domingo, 11 de octubre de 2009

La chispa del 23


Escribo estas líneas a la luz de un candil, entusiasmada, sintiendo una extraña sensación en el estómago y en el pecho, una anormal inquietud. Tal vez sea por el ajetreado día de hoy, recorriendo las habituales calles frías, que sin embargo no eran tales ante nuestra presencia, las obreras de Vyborg, y todos los trabajadores que se sumaron a nuestra causa, para pedir pan a esos ladrones de la Duma y celebrar nuestro día, el Día de las Trabajadoras. ¿Cuántos éramos? no puedo decirlo a ciencia cierta, pero mis oídos aglutinaban tal cantidad de voces que parecía que la cabeza me estallaría de la emoción en cualquier instante.

Hoy el pequeño Sasha tampoco trabajó, me acompañó durante todo el día, aferrándose a mi mano, con los ojos de un búho en la nocturnidad, atento a cada movimiento de banderas, a cada palabra que descargaba su ira contra el zar, o que, simplemente, pedía pan. Es increíble ver como a los obreros de nuestro barrio, se unieron los de otros colindantes, solidarios, abnegados, dispuestos a situarse en la primera línea de nuestra manifestación, preparados para recibir las cargas de los faraones.

Cuando atravesamos la avenida Nevski, me pareció ver alguna sombra que se situaba junto a la ventana de una casa, quizás observando desde arriba como nosotros, los obreros, avanzábamos de forma decidida hacia la Duma, reverberando los cimientos de sus edificios bien montados, de sus sillones y salones bien amueblados. Sin embargo, si piensan que nos vamos a conformar con este día de manifestaciones, no nos conocen bien. Mañana, al ritmo del paso de los obreros, las calles volverán a retumbar, los sillones de los señoritos de la Nevski volverán a temblar, la Duma se volverá a ver acosada, y probablemente este estúpido zar volverá a escandalizarse y a avergonzarse de su pueblo. Quizás para comprender de una vez que no somos su pueblo, que no queremos un zar, que lo único que queremos es pan y paz.

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