viernes, 7 de diciembre de 2012

Capítulo V: Visita a Martuk





Zarparon dejando atrás el viejo muelle, izando las velas de nuevo y adentrándose en el mar azul. Esta vez, después de abandonar la pequeña isla, navegaron junto a la costa, cuyas playas se dibujaban blancas. Pequeños pueblos de casas marrones se avistaban desde el barco. También, de vez en cuando se podían distinguir embarcaciones de los pescadores locales. A bordo del navío de Barbablanca, todo transcurría en una tensa calma, se hablaba poco y cada uno estaba concentrado en su tarea. Navegaron durante varios días hasta que, pudieron divisar algo más que manchas marrones dispersas. Vieron una de mayor tamaño, con tonalidades grisáceas en su interior y una muralla que la defendía.

Hacia allí se dirigió la embarcación de Barbablanca y las que le seguían. Esta vez, los muelles eran de piedra, e incluso antes de bajar del barco ya se escuchaba el bullicio de la ciudad. Antes de acoplar la pasarela para ir a la ciudad, Barbablanca dio instrucciones, Shakes y otros mozos irían a vender el botín que habían conseguido. Los nuevos miembros de la tripulación se quedarían en el barco, por si “se les ocurría hacer alguna locura”. Al resto de la tripulación, excepto los encargados de la vigilancia, se les dio permiso para bajar a la ciudad y disfrutar de sus placeres.

Para Shakes la operación se presentaba más peliaguda que otras veces. Una cosa era vender un botín abundante donde lo habitual eran lingotes, vajillas, armas, especias o telas. Pero vender aquellas armaduras con blasones incrustados de Luminarië, incluso a pesar de que Martuk no estaba bajo la influencia del Imperio, llamaría demasiado la atención. Además, por lo que había escuchado durante los últimos meses, la mano del Imperio se alargaba más y más, sus misioneros, y probablemente también sus agentes estaban asentados en cada vez más lugares, muchos de ellos en reinos y regiones independientes del Imperio.

Antes de bajar del barco, dio instrucciones a los mozos para que se encargasen de alquilar un carro y que cubriesen bien el botín antes de subirlo. Luego se despidió de ellos y prometió volver cuando tuviese solucionado el asunto del comprador. Callejeó por el suelo empedrado de la ciudad y atravesó el mercado mezclándose en el bullicio, aprovechando este para sustraer una manzana de uno de los puestos. Con los restos de la manzana aún en la mano se paró frente a un edificio de piedra con una puerta con remaches de hierro. Sobre ella un cartel con letras grandes y toscas que indicaba que era el hogar del herrero. Ya desde fuera se escuchaba sonido del martillo moldeando el acero. Tiró los restos de la manzana al suelo y pasó al interior.

La estancia no era demasiado amplia, un mostrador con una coraza y algunas espadas. Justo detrás, en el yunque, trabajaba un hombre moreno y fornido de barriga hinchada. Al fondo, una fragua con chimenea, donde vigilaba un adolescente de tez morena, junto a un niño que a todas luces parecía ser su hermano. No muy lejos estaba también una mujer, que tejía y alzó una ceja al ver entrar a Shakes.

-A las buenas-dijo mientras se quitaba la capucha revelando el rostro joven de un pelirrojo que no superaba los veinticinco.

El hombre del yunque detuvo su trabajo y lo miró.

-Hombre, ¡Pero si eres tú Shakes! ¡Debe de hacer un año, o tal vez más!

-Ya sabes Tariq, uno va de aquí para allá, tanto viaje, tanto ver agua por todos lados, parando en un lado y en otro, a uno se le va la noción del tiempo y pierde las buenas costumbres-hizo una breve pausa- Como pasar a saludar de vez en cuando- sonrió.

Ambos charlaron durante un rato, mientras el niño se acercaba a curiosear. La mujer de Tariq se acercó también, mientras a su otro hijo hubo que darle una voz para que dejase sus labores y saludase al visitante. Eufórico por la visita, Tariq lo invitó a tomar una copa de vino. Cuando este le puso al día de todas las novedades, esperó a que él le preguntase.

-Bueno, ¿y que te ha traído de regreso a Martuk?

-Eso quería comentarte, necesito vuestra ayuda y discreción en un asunto embarazoso

-¿De qué se trata? ¿Ha ocurrido algo grave?

Shakes miró a los niños y a la mujer, luego volvió a posar la mirada en Tariq, que, entendiendo el gesto, les dijo que se quedasen a cargo de la tienda mientras acababa de hablar con su invitado. Una vez salieron y cerraron la puerta Shakes fue directo al grano.

-Necesito que fundas unas armaduras sin hacer preguntas. También me gustaría saber cuánto estarías dispuesto a darme por ellas.

Tariq se quedó pensativo durante unos segundos en una mueca confusa antes de decidirse a dar una respuesta.

-Supongo que te debía una por lo de la última vez. Puedo fundirlas, aunque, teniendo ya las armaduras es una pérdida de tiempo y dinero refundirlas. No obstante, no haré preguntas –dijo, frenando su curiosidad- Pero acerca del dinero, me temo que las armaduras perderán casi todo su valor al transformarse en metal, no valdrá más de cinco maravedíes el kilo.

Shakes hizo  cuentas, no iban a obtener ningún beneficio de su última aventura, que además podía costarles cara, aunque al menos sí que podrían reponer víveres y comprar materiales para reparar sus barcos.

-Te enviaré el carro con el material, pasaré dentro de una semana para encargarme del dinero- dijo Shakes antes de despedirse.

Volvió al barco y dio órdenes a los mozos. Luego fue a explicarle las malas nuevas a Barbablanca, que refunfuño resignado porque en el fondo sabía que o se vendían de esa manera o directamente se enviaban al fondo del mar.

-Esto no va a gustar en la tripulación ni en el resto de barcos, así que más te vale encontrar un buen cargamento, y pronto- le dijo Barbablanca.

-Creo que va siendo hora entonces de echar un trago en la taberna, quien algo quiere, una copa le cuesta-contesto Shakes, con una sonrisa ladina.

El capitán y su segundo de abordo, junto con un par de marinos más, dejaron el barco y visitaron la embarcación de El Toro, aunque este y muchos de sus hombres ya no estaban allí. Visitaron entonces la taberna, que estaba plagada de los marineros del puerto.

Allí estaba El Toro, sentado en una mesa jugando a los dados, con una jarra de vino en su regazo. Barbablanca y sus hombres se sentaron frente a la barra y pidieron también.

El tabernero saludó a Barbablanca con voz nerviosa y les sirvió rápidamente. Charlaron durante un rato entre ellos y luego el capitán pidió algo de comer. Mientras el tabernero seguía sirviendo Barbablanca comenzó a sopesar una saca, agitándola de tal manera que se escuchase el tintineo de la misma. El tabernero desvió la mirada hacia la bolsa un par de veces mientras servía.

-¿Desean algo más? –dijo acercándose a los piratas.

-Cuéntanos algo de tu vida, Abdul, seguro que en el tiempo que no hemos estado aquí consumiendo tu vino y tu cerveza ha ocurrido algo reseñable, y seguro que ha pasado gente de todo tipo, cargada de todo tipo de mercancías.

-No te creas, la verdad es que ha pasado poco, a excepción de Mohammed que tuvo una fuerte discusión con uno de los capitanes de los barcos de Flavio, uno de los grandes comerciantes de la Áurea Cuidad. A lo mejor tiene algo que contaros, supongo que sólo desgracias porque últimamente ha perdido por completo el negocio de la tela, ahora tiene que contentarse con transportar y vender los cargamentos de especias cuando llegan, y entretanto sobrevivir con el envío de licores, que es algo cuya demanda nunca cesa.

Barbablanca siguió indagando y convenció al tabernero, acercándole la bolsa, para concertar una reunión con Mohammed.

En un par de días se reunieron con él, la reunión fue breve y provechosa, quería recuperar otra vez los ingresos de sus rutas comerciales en la región, así que pagaría muy bien. De hecho adelantó dos mil maravedíes de los diez mil que acordaron. Además podía garantizarles que no tendrían problemas con las autoridades en la zona de aquí en adelante. Aunque les advirtió, el boicot debía realizarse fuera de los límites de la ciudad, dentro de las aguas del Imperio, para evitar cualquier conflicto diplomático y escabroso. Por otro lado, los barcos serían fáciles de reconocer, sus velas llevaban pintado el símbolo de Luminarië y toda su flota llevaba grabadas en el casco las iniciales de su compañía; Compañía Flavio Timur.

2 comentarios:

  1. ei! gracias por el interés en mi blog ahora que se del tuyo ya te comentaré que me ha parecido.

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  2. Gracias. A la espera de que me comentes que te parece quedo :P

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