriente que lo conforma. Algunos llaman a esto soñar, utopía, locura, más yo contesto ¿Acaso es solución mejor la inmovilidad del mundo? ¿Vamos a negar el movimiento de los átomos, el movimiento que producimos cuando pegamos una patada a una piedra, el movimiento y las reacciones que se desencadenan cuando decidimos llevar a la práctica un pensamiento? Entonces pensar y soñar es una aceptación cambio al que estaremos sometidos y el deseo de participar en ese cambio, pues imaginamos un futuro distinto, y en consecuencia podremos mantener nuestros ojos abiertos a ese transcurso, a esa corriente, a los susurros del Río.


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