sábado, 2 de enero de 2010

Obreros y soldados





La llama ha despertado en el pueblo, sólo han pasado dos días desde aquella desesperada manifestación, y hoy hemos ocupado las comisarías de los faraones. Algunas ardían como los ojos de los obreros que después de caminar en una vida pedregosa y embarrada atisban un sendero a lo lejos, el camino del gobierno de nosotros mismos, el gobierno del proletariado. Ya no disparan todos los soldados, muchos se niegan y se suman a nuestras filas, y los cosacos son inundados por la multitud sin que haya reacción agresiva.

Escribiré en este papel uno de los episodios que describen el ánimo y la determinación de la multitud que tomamos las calles:

Marchábamos hacia los cuarteles gritando por el fin de la guerra, el Puente de Alejandro estaba levantado, así que cruzamos por el Neva, helado y sólido como los raíles de una locomotora. Antes de poder llegar a la zona militar, donde se encontraba la guarnición, desde varias calles aparecieron individuos armados con revólveres y algún fusil. Vertieron insultos sobre la multitud y lanzaron plegarias a la Gran Madre Rusia y al zar. Eran miembros de las Centurias Negras, famosos por sus pogromos contra los judíos y su devota devoción a los “rusos de bien”. También se distinguían en algunos las insignias características de los junkers de las academias militares.

Observé entonces una vía para llegar a los cuarteles, y advertí a las compañeras de la fábrica del descubrimiento. Así las textiles fuimos raudas a conversar con los soldados, a avisarles de que unos junkers  amenazaban con disparar a la multitud. Los soldados se mostraron amables, en su cara se reflejaba la amargura de la guerra que los alejaba de su hogar. Accedió una compañía, encabezada por un bolchevique, a resolver la cuestión.

Llegamos corriendo al lugar de los hechos, las Centurias Negras y los junkers depositaban las armas en el suelo ante la mirada atenta de un obrero, que apuntaba con un revolver al cabecilla. Los soldados llegaron al lugar, e inmediatamente trataron los desarmados de recuperar sus instrumentos punitivos, mas el fusil de los soldados se alzó junto al arma de los trabajadores. Camaradas obreros, esas armas pertenecen al pueblo, tomadlas y defendamos la revolución de los perros de los burgueses-dijo el soldado bolchevique para remarcar de que lado estaban.

Una vez huyeron sin armas los enemigos, abrazamos a los soldados, y ellos a nosotros. Era más reconfortante colaborar con los obreros que someterse a los designios de oficiales soberbios y distantes de sus intereses.

2 comentarios:

  1. no me gusta porque por algún motivo menor, por ejemplo, los comunistas en rusia atacaban también a los judíos, al fin al cabo con sus posturas económicas usureras amarraban a los pobres que se veían obligados a pedir préstamos (la usura la comenzaron a usar los judíos).

    No sé, el comunismo en todas sus versiones lleva más de 100.000 millones de muertes, son pocas las versiones que para mí se salvan aunque no comparta para nada su visión como los trotskistas, y los "heterodoxos" de los anarquistas y sindicalistas revolucionarios.

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  2. La mayoría de los bolcheviques que participaron en la Revolución de Octubre eran judíos. Entre ellos destacan Lenin que tiene ascendencia judía por parte del abuelo materno, Trotsky, Jefe del Ejército Rojo durante la Guerra Civil Rusa, de padres judíos, y Sverdlov, organizador del Comité Militar Revolucionario y de la Revolución de Octubre. Sería desperdiciar palabras seguir citando los nombres de comunistas judíos, así pues me centrare en detalles de mayor importancia.

    Tras el ascenso de los bolcheviques, se dio la oportunidad de decidir acerca de su independencia a los pueblos que habían sufrido la opresión del zarismo. En su mayoría decidieron integrarse en Federación Soviética. Se incluyó un proceso para constituir una nación judía, Birobiyan. Fueron pocos los judíos favorables a la emigración debido a que la revolución supo solucionar los deseos de los judíos elevándose por encima de fronteras

    Respecto a los judíos me permitiré citar la apreciación de Lenin:

    “Lo mismo podemos decir de la nación hebrea, la más oprimida y perseguida. La cultura nacional hebrea es una consigna de rabinos y burgueses, es una consigna de nuestros enemigos. Pero en la cultura hebrea y en toda la historia del pueblo hebreo hay también otros elementos. De los diez millones y medio de hebreos que existen en el mundo, poco más de la mitad viven en Galitzia y en Rusia, países atrasados y semisalvajes, donde los hebreos son mantenidos por la fuerza en una situación de casta. La otra mitad vive en el mundo civilizado, evidencia los grandes rasgos progresistas, de significación mundial, de la cultura hebrea: su internacionalismo y su capacidad de hacerse eco de los movimientos avanzados de la época (el tanto por ciento de hebreos que participan en movimientos democráticos y proletarios es, en todas partes, superior al porcentaje general de la población” (Lenin, Notas críticas sobre la cuestión nacional, pág 12)

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