martes, 25 de diciembre de 2012

Capítulo VI: Al abordaje (Parte 1)




De nuevo, se hicieron a la mar con un par de nuevos tripulantes que entraron a sustituir a los que se quedaron en la isla. Con la promesa de mucho oro, del que ya tenían una muestra en el cofre de la embarcación de Barbablanca, la tripulación se puso manos a la obra. Después del fiasco del último asalto, una garantía de botín como esta había elevado considerablemente la moral de los marinos. No obstante, el capitán no expresaba ninguna alegría, era un viejo tiburón y sabía que en el mar no había presas fáciles, mucho menos si alguien estaba dispuesto a jugarse tanto oro. Tampoco quitaba ojo a los marineros que habían formado parte de su último barco asaltado. Se preguntaba si habrían sido capaces de dejar a un lado sus antiguas convicciones en pos de la supervivencia, o si por el contrario llegado el momento tendría que tirarlos por la borda.
Por el momento parecía que se adaptaban al ritmo de trabajo, incluso algunos, como César y Tito, empezaban a hablar con el resto de la tripulación, aunque procuraban no cruzarse con Satara, y si lo hacían pasaban de largo o desviaban la mirada.

Satara por su parte, realizaba labores de limpieza de cubierta por la mañana, pero por la noche comenzó a ser asignado en las guardias. Tanto Barbablanca como su segundo de abordo se dieron cuenta de su afilada percepción, que conservaba aún cuando el sol ya se había puesto. Coincidió con Shakes los dos primeros días y este trató de sonsacarle algo más sobre su pasado. También preguntó por sus manos ennegrecidas, pero lo único que aseguraba era que no era contagioso. Ante cualquier otra pregunta, era un auténtico muro de acero infranqueable, sin ninguna debilidad aparente. Siendo así, Shakes optó por contar anécdotas que había vivido con la tripulación durante sus cuatro años de “servicio”.

Antes de que realizasen su primera parada para reabastecerse y prepararse para asaltar los navíos de La Compañía, Satara de nuevo fue asignado a otra guardia nocturna, sólo que esta vez no encontró a Shakes a su lado, sino a un no tan antiguo enemigo suyo, Tito.

Ambos intercambiaron una tensa mirada antes de entablar cualquier tipo de conversación.

-Bonita noche –comentó Satara.

-Sí, sí, bonita- dijo Tito en un tono sarcástico.

-Dicen por ahí, que apta para las reconciliaciones.

-Ah ¿si?, ¿y quién dice eso?

-Lo arrastra el viento en un murmullo, y se huele. A lo mejor me queda algo de la providencia de cuando servía a tu dios, o quizás simplemente tengo sentido común.

-No tengo tiempo para reconciliaciones, estoy más concentrado en…sobrevivir, y créeme no pienso poner mi vida en riesgo en aras de la “amistad”. He perdido muchos amigos en los que sí confiaba, incluso tuve que matar para mantenerme con vida. Todo por darte caza. No creas que porque estemos en la misma tripulación eso nos hace iguales, escoria inmunda- el rostro de Tito se llenó de rabia y se enrojeció.

-¿De verdad crees que acabar con tu vida me importa algo? A los paladines deberían enseñaros algo de sentido común y no repetiríais desastres como el de mi “caza”. Tú ya no eres nadie, ni paladín, y todavía tampoco pirata. Si escapases de aquí y algún día consiguieses volver a tu asqueroso templo, tendrías un caluroso recibimiento, pero no en el sentido en el que anhelas –esbozó una leve sonrisa e hizo una pausa para detener el puñetazo que Tito dirigía hacia su cara.

Agarró el brazo de Tito y lo dobló haciéndole perder el equilibrio. Este cayó e inmediatamente Satara colocó su pie en el pecho haciendo que fuera imposible que este se levantara. En ese momento, en la sombra y a una distancia prudencial, un brazo de viejo tiburón evitó que Shakes avanzase.

-No, no pienso entretenerme contigo, voy a acabar directamente con el Gran Padre y tu patético dios.

Tito no pudo hacer otra cosa de reír ante el descabellado planteamiento del hereje.

-¿Y cómo piensas hacerlo? ¿Vas a vencer tú sólo a todo un imperio?

-Tengo tiempo, aún soy joven. Además –quitó el pie del pecho de Tito y se apartó- creo que tu puedes detallarme algunos aspectos de la Iglesia en los que ya estoy obsoleto.
Tito se levantó y se sacudió, aún enfurecido, pero sin intención de lanzar otra ofensiva fallida contra Satara.

-No pienso colaborar contigo.

-Sólo piénsalo. 

No hablaron más durante la guardia, y silenciosamente marcharon a descansar cuando llegó el relevo.



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