jueves, 27 de diciembre de 2012

Capítulo VI: Al abordaje (Parte 2)




Tras varios días de viaje al fin la escuadra de Barbablanca comenzó a virar hasta que la orografía cercana a la costa se vislumbrara de un modo cristalino. Avanzaban en rombo, Barbablanca abría la formación y El Toro iba a la cola. Tras una fina línea de playa se divisaban multitud de árboles. Siguiendo la línea de playa se podía divisar una desembocadura, y pegado a estas, unas chozas de arcilla apiñadas que formaban un pequeño poblado, probablemente de pescadores. Atravesaron la desembocadura pasando las embarcaciones de una en una ante la mirada curiosa de algunos pueblerinos. Fue dificultoso hacer pasar a los barcos de El Toro y Barbablanca que dieron problemas con la carena, que en algunos puntos tocaba tierra.

Una vez hubieron superado las dificultades entraron en un lago de aguas calmas, rodeado de bosque y sólo con la compañía de algún cobertizo aislado. En un lugar retirado incluso de los cobertizos aislados quedó varada la escuadra y bajó la tripulación a la que Barbablanca no tardaría en dar explicaciones.

-Marineros, esta vez sí, de agua dulce –se escucharon algunas risas- nos estableceremos aquí, esta vez montaremos un campamento que nos permita desplazarnos rápidamente a nuestro lugar de actuación, pero procurando no exponernos demasiado. No podemos fallar en  la previsión como ocurrió en nuestro último asalto teniendo un objetivo tan concreto sobre el que poder investigar. Tal y como os explicaron vuestros respectivos capitanes y oficiales, esta vez nos encontramos ante un buen botín, pero que requiere paciencia y tiempo. Necesitamos conocer como se mueve el pez al que vamos a dar caza. Por eso necesito a las tripulaciones de Smith y Castelar, las más ligeras y rápidas, desde mañana al alba dispuestas para zarpar. Necesitamos saber la frecuencia con la que transita nuestra presa y cómo se mueve.

Se giró hacia Shakes para dedicarle unas palabras: -Y necesito que tú averigües donde echan amarras investigando los pueblos de la costa cercanos a El Estrecho.

-Caballeros, que los de intendencia acudan ahora a reunirse conmigo, el resto, excepto los de Smith y Castelar que sigan a sus capitanes y empiecen a organizar el campamento.

Como un panal de abejas o una colonia de hormigas, los marinos, liderados por sus capitanes, vaciaban las  bodegas de hachas y comenzaban a talar los árboles cercanos. Barbablanca entretanto ordenaba a la intendencia encargarse de buscar los alimentos en el pueblo y asegurarse de que los vecinos no eran una molestia ni un impedimento para las actividades. Shakes y los de las demás naves partieron hacia el pueblo. La tripulación de Barbablanca ya portaba hachas cuando este termino de explicar, y sólo tuvo que dar unas pocas instrucciones para organizar las chozas del campamento y los turnos de guardia para la noche.

Cuando el sol se puso ya había un campamento improvisado y Shakes junto a otros oficiales ya traían abundantes víveres que habían comprado con el adelanto de Mohammed. Los primeros que tuvieron su cena fueron los hombres de Smith y Castelar, que después de una copiosa comida y abundante bebida (sobretodo esto último) se dividieron entre la embarcación y las chozas terminadas para descansar.
De nuevo, a la hora de las guardias, Satara y Shakes volvieron a coincidir.

-Es curioso, siempre me cuesta conciliar el sueño antes de un viaje, y las guardias son la manera perfecta para mantenerse ocupado-comentó Shakes abriendo la conversación.

-No sabía que tuvieses un viaje, que yo sepa perteneces a mi tripulación, no a la de Smith o Castelar

-No, tengo unos asuntos en solitario, aunque vamos a cazar un pez, estos peces de madera tienen la costumbre de fondear rutinariamente, una información que no tenemos todavía, y que ni Smith ni Castelar van a conseguir si pretenden no llamar mucho la atención.

-Veo que tú y vuestro capitán- en ese momento Shakes le interrumpió para señalar que también era el suyo- os guardáis unas cuantas cartas bajo la manga- hizo una breve pausa- Como por ejemplo, probar la paciencia de herejes y paladines mientras observáis desde la sombra- esbozó una leve sonrisa.

Shakes disimuló su sorpresa y contestó con naturalidad.

-Veo que no eres asignado a todas las guardias por azar –contestó, devolviéndole una media sonrisa- pero como verás, los capitanes y sus oficiales tienen que asegurarse de que no hay problemas de convivencia. No nos gustaría que por alguna estupidez dictada por sentimientos infantiles tuviera que sufrir el resto de honrados marinos.

-Supongo que vuestras dudas se habrán satisfecho entonces.

-De momento estamos contentos.

-¿Hasta que punto sabéis sobre las fuerzas del Imperio? Si llegan a saber de vosotros, entre el incidente anterior y el hostigamiento al que se va a ver sometido una de sus rutas comerciales, podrían llegar a intentar aplastaros.

-Deberías estar contento, vamos a volver a zurrarles a los que te mantenían preso. Aunque no te hagas ilusiones, todo el discurso que te marcaste con el pobre Tito –le señaló con el dedo- eso, eso si que sería un problema. Nosotros no asaltamos sus barcos por convicciones, son los que más riqueza acumulan. No entramos a la boca del lobo, siempre en movimiento, cuando quieran aplastarnos, ya no estaremos allí. Así hemos hecho siempre.

-Los tiempos cambian, nunca habéis estado en su punto de mira.

-Hablas como si tú lo hubieses estado.

-Lo estuve.

-Espero que no te refieras al batallón de hombres que te tenían cautivo, si esa es toda la fuerza del Imperio…creo que un día deberíamos presentarnos en la Aúrea Ciudad y tomar algunas de las riquezas que cuentan las leyendas.

-¿Llegaste a conocer algo sobre El Refugio?

-Como no enterarse, no gustó a los tratantes de esclavos, y mucho menos al Imperio, que consideraba a los medio dragones y la demás “chusma” como engendros enviados por las fuerzas del mal.

-Puede que estuviera implicado en algo de eso.

Y después de estas palabras, Satara deslizó el tema de conversación hacia cuestiones más generales, aprovechándose de que Shakes no había nacido ni vivido en tierras del Imperio y estaba ansioso por conocer más cosas sobre las amplias extensiones de terreno que dominaba, que con el paso de los años se habían ido acrecentando.

Con la noche ya bien entrada, justo después de que unos nubarrones tapasen la luna, llegó el relevo de zona. Satara marchó a descansar, mientras Shakes ultimó los detalles del viaje para el día siguiente.

La mañana amaneció oscura, densos nubarrones se arremolinaban sobre los árboles y amenazaban en cualquier momento con descargar una furibunda lluvia. Desde muy temprano las voces de Barbablanca y el resto de capitanes hicieron las veces de toque de diana. Una ristra de palabras malsonantes salió de las bocas de los malhumorados y resacosos marineros, que fueron incitados a doblar el ritmo de trabajo en previsión del retraso que sufrirían en sus labores de adecuar la zona cuando los nubarrones decidiesen descargar todo su peso. Pasado el mediodía se desató el aguacero y a pesar de los esfuerzos al poco tiempo ya era impracticable realizar ninguna tarea.

Durante la primera de las dos semanas que estuvieron poniendo a punto su centro de operaciones tuvieron días de incómodas lluvias y el trabajo avanzó poco. Algunos de los marineros aprovecharon esta semana para acercarse al poblado y cortejar a algunas de las pescadoras y campesinas. Semana en la que Satara pudo comprobar que la reputación de El Toro no venía sólo dada por embestir a su antiguo capitán, sino también por su conducta en el terreno amoroso. En la segunda semana, la lluvia amainó y pudieron trabajar a pleno rendimiento. Así que a un toque de atención de Barbablanca todos redujeron drásticamente sus viajes al pueblo.  A finales de esta semana llegó Shakes, y un día más tarde Smith y Castelar. Ahora sólo quedaba reunirse y preparar el primero de los asaltos.

martes, 25 de diciembre de 2012

Capítulo VI: Al abordaje (Parte 1)




De nuevo, se hicieron a la mar con un par de nuevos tripulantes que entraron a sustituir a los que se quedaron en la isla. Con la promesa de mucho oro, del que ya tenían una muestra en el cofre de la embarcación de Barbablanca, la tripulación se puso manos a la obra. Después del fiasco del último asalto, una garantía de botín como esta había elevado considerablemente la moral de los marinos. No obstante, el capitán no expresaba ninguna alegría, era un viejo tiburón y sabía que en el mar no había presas fáciles, mucho menos si alguien estaba dispuesto a jugarse tanto oro. Tampoco quitaba ojo a los marineros que habían formado parte de su último barco asaltado. Se preguntaba si habrían sido capaces de dejar a un lado sus antiguas convicciones en pos de la supervivencia, o si por el contrario llegado el momento tendría que tirarlos por la borda.
Por el momento parecía que se adaptaban al ritmo de trabajo, incluso algunos, como César y Tito, empezaban a hablar con el resto de la tripulación, aunque procuraban no cruzarse con Satara, y si lo hacían pasaban de largo o desviaban la mirada.

Satara por su parte, realizaba labores de limpieza de cubierta por la mañana, pero por la noche comenzó a ser asignado en las guardias. Tanto Barbablanca como su segundo de abordo se dieron cuenta de su afilada percepción, que conservaba aún cuando el sol ya se había puesto. Coincidió con Shakes los dos primeros días y este trató de sonsacarle algo más sobre su pasado. También preguntó por sus manos ennegrecidas, pero lo único que aseguraba era que no era contagioso. Ante cualquier otra pregunta, era un auténtico muro de acero infranqueable, sin ninguna debilidad aparente. Siendo así, Shakes optó por contar anécdotas que había vivido con la tripulación durante sus cuatro años de “servicio”.

Antes de que realizasen su primera parada para reabastecerse y prepararse para asaltar los navíos de La Compañía, Satara de nuevo fue asignado a otra guardia nocturna, sólo que esta vez no encontró a Shakes a su lado, sino a un no tan antiguo enemigo suyo, Tito.

Ambos intercambiaron una tensa mirada antes de entablar cualquier tipo de conversación.

-Bonita noche –comentó Satara.

-Sí, sí, bonita- dijo Tito en un tono sarcástico.

-Dicen por ahí, que apta para las reconciliaciones.

-Ah ¿si?, ¿y quién dice eso?

-Lo arrastra el viento en un murmullo, y se huele. A lo mejor me queda algo de la providencia de cuando servía a tu dios, o quizás simplemente tengo sentido común.

-No tengo tiempo para reconciliaciones, estoy más concentrado en…sobrevivir, y créeme no pienso poner mi vida en riesgo en aras de la “amistad”. He perdido muchos amigos en los que sí confiaba, incluso tuve que matar para mantenerme con vida. Todo por darte caza. No creas que porque estemos en la misma tripulación eso nos hace iguales, escoria inmunda- el rostro de Tito se llenó de rabia y se enrojeció.

-¿De verdad crees que acabar con tu vida me importa algo? A los paladines deberían enseñaros algo de sentido común y no repetiríais desastres como el de mi “caza”. Tú ya no eres nadie, ni paladín, y todavía tampoco pirata. Si escapases de aquí y algún día consiguieses volver a tu asqueroso templo, tendrías un caluroso recibimiento, pero no en el sentido en el que anhelas –esbozó una leve sonrisa e hizo una pausa para detener el puñetazo que Tito dirigía hacia su cara.

Agarró el brazo de Tito y lo dobló haciéndole perder el equilibrio. Este cayó e inmediatamente Satara colocó su pie en el pecho haciendo que fuera imposible que este se levantara. En ese momento, en la sombra y a una distancia prudencial, un brazo de viejo tiburón evitó que Shakes avanzase.

-No, no pienso entretenerme contigo, voy a acabar directamente con el Gran Padre y tu patético dios.

Tito no pudo hacer otra cosa de reír ante el descabellado planteamiento del hereje.

-¿Y cómo piensas hacerlo? ¿Vas a vencer tú sólo a todo un imperio?

-Tengo tiempo, aún soy joven. Además –quitó el pie del pecho de Tito y se apartó- creo que tu puedes detallarme algunos aspectos de la Iglesia en los que ya estoy obsoleto.
Tito se levantó y se sacudió, aún enfurecido, pero sin intención de lanzar otra ofensiva fallida contra Satara.

-No pienso colaborar contigo.

-Sólo piénsalo. 

No hablaron más durante la guardia, y silenciosamente marcharon a descansar cuando llegó el relevo.



viernes, 7 de diciembre de 2012

Capítulo V: Visita a Martuk





Zarparon dejando atrás el viejo muelle, izando las velas de nuevo y adentrándose en el mar azul. Esta vez, después de abandonar la pequeña isla, navegaron junto a la costa, cuyas playas se dibujaban blancas. Pequeños pueblos de casas marrones se avistaban desde el barco. También, de vez en cuando se podían distinguir embarcaciones de los pescadores locales. A bordo del navío de Barbablanca, todo transcurría en una tensa calma, se hablaba poco y cada uno estaba concentrado en su tarea. Navegaron durante varios días hasta que, pudieron divisar algo más que manchas marrones dispersas. Vieron una de mayor tamaño, con tonalidades grisáceas en su interior y una muralla que la defendía.

Hacia allí se dirigió la embarcación de Barbablanca y las que le seguían. Esta vez, los muelles eran de piedra, e incluso antes de bajar del barco ya se escuchaba el bullicio de la ciudad. Antes de acoplar la pasarela para ir a la ciudad, Barbablanca dio instrucciones, Shakes y otros mozos irían a vender el botín que habían conseguido. Los nuevos miembros de la tripulación se quedarían en el barco, por si “se les ocurría hacer alguna locura”. Al resto de la tripulación, excepto los encargados de la vigilancia, se les dio permiso para bajar a la ciudad y disfrutar de sus placeres.

Para Shakes la operación se presentaba más peliaguda que otras veces. Una cosa era vender un botín abundante donde lo habitual eran lingotes, vajillas, armas, especias o telas. Pero vender aquellas armaduras con blasones incrustados de Luminarië, incluso a pesar de que Martuk no estaba bajo la influencia del Imperio, llamaría demasiado la atención. Además, por lo que había escuchado durante los últimos meses, la mano del Imperio se alargaba más y más, sus misioneros, y probablemente también sus agentes estaban asentados en cada vez más lugares, muchos de ellos en reinos y regiones independientes del Imperio.

Antes de bajar del barco, dio instrucciones a los mozos para que se encargasen de alquilar un carro y que cubriesen bien el botín antes de subirlo. Luego se despidió de ellos y prometió volver cuando tuviese solucionado el asunto del comprador. Callejeó por el suelo empedrado de la ciudad y atravesó el mercado mezclándose en el bullicio, aprovechando este para sustraer una manzana de uno de los puestos. Con los restos de la manzana aún en la mano se paró frente a un edificio de piedra con una puerta con remaches de hierro. Sobre ella un cartel con letras grandes y toscas que indicaba que era el hogar del herrero. Ya desde fuera se escuchaba sonido del martillo moldeando el acero. Tiró los restos de la manzana al suelo y pasó al interior.

La estancia no era demasiado amplia, un mostrador con una coraza y algunas espadas. Justo detrás, en el yunque, trabajaba un hombre moreno y fornido de barriga hinchada. Al fondo, una fragua con chimenea, donde vigilaba un adolescente de tez morena, junto a un niño que a todas luces parecía ser su hermano. No muy lejos estaba también una mujer, que tejía y alzó una ceja al ver entrar a Shakes.

-A las buenas-dijo mientras se quitaba la capucha revelando el rostro joven de un pelirrojo que no superaba los veinticinco.

El hombre del yunque detuvo su trabajo y lo miró.

-Hombre, ¡Pero si eres tú Shakes! ¡Debe de hacer un año, o tal vez más!

-Ya sabes Tariq, uno va de aquí para allá, tanto viaje, tanto ver agua por todos lados, parando en un lado y en otro, a uno se le va la noción del tiempo y pierde las buenas costumbres-hizo una breve pausa- Como pasar a saludar de vez en cuando- sonrió.

Ambos charlaron durante un rato, mientras el niño se acercaba a curiosear. La mujer de Tariq se acercó también, mientras a su otro hijo hubo que darle una voz para que dejase sus labores y saludase al visitante. Eufórico por la visita, Tariq lo invitó a tomar una copa de vino. Cuando este le puso al día de todas las novedades, esperó a que él le preguntase.

-Bueno, ¿y que te ha traído de regreso a Martuk?

-Eso quería comentarte, necesito vuestra ayuda y discreción en un asunto embarazoso

-¿De qué se trata? ¿Ha ocurrido algo grave?

Shakes miró a los niños y a la mujer, luego volvió a posar la mirada en Tariq, que, entendiendo el gesto, les dijo que se quedasen a cargo de la tienda mientras acababa de hablar con su invitado. Una vez salieron y cerraron la puerta Shakes fue directo al grano.

-Necesito que fundas unas armaduras sin hacer preguntas. También me gustaría saber cuánto estarías dispuesto a darme por ellas.

Tariq se quedó pensativo durante unos segundos en una mueca confusa antes de decidirse a dar una respuesta.

-Supongo que te debía una por lo de la última vez. Puedo fundirlas, aunque, teniendo ya las armaduras es una pérdida de tiempo y dinero refundirlas. No obstante, no haré preguntas –dijo, frenando su curiosidad- Pero acerca del dinero, me temo que las armaduras perderán casi todo su valor al transformarse en metal, no valdrá más de cinco maravedíes el kilo.

Shakes hizo  cuentas, no iban a obtener ningún beneficio de su última aventura, que además podía costarles cara, aunque al menos sí que podrían reponer víveres y comprar materiales para reparar sus barcos.

-Te enviaré el carro con el material, pasaré dentro de una semana para encargarme del dinero- dijo Shakes antes de despedirse.

Volvió al barco y dio órdenes a los mozos. Luego fue a explicarle las malas nuevas a Barbablanca, que refunfuño resignado porque en el fondo sabía que o se vendían de esa manera o directamente se enviaban al fondo del mar.

-Esto no va a gustar en la tripulación ni en el resto de barcos, así que más te vale encontrar un buen cargamento, y pronto- le dijo Barbablanca.

-Creo que va siendo hora entonces de echar un trago en la taberna, quien algo quiere, una copa le cuesta-contesto Shakes, con una sonrisa ladina.

El capitán y su segundo de abordo, junto con un par de marinos más, dejaron el barco y visitaron la embarcación de El Toro, aunque este y muchos de sus hombres ya no estaban allí. Visitaron entonces la taberna, que estaba plagada de los marineros del puerto.

Allí estaba El Toro, sentado en una mesa jugando a los dados, con una jarra de vino en su regazo. Barbablanca y sus hombres se sentaron frente a la barra y pidieron también.

El tabernero saludó a Barbablanca con voz nerviosa y les sirvió rápidamente. Charlaron durante un rato entre ellos y luego el capitán pidió algo de comer. Mientras el tabernero seguía sirviendo Barbablanca comenzó a sopesar una saca, agitándola de tal manera que se escuchase el tintineo de la misma. El tabernero desvió la mirada hacia la bolsa un par de veces mientras servía.

-¿Desean algo más? –dijo acercándose a los piratas.

-Cuéntanos algo de tu vida, Abdul, seguro que en el tiempo que no hemos estado aquí consumiendo tu vino y tu cerveza ha ocurrido algo reseñable, y seguro que ha pasado gente de todo tipo, cargada de todo tipo de mercancías.

-No te creas, la verdad es que ha pasado poco, a excepción de Mohammed que tuvo una fuerte discusión con uno de los capitanes de los barcos de Flavio, uno de los grandes comerciantes de la Áurea Cuidad. A lo mejor tiene algo que contaros, supongo que sólo desgracias porque últimamente ha perdido por completo el negocio de la tela, ahora tiene que contentarse con transportar y vender los cargamentos de especias cuando llegan, y entretanto sobrevivir con el envío de licores, que es algo cuya demanda nunca cesa.

Barbablanca siguió indagando y convenció al tabernero, acercándole la bolsa, para concertar una reunión con Mohammed.

En un par de días se reunieron con él, la reunión fue breve y provechosa, quería recuperar otra vez los ingresos de sus rutas comerciales en la región, así que pagaría muy bien. De hecho adelantó dos mil maravedíes de los diez mil que acordaron. Además podía garantizarles que no tendrían problemas con las autoridades en la zona de aquí en adelante. Aunque les advirtió, el boicot debía realizarse fuera de los límites de la ciudad, dentro de las aguas del Imperio, para evitar cualquier conflicto diplomático y escabroso. Por otro lado, los barcos serían fáciles de reconocer, sus velas llevaban pintado el símbolo de Luminarië y toda su flota llevaba grabadas en el casco las iniciales de su compañía; Compañía Flavio Timur.