viernes, 4 de diciembre de 2009

Historia de un pescador somalí


Sentado con el AK-47 en la mano espera un hombre de tez oscura y sucios harapos, con los ojos entrecerrados, como si tratase de evocar una época mejor, mas sólo es capaz de girar la cabeza a izquierda a derecha sin demasiado ánimo y luego dar otro trago a su petaca. Luego escupe al mar, que todo lo traga, aquel que le permitió no desfallecer ante el hambre, pero que también le arrebatará la vida, ayudándose del plomo infernal de las fragatas.

De padre pescador le correspondía heredar su vieja barca y el oficio para alimentar a sus cuatro hermanos y a su madre. El arte de la pesca y la decrépita embarcación sin embargo no eran suficientes para saciar tantas bocas, el pescado era escaso, expoliado por aquella gran mole gris y compacta formada de embarcaciones modernas que con la fuerza de un huracán arrasaban con el mismo mar. Mohamed no sabía si aquello había sido firmado por su gobierno, conocía lo cercano y concreto, los fieros rugidos que emanaban de las tripas de sus hermanas y su madre, esa llama permanente que no dejaba su mente en calma, que creaba malestar e ira contenida.

Desvanecida toda posibilidad, comenzó a vagabundear por las calles sin encontrar nada, excepto otros vagabundos de rostro remarcado por la osamenta, en el que podía casi vislumbrarse el blanco cadavérico bajo la piel. Y escuchó del éxito de aquellos infames piratas, aquellos maleantes despreciados por su violencia que sin embargo él observaba con asombro. Su violencia arrancaba unos cuantos dorados, tal vez siquiera uno, de la gran bolsa del capital de occidente. Aunque había que secuestrar a aquellos que nada tenían que ver con los que ejercían el control sobre ese gran saco de dinero, que de hecho día a día tenían que disputarles su propio sustento, Mohamed no podía eludir esta oportunidad, delinquir o morir-se dijo.

Así fue como el mar se apoderó de su destino, y como el fusil se convirtió en su herramienta de trabajo. Allí conoció a muchos hombres desesperados, tanto o más que él, y a unos pocos desquiciados, que habían perdido por completo el juicio.

Ahora ya están listos los garfios para el nuevo abordaje, las armas cargadas, los piratas con los músculos en tensión, quizás algunos para caer en los océanos y no regresar jamás. Todo por un pedazo de pan, y estos pedazos de pan seguirán llevando a los barcos de velas negras a batallones de hombres en desgracia. Llegará sin embargo el día en el que esos batallones somalíes caminen junto a los oprimidos del resto de África, pero también Europa, Asia, América y Oceanía. Entonces los burgueses temblarán, observarán sentados desde su sillón los intelectuales liberales analizando la “barbarie” y la “rudeza” de los revolucionarios. Escribirán los trabajadores las líneas no de un octubre rojo, sino de un futuro rojo a la vez que demuestran que toda rudeza de proletario viene dada por la explotación del propietario, sea de rostro humano o animal.

1 comentario:

  1. está bien mirar los problemas desde otros puntos de vista, la solución no me convence, los futuros rojos que ya son presentes se nos muestran muy fracasados, más que los liberalismos actuales e igual de injustos. el nacional-sindicalismo es la solución.

    angelus-ruy

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