jueves, 18 de julio de 2013

Capítulo XI: La joven

-¿Quién demonios eres?- preguntó el hombre a caballo, mientras hacía indicaciones a sus tropas mejor entrenadas para que acudiesen a defenderlo.

-Un soldado. Pensaba que con su dilatada experiencia en combate sabría distinguir a uno. Supongo que lo sobreestimé, es aún más incompetente de lo que pensé- contestó Satara con evidente sorna, mientras los soldados que habían atrapado a los aldeanos rebeldes se posicionaban alrededor de Satara. A cargo de los prisioneros quedaron algunos campesinos de la leva.

- Vienes aquí, acabas con dos de mis hombres, y rodeado osas faltarme el respeto, ¿Qué es lo que pretendes gusano?

-Deje en paz a los campesinos y huya a cualquier hoyo a esconderse. No tienen nada que hacer contra el ejército Imperial, y si quiere enfrentarse a él, hágalo con sus propias fuerzas.

-Se acabó, no toleraré ni un insulto más, ¡Acabad con él!

- ¡Sabino! ¡Si todavía estás ahí ha llegado tu turno! ¡Libera a los aldeanos presos!

Satara alzó sus armas mientras el círculo se estrechaba. Aún calientes y embadurnadas de sangre, las hojas dejaron caer unas gotas más al suelo antes de volver a sus labores. Miró al hombre que tenía enfrente, sonrió e hizo un amago de correr hacia delante y placarlo. Apenas a un metro del enemigo, cuando este ya se disponía a rebanarlo se agachó y detuvo el golpe manteniendo firme y horizontal la cimitarra de su mano izquierda. Su mano derecha ascendió a la vez que se incorporaba, hundiéndose en la carne de su rival hasta atravesarlo y derribarlo hacia atrás. Avanzó unos metros y de repente se paró en seco levantando gravilla y encarándose con sus perseguidores.

El noble dio órdenes a los campesinos de la leva para que atacaran. Satara esbozó una media sonrisa, y antes de que sus enemigos le alcanzasen comenzó a correr alejándose, seguido de la hilera de soldados y de algunos campesinos. El noble permaneció en su posición observando. El recorrido en un principio curvo pronto se transformó en ovalado. Entre el noble y él ahora sólo se interponían algunos campesinos. Intentó esquivarlos aunque recibió algún corte superficial en los brazos que ignoró.

El rostro del reclutador se descompuso al comprobar las intenciones de Satara y trató de dar marcha atrás con el caballo y huir. Pero ya era demasiado tarde, con la velocidad de un corcel, Satara se situó al lado del caballo e hizo un corte en el costado de su enemigo. Este, que había encontrado el camino para huir trató de hacerlo a pesar de las heridas. Y lo consiguió, hasta que la cimitarra que había lanzado su perseguidor lo atravesó, derribándolo del cadáver unos cuantos metros después.

Entretanto Sabino había liberado a la joven y al resto de aldeanos. Estos estaban ahora intentando rodear a los soldados, incrementando su número por momentos, nutriéndose de los aldeanos del pueblo y del resto de campesinos de la leva. Sólo uno de los soldados que aún perseguía a Satara luchó, siendo eliminado sin pestañear por este.

Los soldados del noble fueron despojados de sus armas mientras Satara recuperaba su arma. Luego caminó hacia Hafsa.

-¿Y tú quién eres?-preguntó la mujer.

-Me llamo Satara, y él-señalo a su compañero- es Sabino. Formamos parte de los marineros que fondeamos cerca del pueblo.

-Gracias por la ayuda, a ambos. Ahora necesitamos retirar a nuestros muertos, pero mañana nos gustaría hablar con vosotros. Lo haremos al ponerse el Sol para que podamos enterrar debidamente a los nuestros.

-Entendido-dijo asintiendo, y luego hizo un gesto a Sabino para  que lo acompañase de vuelta al campamento.

Mientras se alejaba Satara vio como el grupo de aldeanos que se había alzado se rodeó de sus compañeros del pueblo y de otras villas. El ejército en el que habían sido integrados había desaparecido y con ello la obligación de ir al frente. También observó como el hombre corpulento que había agredido a Hafsa días atrás se acercaba a ella.

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